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Tentaciones

El evangelio según Cass McCombs

El cantautor californiano, referente del nuevo 'folk' estadounidense, presenta 'Big wheel and others' en cuatro fechas en España

“Espero no hacer las cosas siempre de la misma manera. Desde que empecé es lo mismo: siempre diferente”. El cantautor estadounidense Cass McCombs lleva más de una década siguiendo escrupulosamente este método, ideado para que nunca nadie se forme una idea clara de su misterio: elude las entrevistas en la medida de lo posible para reforzar una personalidad pública más bien enigmática, deja que hablen por él unas canciones a menudo crípticas y evita referirse a su pasado, del que apenas se conoce que nació en California hace casi cuatro décadas, esquivó durante años establecerse en un hogar estable y deambuló por trabajos de todo tipo en Baltimore, Chicago, Nueva York, Inglaterra. De ser uno de los secretos mejor guardados del underground norteamericano pasó a ser una de las voces autorizadas del nuevo folk de Estados Unidos, en la misma división en la que militan otros compositores inescrutables como Bonnie Prince Billy o Bill Callahan.

“Nuestra banda no viene de la industria de la música, todos venimos del underground”, recuerda McCombs al otro lado del teléfono. Cansado de las rutinarias entrevistas que sirven para promocionar su último lanzamiento, rumia las respuestas durante minutos y le incomoda evocar sus años pretéritos. El oyente será el que recomponga su pasado nómada a través de su obra, si es que puede. “Empecé tocando en casas de gente, cosas así. El que dice que el underground no existe nunca ha estado allí. Es una cultura propia con su propio sistema de valores”.

Todo el mundo que dice que el underground no existe nunca ha estado allí. Es una cultura propia con su propio sistema de valores”

Su irrupción llegó en 2009 de la mano del álbum Catacombs. Dos años después publicaba dos discos con apenas seis meses de diferencia (Wit's end y Humor risk) y ahora hace otra cumbre con la publicación del doble Big wheel and others, que presenta en cuatro fechas en España (19 de enero en Santiago; 20 en Madrid; 21 en Cádiz y 23 en Barcelona). Prolífico como pocos, intenta mantenerse al margen de las imposiciones de la industria. “Nunca planeamos nada, realmente”, asegura. “No concebimos las cosas y luego las ejecutamos, no funciona así con nuestro grupo, con nuestra tribu. Muchos artistas quieren parecer poderosos diciendo que hay alguna razón obtusa detrás de sus acciones... Pero nosotros tenemos la acción. Creo que es más emocionante renunciar al control de las cosas y depender de las olas que nos llevan. Y lo hacen, lo hacen”.

Tampoco le cuesta, asegura, crear esos retratos tan genuinamente norteamericanos –por temática y por raíz– que aparecen en los siete discos que ha publicado en una década. Historias a medio camino entre el discurso renovador de Gram Parsons, el punto rock'n'roll de Lou Reed o la profundidad de Will Oldham. “¿Sabes? Soy guitarrista. Eso es lo que hago, tocar la guitarra. No entiendo todo ese rollo de cantautor, es un concepto de marketing. Yo hago música, porque es lo que he hecho siempre. Hay millones de razones por las que hago lo que hago, pero, ¿quién lo sabe? La gente ya cantaba en las cuevas desde tiempos prehistóricos, es imposible encontrarle una razón”.

Evitaremos, pues, descubrir los motivos que llevan a Cass McCombs a componer o conocer qué le llevó a plasmar su pensamiento en un papel con unos acordes de guitarra por encima. “Expresarse es lo más fácil. Lo único que tienes que hacer es tomarte tu tiempo, hablar y lo tienes”. ¿Así? ¿Sin misterio? “Es así de simple. No entiendo por qué tenemos que ir a la universidad para aprender a expresarnos. Es una pista de lo represora que es nuestra cultura”. De nuevo, hemos topado con el McCombs más críptico (“la gente quiere respuestas simples, pero nada viene así de simple”, dice en un momento de la entrevista).

Sus respuestas son a menudo como sus discos, un collage de viñetas del Estados Unidos actual, sus músicas, sus carreteras y, en fin, todo el universo que rodea a ese género denominado Americana. Pero con un punto oscuro y críptico, reforzado por alguna que otra alusión religiosa. “Todo sistema religioso o político está pensado básicamente para embaucar a la gente hasta controlarla. Así que yo no adoro a nadie en absoluto”, aclara McCombs. “Muchos músicos piden ser adorados, es muy común, de hecho. Pero solo lo hacen con motivos financieros o de poder, solo es un control sádico”. Si el cantautor californiano recurre a veces a la Biblia es solo “como una manera de protegerse”. “No va a engañarte para que creas a este hombre caído de los cielos, que regresó y tal. Puedes leerlo, no da miedo”. Lejos de cualquier superstición, las sagradas escrituras esconden narraciones útiles para cualquiera, aunque oculten muchas interpretaciones. Algo así ocurre con sus canciones. “Es inofensivo. Son solo historias, eso es todo”.

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