Arremangarse
Gracias a la última edición de La Sexta columna, uno de los banderines de enganche de su cadena, nos enteramos de algunas medias verdades que se manejan como armas arrojadizas en la arena política. Supimos por ejemplo que la ciudad de París es capaz de funcionar con bastantes menos asesores que la ciudad de Madrid. Sospechamos que en España funcionan las colocaciones directas desde la sede del partido hasta la oficina pública, en una especie de juego de mesa donde se conquistan posiciones a cargo del contribuyente. Los recortes son una ocasión única para meter en vereda nuestras Administraciones Públicas. La transparencia vasca en sus administraciones y la gestión prudente y satisfactoria que ha traído al ayuntamiento de Torrelodones la llegada de un grupo independiente formado por vecinos y no paracaidistas de partido, pueden servir de referentes.
Supimos, por ejemplo, que en un año el partido en el Gobierno recibe tres veces más dinero en subvención pública que toda la industria audiovisual española. Pese a ello, muchos miembros de ese partido acostumbran a tildar de subvencionados a los actores. Así se ha fabricado la España desinformada y prejuiciosa, tan útil para dirigir a la masa crítica contra los sectores más molestos. Para que funcionara la estrategia, fue precisa la colaboración de medios y firmas entregadas al caciquismo. Muchos de ellos ejercen hoy de indignados nacionales, sin darse por aludidos en el reparto de culpa de todo lo que ha estado pasando en este país durante demasiado tiempo.
Con bastante poco esfuerzo, La Sexta se ha adueñado de un territorio de crítica que las demás cadenas le han entregado sin disputa. Tras la absorción por parte de Antena 3, la tendencia no parece remitir, exprimiendo el lujo de contar con dos marcas contrapuestas. Por los últimos movimientos en las mañanas, Cuatro parece que se propone competir por esa franja de población que mira a la tele de reojo, convencida de que para enterarse de veras de algo, lo mejor es buscar otro surtidor de información menos obsesionado con el lucro y que no confunda batiburrillo con debate. Ojalá el territorio televisivo permita que el periodismo se arremangue para ocuparse de algo más que la persecución de folclóricas y las ruedas de prensa de futbolistas.
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