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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Querellas

David Trueba

En verano murió una de las profesionales de la crítica de cine más contundentes y respetadas de Estados Unidos. De Judith Crist dijo Billy Wilder que invitarla a ver una de tus películas a un pase de prensa era como contratar al estrangulador de Boston para que te masajeara el cuello. Pero aún más dañino que una crítica es propiciar un entorno sin criterios subjetivos, donde se impongan los datos de venta o audiencia como una verdad fría muy cómoda para la empresa. Telecinco vivió en conflicto desde que una iniciativa en las redes sociales terminó con su programa La noria. La cadena reclamó tres millones de euros por daños y perjuicios a Pablo Herreros, que promovió la campaña para que las marcas comerciales retiraran su publicidad del programa con la intención de forzar a que no se emitieran entrevistas pagadas con delincuentes o sus familiares.

El asunto llegó incluso al Parlamento, que con la mayoría popular echó atrás la posibilidad de que se regulara por ley el fin de un limbo que permite que un delincuente gane dinero por traficar con su delito en las cadenas de televisión. Hace poco un juez ordenó embargar los pagos que Julián Muñoz tenía que percibir por ganar algunas querellas a cadenas. Es habitual que personas a las que la Justicia reclama compensaciones económicas frecuenten programas de televisión sin que el fisco tenga acceso a esos ingresos.

Las marcas publicitarias y los medios establecen un pacto transparente, ni manchan ellos al programa en que se anuncian ni el programa los mancha a ellos. Pero Telecinco, al llevar a los tribunales una iniciativa popular, forzó la situación de nuevo. Seguramente solo pretendía amedrentar a futuros justicieros, pero la opinión pública se posicionó de manera crítica y ciertas marcas se sintieron incómodas al ser asociadas a la acción de la cadena. Así que en vez de retirar un programa esta vez ha tocado retirar una querella. La fina línea entre la inocencia y la culpa de los anunciantes en la calidad de la oferta televisiva no admite demasiada agitación. Está España muy sensible a los motivos que la han arrastrado a ser el país que es, y que ya no le gusta ni a quienes vivían felizmente de él y su ignorancia.

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