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Objetivo prioritario

David Trueba

En una sociedad acrítica, donde los gremios se protegen de comentarios negativos bajo el paraguas del corporativismo, y donde razas, sexos, religiones y nacionalidades han logrado que el victimismo impida cualquier latigazo de humor a su costa, los políticos se alzan como una institución fenomenal. Cobran del erario público y por lo tanto están obligados a someterse a las chanzas y el dardo de sus contribuyentes. Salvo ciertos famosos elegidos como diana fácil, si uno repasa los chistes más crueles de la temporada, todos tienen a políticos por protagonistas. Y si además de los chistes, analiza los artículos y las diatribas más populares encontrará que si los políticos no existieran tendríamos que inventarlos para poder hablar mal de alguien.

Nadie niega que lo que les pasa se lo merezcan. Su férrea disciplina de partido obliga a los honestos, que los hay, a proteger a aquellos de los que abominan. Pero en estos días ya tan cercanos a las elecciones vascas no viene mal recordar el sacrificio de muchos por ese mismo oficio tan desprestigiado hoy. Y precisamente hacerlo cuando se celebran las primeras votaciones democráticas sin la amenaza del terrorismo. Políticos asesinados, amenazados, acosados y empujados fuera de la profesión y de su ciudad. Podías no comulgar con sus ideas ni con sus maneras, pero nos proporcionaron la mejor lección moral que varias generaciones hemos recibido, a veces sin darnos cuenta, bajo el desprecio o la mirada evasiva.

El alivio por las perspectivas de futuro no debería llevarnos a olvidar cosas tan cercanas y tan perversas como las que presenciamos tras las anteriores elecciones. El primer recibimiento al Gobierno de Patxi López fue un comunicado de ETA donde eran señalados como objetivo prioritario de la banda. Estábamos en el año 2009, llámenlo ayer mismo, y un puñado de familias asumieron que pese al miedo y los dictados de la prudencia convenía dar un paso adelante y significarse. Los más inteligentes sabían que pasado un tiempo serían cesados o una derrota electoral los bajaría del cargo. Pero tales decepciones profesionales no eran nada frente al miedo con que se les quiso amedrentar. Para ellos va un humilde homenaje. Qué buenos tiempos cuando solo sean objetivo prioritario de los chistes y el cabreo general.

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