Si 'Vegas' fuera siempre como sus primeros 10 minutos...
Hay varias formas de asegurar el éxito ante un público estadounidense. Una es apostar por lo de siempre, por lo que se sabe que funciona, sin riesgos ni nuevas aventuras. Otra es apostar (de nuevo sin grandes riesgos) por los géneros propios, los que se dominan. Y hay una tercera que se basa en las caras conocidas, en los actores queridos y reconocibles. Vegas, una de las novedades de la cadena CBS de esta temporada, va por estos tres caminos, con Dennis Quaid, Michael Chiklis (Mackey en The Shield) y Carrie-Anne Moss (Trinity en Matrix). El punto de partida de Vegas es atrayente: año 1960, Las Vegas. Una ciudad que por entonces vivía dividida entre los cada vez más grandes casinos y la vida rural de un pueblo en medio de la nada. El alcalde necesita una figura fuerte como sheriff, y el elegido es Ralph Lamb (esta parte es real y el personaje exisitió), un ranchero, un cowboy, un veterano de la II Guerra Mundial con malas pulgas pero noble hasta la médula.
Vegas tiene un inicio muy prometedor. Unos primeros minutos en los que se mezclan de una forma inteligente dos de los géneros clásicos estadounidenses: el western (con un personaje principal fuerte, un vaquero fiel a sus ideas, chapado a la antigua, que conoce el medio en el que habita y que defiende sus tradiciones frente a lo que viene del exterior), con el cine negro y de gángsters (la llegada de un mafioso a la ciudad dispuesto a ser el rey del mambo, el hallazgo de un cadáver de una chica en el desierto, un sheriff desaparecido...). Son unos primeros minutos que destilan en cierta forma y salvando las distancias un poco de Howard Hawks mezclado con Raymond Chandler. Un inicio brillante que se va desinflando poco a poco.
Quaid es Ralph Lamb, el nuevo sheriff, Chiklis el mafioso Vincent Savino y Moss la ayudante del fiscal y vecina de toda la vida de Lamb (viudo por cierto...). Una vez hechas las introducciones de los personajes principales, se abre un caso, el primero del sheriff, cuyos ayudantes son su hermano y su hijo. Y aquí es donde, pese a la gran ambientación sesentera, en la que Las Vegas parece un pueblo grande (o una ciudad pequeña, según se mire) por el que todavía pasa el ganado y el aeropuerto es una pista de aterrizaje y poco más, y pese el gran reparto, la historia desemboca en una serie policial que a ratos parece una más. Una serie de policias bien hecha, con el clásico esquema de proponer un caso, una búsqueda, una equivocación en la línea de investigación, una idea genial o casual, y una resolución efectiva.
De fondo, en el piloto (dirigido por James Mangold), queda la historia realmente interesante. La del nuevo sheriff en la ciudad del pecado (este aspecto se está empezando a formar como tal) frente al poderoso mafioso y su dominio sobre el juego y la política. Lo que se ve en el piloto es decente, pero tiene que ir a más. La duda, antes de ver ese segundo y tercer capítulo que puede dejar las cosas más claras, es si se quedará como un producto más, uno que le funcione a la CBS (como le han funcionado brillantemente CSI o Mentes criminales), sin riesgos y que asegura una audiencia, o si los guionistas y creadores se atreverán a ir un poco más allá, a mezclar con algo más que oficio cada investigación policial con tramas corridas, que evolucionen capítulo a capítulo y reflejen la contraposición entre lo tradicional y lo nuevo, lo que es correcto y lo que es imperfecto, entre la ley y sus fisuras...
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