A correr
"Los deportistas sí compiten y se supone que deben hacerlo en las mismas condiciones, sin sustancias que estimulen el organismo"
Thomas de Quincey, aquel inquietante y perdurable escritor, aseguraba sin petulancia que si un tratante de cerdos tomaba opio lo más probable es que en las ensoñaciones que este le provocaría aparecerían gorrinos de todos los colores, pero que en su caso le había servido para escribir Confesiones de un comedor de opio inglés, El asesinato como una de las bellas artes y Suspiria de profundis. Sin embargo, Sherlock Holmes, esa genial criatura literaria, solo acudía a la cocaína, cuando no había casos que desafiaran a su penetrante, analítico y deductivo cerebro y el tedio de la vida cotidiana le desesperaba. O sea, cada uno utiliza las drogas como quiere o como puede, para algo o sin fines concretos, por placer o por necesidad.
Los artistas no compiten con nadie. Si acaso, consigo mismos, con sus propios límites. Es probable que a las alteraciones químicas de su ánimo les debamos muchas obras de arte y también numerosas y pretenciosas tonterías. Los deportistas sí compiten y se supone que deben hacerlo en las mismas condiciones, sin sustancias que estimulen el organismo. El problema es decidir porqué unos son legales y otras ilegales. Sospechas que durante gran parte de su carrera Maradona jugó con unas cuantas (o demasiadas) rayas alborotando su cuerpo y su cerebro. Es dudoso que Garrincha, Best o Gascoigne no frecuentaran el alcohol antes y después de sus partidos. ¿Habría que despojar a esta gente de la gloria y los títulos que lograron con su arte por su afición a empolvarse la nariz o al trago? Solo nos queda especular inútilmente sobre lo que hubieran sido capaces de crear estos magos de haberse mantenido abstemios. Pero está claro que nos basta con las proezas que nos regalaron.
Cuentan con argumentos creíbles que el ciclismo es uno de los deportes más extenuantes que se han inventado. Consecuentemente, existe la justificada leyenda de que ha sido habitual desde sus ancestros que muchos de sus profesionales se colocaran con una u otra sustancia al competir. Pero los controles antidoping no se inventan hasta finales de los ochenta. Armstrong se niega a que le sigan cacheando buscando huellas de antiguos pecados y su castigo. ¿Alguien gana siete tours porque va puesto, porque es el mejor, o por ambas cosas? Imagino que ninguno de los segundos aceptarán los tronos que van a quitarle al dopado rey. Por vergüenza o lucidez. O por identificarse con la transgresora metodología del anatemizado.
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