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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Basura

Carlos Boyero

Es una tarea imposible intentar mantener el sonido del televisor en las burocráticas y fatigosas (en el peor sentido, ¿nos entendemos?) retransmisiones de los partidos de fútbol en TVE. Pero son un lujo comparadas con la escandalosa galería de idioteces, frases y lugares comunes, tópicos y convenciones casposas, cursi maltrato del idioma, que perpetra en la grotesca Telemadrid un tal Del Toro, fulano que te recuerda a los más melifluos y tontos cronistas del NO-DO, que te aconseja que si pretendes tener tan buena vista como la que él posee (no especifica si es existencial o profesional), auxiliado coherentemente por aquel goleador extraordinario con neuronas ínfimas o vergonzantes llamado Hugo Sánchez, acudas a una óptica que yo no visitaría ni con alarmante problema de ceguera.

Pero ese oficio, que puede ser tan inteligente, ameno, divertido, educativo, personal y glorioso cuando lo ejerce gente como Michael Robinson, Valdano y Carlos Martínez, vuelve a provocar vergüenza ajena en la narración que hace la siempre infame Tele 5 para los auténticos españoles de los partidos de la Eurocopa. Hay una voz atiplada que agrede no ya por su tono sino por las gilipolleces que dice. La complementa el intelectual del grupo, un tal Petón, que añade el punto sicológico a lo que está ocurriendo. Y es como constatar la auténtica naturaleza de este país en desgracia a través del facherío hortera que impuso un enano cruel durante cuarenta años, es la caspa, es el tono con el que pretenden identificar al pueblo llano, es el apestoso Cine de barrio, es Tele 5, es todo eso que huele a subdesarrollo folclórico adaptado a los nuevos tiempos, es esa caricatura anfetamínica llamada Mercedes Milá y su ridículo y agotador Gran hermano, es la basura chillona a la que otorgó vendibles señas de identidad un hombre inteligente con una actitud tan cínica como execrable llamado Xavier Sardá, es la España zarzuelera, analfabeta, ágrafa, grosera y paleta que nunca pasó y siempre ha sido (Antonio Machado fue benigno en su definición y en su desencanto), es todo eso que da asco, incluida la viscosa Esperanza Aguirre, símbolo del facherío de clase alta estratégicamente reconvertida en defensora de la clase media, dama tan popular que supuestamente llama al pan, pan, y al vino, vino. Y juro que existimos los otros, aunque no seamos muchos, toda esa gente que no nos merecemos la ancestral, actual y triunfante mierda.

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