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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ropa interior

David Trueba

El vídeo de la línea de ropa interior que capitanea la modelo israelí Bar Refaeli tardó segundos en ser festejado por el mundo entero. El reclamo al mirón no falla nunca. Aunque entre el erotismo publicitario y el real media la misma distancia que va de los fuegos artificiales a una cerilla, se agradece el esfuerzo por darle algo de placer a la gente. En la Red, que es el mar por donde corren hoy en día las sardinas, se celebran estos sucesos porque sacian instintos primarios. No nos engañemos, si Kant resucitara el imperativo categórico no sería asunto del día, salvo que lo explicara algún modelo en pelotas.

Y aunque se lleva el miedo esta temporada, si se acaba el mundo que al menos nos pille con ropa interior sugerente. Por debajo del apocalipsis siempre está la lencería, ejemplo industrial porque cuanta menos tela utiliza, más caro cobra. En nuestro suplemento de moda en sábado, de 82 páginas hubo 40 donde salía alguna chica en bragas. Las conté porque soy un profesional. Entre ellas la novia de Cristiano, que es también practicante de los valores del catolicismo, lo cual da al conjunto de braga y sujetador un atractivo mayor. A estas chicas les encantan los futbolistas, porque pueden celebrar los goles señalándose el cuádriceps femoral, mientras que los demás, funcionarios, chapistas, fresadores y camareros, si agitamos la nómina en público nos rehúye hasta la familia.

También debajo de los cientos de antidisturbios desplegados en Barcelona tan solo hay personas en calzoncillos. Funcionarios que para los políticos resultan mucho más imprescindibles que médicos, profesores y enfermeras. Porque ellos reparten la vacuna preventiva. Lástima que la incomparecencia del rival no invitara a los antidisturbios a sacudir algún porrazo a los funcionarios del BCE, Banco Central Europeo, al que muchos llaman VCE, váter central europeo por su función desaguadora. Así al menos, como cuando no se presenta el equipo contrario y acabas chutando a tu propio portero, no se habría expandido la sensación de que hemos vuelto a tirar el dinero donde menos falta hacía. Tras aeropuertos sin vuelos y trenes de alta velocidad sin pasajeros, llegan los antidisturbios sin manifestación. Para derroches, nos quedamos con el derroche hormonal de los anuncios de ropa interior.

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