Los expertos descartan que las excepcionales lluvias que sufrió Dubái este mes se deban a la siembra de nubes
Un grupo de científicos sostiene que las precipitaciones récord fueron más intensas debido al cambio climático, aunque las vinculan más con el fenómeno de ‘El Niño’
El 14 y 15 de abril unas impresionantes lluvias golpearon los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y el norte de Omán. En Dubái, donde las precipitaciones se concentraron el 15 de abril, se superaron todos los récords anteriores de precipitaciones diarias de los últimos 75 años, cuando arrancan los registros, según informó el Gobierno de este país. Casi desde que se difundieron las primeras imágenes de infraestructuras como aeropuertos y autovías colapsadas, se empezó a especular por las redes sociales con que la siembra de nubes —la estimulación de nubes con sustancias como el yoduro de plata para que llueva— era la culpable de las trombas, ya que Emiratos lleva años experimentando con esta técnica, cuya efectividad está en entredicho. Sin embargo, decenas de expertos lo han rechazado. “La siembra de nubes no tuvo una influencia significativa en el evento”, concluye un informe elaborado por un grupo de científicos del World Weather Attribution (WWA).
Este grupo de científicos está especializado en analizar la influencia del cambio climático causado por el ser humano en eventos meteorológicos extremos. En este caso, el WWA considera que el calentamiento ha contribuido a hacer más fuertes estas lluvias, pero no hay datos concluyentes para poder atribuir este fenómeno a las crisis climática.
Respecto a las técnicas de manipulación del clima, los expertos apuntan en su estudio a que “existe un programa de siembra de nubes en los Emiratos Árabes Unidos que tiene como objetivo mejorar la precipitación de las nubes cálidas” esparciendo partículas de algunas sustancias y “con el uso de cargas eléctricas”. Pero reconocen que “sigue existiendo una incertidumbre considerable sobre la eficacia de la siembra de nubes para aumentar la precipitación”: “el análisis estadístico del programa de los Emiratos Árabes Unidos sugiere una posible mejora de las precipitaciones en línea con estudios anteriores del 10%-30%”. Además, estos programas no crean nubes de la nada, sino que estimulan las ya existentes, que deben estar cerca para desencadenar esas precipitaciones. “Esto restringe los casos en los que teóricamente se podría aplicar la siembra de nubes”, añaden los expertos.
Del programa en EAU se encarga el Centro Nacional de Meteorología de los Emiratos Árabes Unidos, que tras el episodio de lluvias de hace diez días informó de que no se llevaron a cabo misiones de siembra dirigidas a la tormenta que desencadenó el episodio. Además, los expertos aseguran que la siembra de nubes, de haberse realizado, no influye en la cantidad de humedad atmosférica disponible, que fue la principal variable anómala que precedió al evento extremo.
El informe del WWA apunta a una correlación entre las lluvias torrenciales y el fenómeno de El Niño, un patrón natural que hace que las temperaturas de la superficie del agua en las áreas tropicales del océano Pacífico aumenten, lo que acaba teniendo efectos en el clima global. Los autores señalan que varios estudios anteriores han establecido que “todos los eventos significativos de lluvias intensas en el sur de la península arábiga coincidían con los años de El Niño”. De hecho, el evento observado en abril de 2024 “se enmarca dentro del desarrollo típico de tales interacciones”.
Cambio climático
Y, ¿qué papel jugó entonces el cambio climático en este evento? Los autores sostienen que el evento fue entre un 10% y un 40% más intenso de “lo que habría sido si hubiera ocurrido en un año de El Niño en un clima 1,2 dos grados Celsius más frío”. En estos momentos, la temperatura media del planeta es 1,2 grados más cálida que antes de la Revolución Industrial, cuando la humanidad empezó a quemar masivamente los combustibles fósiles que principalmente expulsan los gases de efecto invernadero que están sobrecalentando la Tierra.
Los autores explican también que los Emiratos Árabes Unidos y Omán “se encuentran en una región llamada hiperárida, con muy pocas precipitaciones en promedio, pero con una variabilidad muy alta de un año a otro”. Es decir, “los eventos de lluvias intensas como el que se analiza aquí ocurren muy raramente, lo que lleva a registros cortos de eventos similares”. Esto hace que sea complicado realizar una atribución directa al cambio climático de este fenómeno. De hecho, los autores admiten que no pueden “concluir con certeza que el cambio climático inducido por el hombre” sea “el principal impulsor que hace que este evento sea más probable”.
El episodio registrado a mediados de mes causó al menos 20 muertes en Omán y otras cuatro en Emiratos Árabes Unidos. Además, tuvieron un impacto masivo en las infraestructuras y la vida pública de la zona. El estudio del WWA hace hincapié en el urbanismo en estos países como un factor que contribuye a aumentar los impactos.
“En los Emiratos Árabes Unidos, especialmente en ciudades como Dubái y Abu Dabi, el ritmo del desarrollo costero se ha acelerado en tierras a solo unos metros sobre el nivel del mar, lo que hace que más del 85% de la población y el 90% de las infraestructuras sean vulnerables al aumento del nivel del mar y a los fenómenos meteorológicos extremos”, señalan citando varios estudios publicados ya. “La proliferación de superficies impermeables de hormigón y una infraestructura de drenaje inadecuada amplifica las inundaciones durante las fuertes lluvias, una vulnerabilidad agravada por la concentración de edificios altos en las zonas urbanas”, añaden. Además, abundan, las regiones áridas que “experimentan inundaciones repentinas más severas debido a la permeabilidad limitada de los suelos y las características de las precipitaciones”, que tienden a ser esporádicas e intensas.
Por eso los autores recomiendan “realizar una planificación urbana adaptativa e informada sobre los riesgos futuros, integrar las proyecciones del cambio climático, mejorar la resiliencia de las infraestructuras y armonizar el uso de la tierra con las estrategias de gestión del agua”.
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