_
_
_
_
_

La garrapata del virus Crimea-Congo se desplaza hacia el norte de España y Europa por el cambio climático

El artrópodo abandona lugares del centro y suroeste peninsular que se han vuelto demasiado secos y llega a la falda de los Pirineos. Se han hallado ejemplares en lugares como Alemania, Reino Unido o Noruega

Virus Crimea Congo Europa
Grupo de garrapatas que transmiten el virus de Crimea-Congo, en el monte de El Pardo (Madrid).Wendy Rauw Photography (Getty Images)
Esther Sánchez

En España existen más de 50 especies de garrapatas, pero hay una especialmente peligrosa del género Hyalomma que transmite el virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, una enfermedad que es mortal para una media de entre el 10% y 15% de los infectados. En 2016, saltaron las alarmas cuando murió un hombre de 62 años al que le había picado una garrapata en la provincia de Ávila. Este peligroso parásito, que era muy abundante en el centro y suroeste peninsular, está cambiando su ubicación, empujado por el cambio climático. Ha desaparecido de lugares en los que vivía hace 50 años, al volverse estos demasiado cálidos o secos, y está escalando hacia el norte de España y Europa, donde las temperaturas se han suavizado.

Una investigación serológica del Ministerio de Sanidad de 2018 en animales silvestres y domésticos corrobora la expansión de la especie, que “circula en España en más regiones de las que se sospechaba inicialmente”, por lo que es necesario “realizar nuevos estudios” para identificar esas zonas. La dispersión de la especie va acompañada de un crecimiento exponencial de la población, debido a que los ejemplares viven más con inviernos más cortos y primaveras tempranas. A pesar de su expansión, el ministerio considera el impacto de la enfermedad “bajo”, porque aunque puede ser grave, el número de personas a las que afectaría no sería elevado y se disponen de los medios para su aislamiento y control.

Estos artrópodos se desplazan entre Europa y África (donde la enfermedad es endémica) a lomos de los millones de pájaros que migran entre ambos continentes, y en el ganado que se mueve entre fronteras. El virus se encuentra también en Asia central. “Antes llegaban hasta Centroeuropa, pero no pasaba nada porque no sobrevivían a las bajas temperaturas del invierno. Ahora, con el calentamiento global, pueden colonizar lugares cada vez más al norte”, explica Agustín Estrada-Peña, catedrático de Patología Animal de la Universidad de Zaragoza y experto en el artrópodo.

Se han hallado ejemplares en “lugares tan disparatados como Alemania, Austria, República Checa, Reino Unido y este año hasta en Noruega”, concreta el científico. Entre 1970 y 1980, la especie Hyalomma marginatum se distribuía por las zonas más cálidas de España. El cambio se comienza a apreciar en la década siguiente, de 1991 a 2000, cuando la garrapata había disminuido en muchos lugares de Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha, conquistando áreas del norte peninsular. Los últimos datos recogidos por Estrada-Peña apuntan a que, en la última década, de 2011 a 2020, estos artrópodos se encuentran por casi todo el norte, quedando libres las zonas montañosas más frías entre Asturias y Castilla-León y, en los Pirineos, los territorios que se encuentran por encima de los 800 metros. Lo que no se ha constatado en estos nuevos refugios de la especie es la existencia del virus. La garrapata transmite la fiebre de Crimea-Congo solo cuando está contagiada y esto ocurre al alimentarse de animales infectados.

A partir de ese momento, el artrópodo puede transmitirlo durante toda su vida y a su descendencia. Si pica a un humano, este puede desarrollar la enfermedad y, en los casos de mala evolución, la muerte sobreviene generalmente durante la segunda semana de la infección, a consecuencia de hemorragias, fallo multiorgánico o un choque. “La tasa de letalidad es de entre el 10% y el 40%”, concreta el Ministerio de Sanidad, aunque en los últimos brotes registrados en Bulgaria, Turquía y Rusia ha estado entre el 3% y el 15%. Lo fundamental es evitar la picadura. Para ello, se debe vestir ropa que tape brazos y piernas, y usar repelentes. Si se produce una mordedura, hay que retirar la garrapata lo más rápidamente posible (si no se conoce la forma, lo mejor es acudir a los servicios sanitarios) lavar la zona con agua y jabón y aplicar un producto desinfectante, además de vigilar la aparición de fiebre o inflamación en el punto de picadura.

En Europa “están seriamente preocupados, porque es una garrapata de la costa mediterránea y existe el peligro de que se formen poblaciones permanentes en sus territorios con el consiguiente riesgo para la salud pública”, sostiene el científico. Por eso, “se lo están tomando muy en serio y llevan años preparándose para amortiguar su impacto”, añade.

La información es la primera herramienta contra el cambio climático. Suscríbete a ella.
Suscríbete

El primer encuentro con el virus

Fue en 2010 cuando el equipo de Estrada-Peña detectó el virus por primera vez en España. Se encontraba en garrapatas enganchadas en ciervos en la provincia de Cáceres, en una zona limítrofe con Portugal. Desde entonces, se ha confirmado la presencia del virus en garrapatas del género Hyalomma capturadas en animales silvestres y en vegetación en Extremadura, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Andalucía y Madrid.

En España, el virus se detectó en 2016 y ha causado tres muertes. La primera fue la de un hombre que falleció nueve días después de que le picara una garrapata en agosto de aquel año, en San Juan del Molinillo (Ávila). También se infectó una de las enfermeras que lo atendió, que superó la enfermedad. En agosto de 2018 se detectó el tercer caso de un cazador de 74 años en Helechosa de los Montes (Badajoz), que también falleció. Ese mismo año, hubo otro contagio, pero se recuperó. En 2020 hubo tres casos en Salamanca, de los que uno murió. Este año se han detectado dos contagios, un ganadero en Salamanca y una senderista en el Bierzo. Ambos sobrevivieron.

Lo normal es que las garrapatas vivan un año, pero si no encuentran a ningún hospedador, en condiciones ideales, podrían sobrevivir unos dos o tres años esperando. La especie Hyalomma marginatum pone entre 6.000 y 8.000 huevos. “La eclosión puede ser de un 90%, pero la supervivencia depende de las condiciones ambientales, si el clima es demasiado seco muchas no salen adelante”, explica. La Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental indica que se pueden realizar labores preventivas con un biocida o reduciendo la cantidad de vegetación, porque ya está en zonas muy cercanas a las ciudades como en los parques urbanos y periurbanos.

Puedes seguir a CLIMA Y MEDIO AMBIENTE en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_