El arte de Latinoamérica emerge en Madrid
Más de 50 creadores de 19 países saltan a escena con una nueva guía cultural de la ciudad
Son 52 artistas de 10 disciplinas y 19 países. El proyecto 50 Creadores latinoamericanos en Madrid nace como altavoz de un floreciente y heterogéneo grupo de hombres y mujeres asentados en la capital de España que, por vez primera, recoge en un catálogo la Casa de América. Abordan artes plásticas, cine, cocina, danza, fotografía, ilustración, literatura, moda, música y teatro. La guía, que se presenta esta tarde en la sede de la Casa de América, es un agradecimiento a todo lo que estos inmigrantes han aportado a la ciudad y, en definitiva, al país.
Cinco de ellos cuentan a EL PAÍS su experiencia y sus esperanzas; lo que dejaron atrás al otro lado del Atlántico y su presente en la capital de España. Logros, desengaños y añoranzas. E insisten en que Madrid es protagonista en cómo se ha ido forjando su forma de crear.
“Su contribución al desarrollo cultural y social de España es muy relevante y su integración en nuestro país se ha visto facilitada por compartir una lengua y una cultura comunes”, afirma Antonio Pérez-Hernández Torra, director general de Casa de América, en el catálogo. Ese texto de bienvenida acaba con Juan Ramón Jiménez. “De América nos separa el agua, solo el agua”.
Moda sin género
El aterrizaje en Madrid en el año 2014 de Margil Peña, mexicano de 23 años, fue accidental. El ganador de un concurso de moda rechazó la beca en España que suponía el premio y lo llamaron a él como segundo. Hoy, seis años después, ya ha sacado adelante dos colecciones junto a su socia, la española Ana Viglione, con la que ha fundado Reparto Studio. Estos días (del 28 de enero al 2 de febrero) forman parte de EGO, una plataforma de la Madrid Fashion Week. Más allá del recinto de Ifema, Margil Peña reconoce que Malasaña es su barrio-territorio. Reconoce que le atrae “el jaleo, la cosa guay y rockerilla, el caos, los bares, la diversión, la noche”. Todo se traslada a sus creaciones, alejadas de las etiquetas de género. “Me gusta hacer ropa así. Yo también visto jugando con esa línea, entre lo masculino y lo femenino”, afirma mientras mueve sus manos llenas de anillos, con las uñas pintadas de negro y sosteniendo un bolso de textura animal. “Madrid es una ciudad muy libre. Que la gente salga a la calle como le dé la gana es necesario”. ¿Y eso no sería posible en México? “Amo con locura Monterrey, mi ciudad, pero hay cosas allí que no están bien vistas. Aquí nadie te va a juzgar”.
Chile desde lejos
Mayra Morán es videoartista. Chilena de 31 años y vecina de Moratalaz. “Un barrio muy peculiar cuya media de edad son los 65 años. Creo que exceptuando los niños soy la más joven”. Dejó atrás su ciudad, Santiago, que “estaba un poco muerto para lo que a mí me interesaba en torno al videoarte o el videoensayo”. Por eso puso su ojo en Madrid, desde donde sigue, a miles de kilómetros, los acontecimientos que sacuden a su país. “He vivido fatal desde aquí toda esta violencia y decisiones mal tomadas. Estar aquí me deja fuera de algo muy valioso como es el contacto humano”. “Llegué a Madrid como estudiante y las puertas estaban más abiertas de lo que yo creía”, pero reconoce que ahora no descarta irse a San Sebastián, “donde hay una buena escuela” para seguir creciendo.
La escuela de Boadella
Ana María Serpa lleva ya 17 años en Madrid. Esta colombiana de 38 años se hizo atrezista una vez estaba ya en España. Aquí además de zambullirse en el mundo de la ópera y la zarzuela ha trabajado junto a Albert Boadella. Desarrolla su labor desde 2010 en los Teatros del Canal, que tuvieron al frente al director catalán. “Trabajar con Boadella es muy interesante, porque he podido ver de cerca cómo dirige sus proyectos”. También ha ejercido en cortometrajes y exposiciones. “Es en Madrid donde descubrí el atrezo y la utilería”.
Del hip-hop al circo
“Nunca he ido a una escuela ni de baile ni de circo”, asegura Marco Motta, un acróbata aéreo de 27 años que llegó a España desde Brasil en 2010. Se refiere a una escuela formal, porque las calles de Madrid han sido para él un verdadero aula de hip-hop y break dance rodeado de amigos. Muestra sus acrobacias al ritmo de la música de Billie Holiday. El pasado octubre quedó tercero en el Festival Iberoamericano de Circo organizado en el Circo Price.
Bailarín con cámara
Salido del barrio de El Capotillo (Santo Domingo), Carlos Belén, de 48 años, llegó a Madrid en 2010. Hoy viven en Lavapiés. “Aquí no hay nada como mi barrio. Cuando yo me crie ya era peligroso. Hoy no entra ni la Policía”. “La vida del bailarín es corta y el cuerpo no aguanta mucho” explica. Por eso se hizo también fotógrafo. “Compré una cámara que iba pagando a plazos mientras bailaba en sitios como el Teatro Real”. Aprendió a hacer fotos “durante manifestaciones y procesiones”. La nota negativa reconoce que es el racismo que sufre. Una vez realizando un reportaje de bodas “la madre del novio llamó a la abuela. La tuve pegada a mí como un rottweiler”.
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