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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Coque Malla: Intérprete total

Como en su último álbum, todo en el cantante suena ahora grande, ambicioso, sin recursos que escatimar, como en el concierto de anoche de Valencia

Coque Malla, en su actuación del sábado en Valencia.
Coque Malla, en su actuación del sábado en Valencia.Fernando Ruiz (Emotional Events)

El poderío escénico de Coque Malla es tan incontestable que se da por garantizado. Pero además de eso, se encuentra ahora mismo instalado en una racha que le permite levantar a un auditorio entero de cerca de dos mil personas a la cuarta canción de la noche, siendo además esta de nueva factura pero erigida en clásico instantáneo desde el primer segundo en que se empezó a difundir: Un lazo rojo, un agujero, con su cadencia bailable y sus hechuras de sonido Philadelphia, con su swing y con su soul, puso en ebullición un recinto al que, en realidad, no le hacía falta caldearse demasiado porque el madrileño ya había salido al escenario a porta gayola, sin escatimar ni un gramo de entrega desde el minuto uno, con la insultante confianza de quien lleva pisando escenarios desde la adolescencia, las ha visto de todos los colores y ha paladeado la madurez creativa y el amplio respaldo del público merodeando los cincuenta tacos, muy lejos de la estampa postadolescente, casi peterpanesca, que cultivó en los tiempos de Los Ronaldos y algo más allá.

Coque Malla

Palau de les Arts de Valencia,

Sábado 7 de diciembre de 2019

Pocos dominan las tablas como él, pocos se manejan con ese porte actoral (de casta le viene). Coque Malla es un intérprete en el más amplio sentido de la palabra, no importa si el discurso lo lleva ya aprendido de casa, porque acaba convenciendo. Lo más reseñable es que lo hace con una amplitud de registros de lo más solvente, la que se cifra en dos álbumes tan ricos, diversos y exuberantes como El último hombre en la tierra (2016) y el reciente ¿Revolución? (2019), el díptico que marca su cima como solista. Si le da por marcarse un improbable híbrido entre Radiohead y el Sgt Peppers de los Beatles, le sale una América de lo más apañada. Si rescata el folk rock ya añejo de La Carta y lo refuerza con una inyección eléctrica a lo Crazy Horse (papel aquí destacado para la guitarra de Toni Brunet y para el resto de su banda), resulta creíble. También si recupera el vals a lo Neil Hannon de El último hombre en la tierra, o si incurre en el blues eléctrico y arrastrado de Todo el mundo arde. No digamos ya cuando revive el hervor de Me dejó marchar apelando al espíritu de su amigo Iván Ferreiro en aquel dueto que llevó al vídeo de su alianza en directo hasta los siete millones de visualizaciones. No importa que algunos de sus préstamos o de sus hallazgos personales sean escasamente novedosos. En sus manos, cuajan. Como en su último álbum, meticulosamente producido y rebosante de arreglos, todo en Coque Malla suena ahora grande, ambicioso, sin recursos que escatimar. Pero cualquier fregado en el que se le ocurra meterse ahora mismo se salda con el crédito robustecido.

Si hubiera que ponerle algún pero a su concierto de anoche en Valencia, sería cierto bajón de intensidad durante el tramo – coronado por los aires mexicanos de Hace tiempo, tan comunes a Sabina o a Urquijo que son ya un lugar demasiado común – en el que decidió bajar el pistón y sentarse en un taburete. Pecata minuta, claro, porque luego enlazó (tras rendir tributo a Jaime Urrutia con La sangre de tu tristeza) los tres aldabonazos de rock deslenguado y stoniano de rigor de la época de Los Ronaldos (Quiero que estemos pegados, Guárdalo y Por las noches) junto al preceptivo repunte de No puedo vivir sin ti, a modo de fin de fiesta. En húmedas salas de rock o en auditorios suntuosos, ya sea de vaquero o de etiqueta, lo haga manteniendo a su parroquia de toda la vida o bien ampliándola con nuevos públicos, en este momento no hay quien le tosa.

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