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La Pegatina, la madurez de los “gamberros del sur”

La bulliciosa banda catalana celebra su 16º cumpleaños con casi cuatro horas de concierto en La Riviera

Adrià Salas tiene 34 años, lidera un grupo de rumba y ska desde que estrenó la mayoría de edad y se sorprende cuando cae en la cuenta de que casi todos sus amigos de infancia, aquella chavalería con la que creció en Montcada i Reixac (Barcelona), ya andan inmersos en las complejidades de la vida en familia y la crianza de churumbeles. “Yo no me veo en esa dinámica, la verdad”, se sincera con una sonrisa. “Solo me interesa viajar y aprender, ir de aquí a allá hasta entender de qué va el mundo, aunque sea justo antes de morirme…”.

Faltan apenas tres horas para que comience el concierto más mogollónico en toda la historia de La Pegatina, con hasta siete bandas invitadas, la sorpresiva incorporación de Rozalén en el último minuto y una kilométrica hoja de repertorio que precisará de sus buenas tres horas y media. Y, pese a todo ello, ya ven que el cantante, líder y fundador del multitudinario grupo parece más propenso a la filosofía vital que a las preocupaciones. “¿Mariposas en el estómago?”, repite en voz alta. “No, hombre, qué va. En La Pegatina no nos mueven los nervios, sino las ganas. Sustituimos el temor a no hacerlo bien por el deseo de gozar. Hay mucha preparación previa, claro: un mes largo de ensayos antes de cada gira. Solo así podemos dejar un margen a la improvisación y acabar transmitiendo esa sensación de libertad”.

En otras circunstancias, Adrià podría encontrarse esta tarde enclaustrado en una redacción. O tal vez, ironías de la vida, preparándose para cubrir un concierto en alguna sala importante de la ciudad. Salas concluyó con buena nota sus estudios de Periodismo y llegó a hacer prácticas en el diario deportivo Sport y en la sección musical de la web de TV3, pero la vocación musical resultó ser mucho más fuerte. Y provechosa. El responsable de exitazos como Y volar, Lloverá y yo veré o la impepinable Mari Carmen hace mucho que cambió el ordenador portátil por los camerinos, y el de La Riviera es este miércoles un hervidero como solo se registra en días muy sonados.

No alcanza la memoria a recordar semejante despliegue de efectivos, con esa descomunal lista de invitados (Arnau Griso, Efecto Pasillo, Rayden, Las Chillers, Lola Índigo, Varry Brava…), el periodista radiofónico Ángel Carmona como maestro de ceremonias y un espectáculo de colaboraciones y versiones cruzadas por espacio de sus buenos 200 minutos. Y como telón de fondo, la publicación, este mismo viernes, de Un secreto a voces, la primera antología en la historia de la banda y su peculiar manera de celebrar el decimosexto aniversario. Un momento. ¿16 años? ¿Qué clase de onomástica es esa? “Surgió casi como una broma interna en la banda”, aclara su líder entre risas. “Nos vino a la cabeza la mayoría de edad penal, las fiestas de graduación en Estados Unidos o los años que exigen en algunos realities para participar…”.

Una travesura más, a fin de cuentas, en el historial de un conjunto que se ha labrado una sólida presencia no ya por toda Latinoamérica, sino también en el Lejano Oriente o en el corazón de la fría Europa, donde más improbable parecería que triunfasen la rumbita y el mestizaje. “En Alemania u Holanda no saben bien de dónde provienen estos ritmos rumberos”, admite Salas. “Nos toman por unos ‘gamberros del sur’ que les acercamos el sol y el descaro, pero el puntito canalla lo perciben y les divierte…”.

Con un talante así, parece poco probable que los integrantes de La Pegatina se dejen embargar fácilmente por la melancolía. Andan en modo retrospectivo con esto de las efemérides, cierto, pero nuestros máximos exponentes del desparpajo prefieren pensar más en cómo será su música en el vigésimo aniversario que en rememorar a aquellos pipiolos que echaron a andar en 2003.

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“No tenemos ya nada que ver con aquella primera época”, subraya Adrià, “entre otras cosas porque nuestra máxima siempre ha sido innovar, crecer, sorprendernos a nosotros mismos. Y los viajes nos han familiarizado con géneros que apenas conocíamos entonces, desde la tarantela napolitana a la cumbia colombiana. Nos dejamos llevar por la química y no nos cerramos a ningún estilo”. ¿A ninguno? “¡Hombre, no nos va a dar por el trap o la electrónica!”, se corrige nuestro interlocutor, “pero nunca renunciaremos a probar y a aprender. Ya cuando grabamos un tema junto a Love of Lesbian en nuestro disco Eureka! hubo quien se llevó las manos a la cabeza. Algunos no quieren comprender que la música es un lenguaje común y que cantar es la mejor medicina para curar el alma…”. Avanzan los minutos y el trajín entre bambalinas se intensifica en La Riviera, en un totum revolutum de acentos, idiomas y ropajes coloristas.

Hoy toca fiesta indisimulada, la más común y fraternal de las religiones. ¿Y la política? “Acabamos bastante cansados de que, durante una temporada, todos los medios, en particular los de Madrid, nos preguntaran por el procès”, resopla nuestro cantante/periodista. “Los periódicos son hoy esclavos del clickbait, del titular que invita a pinchar en la noticia aunque luego no haya en el texto nada de interés. Una aberración, en función de lo que me enseñaban en la facultad, pero la prensa está de capa caída…”. Y remacha, por aquello de aclarar: “En el grupo hay sensibilidades de todos los colores, así que solo nos mojamos por la democracia y la libertad de expresión. Es muy triste que quienes digan algo en contra de quienes nos gobiernan corran ahora mismo serio peligro de ser censurados”.

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