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“El tango es un reflejo de la sociedad”

Valentina Trinidad Molina dirige Tango Queer Madrid, una asociación de baile que rompe con los roles de género

Valentina Trinidad, en Lavapiés.
Valentina Trinidad, en Lavapiés.JAIME VILLANUEVA

A Valentina Trinidad Molina (23 años, Córdoba, Argentina), el tango le ayudó a construir su identidad, cultural y de género. Aunque nació allí, se crio en Madrid, como varón. Cuando era adolescente regresó a Argentina en busca de su madre, a la que nunca encontró. Lo que sí que halló fueron respuestas a una forma de ser que no encajaba con su cuerpo. Hoy, gestiona la asociación Tango Queer Madrid, un espacio –fundado en 2010 por su “compañera disidente sexual” Olaya Aramo– que pretende romper con los roles de género “impuestos en este baile y en la sociedad”.

¿Cómo se encontró a sí misma a través del tango?

Empezar a bailar tango me ayudó primero a reencontrarme con mis raíces. Por supuesto, aprendí a bailar de la manera tradicional, como hombre, el que conduce a la mujer, pero también experimenté ese otro rol y todo empezó a cobrar sentido.

¿Qué descubrió?

Entendí que no era yo quién tenía el problema, sino la sociedad y el sistema al que estamos sometidos. Bailé con otros hombres y me di cuenta de que se podían hacer las cosas de otra manera. Mi profesora de tango, que vivía entre España y Argentina, me animó a contactar con Tango Queer Madrid a mi regreso y, una vez aquí en Madrid, di rienda suelta a mi aceptación y empecé a transitar hacia mujer.

Y ahora está al frente de esta asociación.

Desde hace tres años me ocupó de gestionar las milongas, como se llama a estas quedadas, y también doy clases de este tipo de tango que, aunque sea tradicional, lucha por ser diferente.

¿Qué es el tango queer?

La palabra queer se utilizaba en el pasado para insultar a las personas homosexuales, los transexuales ni siquiera éramos visibles. Con el tiempo se creó una corriente que se apropió del término y lo revirtió para generar justo el efecto contrario: el empoderamiento del colectivo LGTBI. Eso es lo que hacemos nosotras en este tango, empoderamos a todo aquel que se sienta excluido por la sociedad, rompemos las estructuras para reivindicar que hay muchas maneras de hacer las cosas.

¿Es activismo?

Totalmente. Hay muchas formas de luchar por nuestros derechos, ésta es una de ellas, y hacemos aliados, como los compañeros de tango del Centro Social La Ingobernable que han empezado a introducir esta dinámica en sus clases gracias a nuestro trabajo de visibilización.

¿Son clases solo para personas LGTBI?

Para nada, son clases para todo el mundo, de todas las edades. De hecho, la mayoría de los alumnos son normativos, es decir, personas cisgénero y heterosexuales, y nos gustaría que participasen más personas del colectivo.

¿Y por qué no lo hacen?

Porque el tango proyecta esa imagen cerrada y todavía no nos conocen.

¿Bailan todos con todos?

Sí, en Tango Queer enseñamos los dos modos, el conductor (leader) y el guiado (follower), independientemente del género. Y luego cada persona y cada pareja decide qué rol quiere bailar en cada momento.

¿Y las letras de los tangos?

Hay algunas que incluso hablan de ahorcar mujeres, pero nos encanta bailarlas. ¿Sabes lo que es dos maricones, dos transexuales o dos mujeres bailando eso? Es empoderamiento, es una forma de romper los esquemas a aquellos que nos quieren escondidas. También hay letras que hablan de homosexualidad o transexualidad de una forma encubierta.

¿El tango queer se baila en otras partes del mundo?

Antes de España ya se bailaba en otras partes de Europa, en sociedades más abiertas.

¿Y en su Argentina natal?

Sí, en Buenos Aires. En el resto del país las cosas van a otro ritmo, no podemos comparar capitales con ciudades de provincia. Aquí pasa lo mismo. Yo en Madrid puedo vivir mi transexualidad de otra forma, mucho más libre. El tango es un reflejo de la sociedad en la que poco a poco vamos rompiendo esas estructuras normativas.

Clases para todos los niveles y bolsillos

Durante el mes de septiembre, Tango Queer Madrid imparte clases de este baile todos los jueves en la plaza de Pedro Zerolo, para todos los niveles. En invierno, se reúnen en el Estudio de Danza Pepa Guerra (calle, Valenzuela, 8). El precio mensual por cuatro clases de una hora y media es de 35 euros. "Como somos queer y buscamos romper con las estructuras impuestas, también económicas, animamos a la gente a contactarnos y, dependiendo de su situación, le adecuamos el precio", aclara Molina.

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