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TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Edipo sin complejos

El héroe trágico se muestra cercano y dolorosamente humano en el montaje de Oriol Broggi con Julio Manrique

Oriol Broggi vuelve a la tragedia griega con ánimos de acercar sus códigos al espectador de la forma más sencilla y directa posible. Así lo hizo con Antígona en la Biblioteca de Catalunya y ahora transita por el mismo camino en su nuevo reto, Èdip,de Sófocles, que lleva a escena en un Romea transformado en teatro en ruinas. La desnudez del montaje es marca de la casa; tambien la serenidad que transmiten los actores, con una dicción y unos matices que evitan la grandilocuencia. Todo el peso recae en los intérpretes y Julio Manrique se deja guiar por Broggi en su primera tragedia para perfilar, sin complejos ni histrionismos, un Edipo cercano y dolorosamente humano.

ÈDIP

De Sófocles. Versión de Jeroni Rubio Rodon. Julio Manrique, Mercè Pons, Marc Rius, Carles Martínez, Clara de Ramon, Ramon Vila, Miquel Gebalert. Dirección: Oriol Broggi. Romea, Barcelona, 13 de abril.

No se perciben los efectos de la mórbida relación sexual de Edipo con su madre y a la vez esposa, ni se atisba el impulso de matar al padre: en la lectura de Broggi, que Freud abuchearía sin piedad, lo esencial es la angustia existencial de un hombre en busca de su propio origen que se derrumba al descubrir que en realidad es un monstruo; incapaz de soportar la verdad, se arranca los ojos para no verla. Este momento estremecedor transcurre fuera de escena en un montaje que dosifica con cuentagotas los momentos de furia y rebaja, quizá en demasía, las emociones.

La versión de Jeroni Rubió Rodon, con dramaturgia de Marc Artigau y el propio Broggi, usa como base del espectáculo el Edipo rey, con añadidos de Edipo en Colono, donde Sófocles muestra al héroe caído tras abandonar Tebas, con su hija-hermana Antígona como lazarillo; y añade capas de modernidad al personaje con ideas de Wadji Mouawad en su adaptación Las lágrimas de Edipo.

Desde la confianza absoluta en Broggi —esta es la cuarta producción en la que trabajan juntos, después de Hamlet, L'orfe del clan dels Zhao y la referencial Incendis—, Julio Manrique, actor obsesivo en su método de acercarse a los personajes, prueba fortuna en la tragedia griega y encuentra su mejor arma en la serenidad y el control de la voz. Despoja a Edipo de tentaciones retóricas y modela su interpretación buscando los acentos más humanos y un tono de mayor intimidad con el público.

De hecho, todos los actores, con mayor o menor fortuna, se mueven en ese tono de contención; Marc Rius (Creonte), Mercè Pons (Yocasta) y Clara de Ramon (Antígona) se muestran más cómodos; Carles Martinez (sacerdote), Miquel Gelabert (Tiresias y pastor) y Ramon Vila (mensajero) tienen más altibajos y no consiguen evitar cierta rigidez que, probablemente, se irá diluyendo con el rodaje.

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El montaje es parco, con tres paneles móviles confeccionados con caños de río, unos bancos y un vestuario intemporal que remite al Mahabharata de Peter Brook, con colores muy de tierra, marrones y rojizos y una atmósfera de teatro que amenaza ruinas, con soportes metálicos que aguantan la estructura, telas en los palcos, una red en el techo que protege posibles desprendimientos, y una rampa que conecta el escenario con el pasillo de platea por donde desfilan oráculos y pastores. Son ideas ya vistas, pero funcionan.

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