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Crónica
Texto informativo con interpretación

Una mayoría de izquierdas que nadie quiere ver

Todos los datos apuntan a que el bloque progresista superará ampliamente a los nacionalistas y a la derecha

Enric Company

Todos los sondeos preelectorales publicados en las últimas semanas indican que los ciudadanos de Cataluña se inclinan mayoritariamente por formar en el Parlament una clara mayoría de izquierdas. Y uno de los aspectos que más poderosamente llama la atención en estos momentos de campaña electoral es que, aparentemente, nadie se ha dado cuenta de ello. Nadie lo reseña. Nadie habla de ello en los mítines. Ninguno de los gráficos de los sondeos en los que se describe la relación de fuerzas tiene en cuenta el eje derecha-izquierda. Ni los análisis que les acompañan.

Pero esto es lo que hay, al menos en estimación de voto, a una semana de la cita con las urnas. Esto es lo que emerge, después de cinco años de choque de nacionalismos, en seis sondeos consultados (entre los que se cuentan el del CIS y el de Metroscopia para EL PAÍS): una mayoría absoluta de escaños de las izquierdas. Desde que se separaron los componentes de la coalición Junts pel Sí (es decir, el PDeCAT y ERC), el grupo parlamentario más numeroso en la legislatura recién finiquitada, la formación de bloques ideológicos vuelve a ser posible. Al menos sobre el papel. Esta posibilidad suma en todos los sondeos mayorías de más de 69 escaños. En algunos se acerca a los 80 y en uno de ellos incluso supera esa cifra.

Esa mayoría podría elegir presidente y formar gobierno si se pudieran sumar los escaños del PSC, ERC, Catalunya en Comú y la CUP. El porcentaje en voto estimado es igualmente ilustrativo, siempre por encima del 50%. En todos los sondeos. Si el día 21 se confirmara esta tendencia, ninguno de los otros dos bloques persistentemente tomados como referencia en todos los análisis, incluso en los de expertos supuestamente neutrales, sería mayor que el bloque de izquierdas.

PDeCAT y ERC han desistido de reeditar la coalición de Junts pel Sí ante el riesgo de desfigurar excesivamente sus respectivos perfiles ideológicos y su vocación de representar a determinados segmentos sociopolíticos. El debate electoral se desarrolla, sin embargo, como si esto no hubiera ocurrido. La existencia de la coalición soberanista ha relegado a un segundo o tercer plano en los últimos años la confrontación derecha-izquierda. Pero esta no se ha evaporado. Ya se sabe, si se la echa por la puerta entra por la ventana. Esto es lo que apuntan los sondeos.

El Gobierno de Mariano Rajoy y el universo mediático que calurosamente le arropa se presentan ante las elecciones catalanas como vencedores de la crisis que ha motivado la convocatoria. A ciertos efectos no cabe duda de que así es: su adversario se ha convertido en reo de delitos penales diversos y sus líderes están en prisión o fugados en el extranjero. Pero lo cierto es que, no se sabe muy bien si pese a ello o gracias a ello, los sondeos son muy adversos para el PP: la encuesta del CIS del cuatro de diciembre le otorgaba una estimación de voto del 5,8% para el 21-D. Las demás encuestas apuntan datos similares. El PP confía en que otros partidos le hagan el trabajo en Cataluña y se conforma con formar parte de un eventual bloque ganador. Y no le faltan razones para pensar que ese bloque puede cuajar. Existe un antecedente muy cercano. Tanto Ciudadanos como el PSOE hicieron posible en 2016 la investidura de Rajoy como presidente del Gobierno y el PP espera que esa alianza se mantenga en beneficio de las derechas. Fue así, además, aunque los socialistas se habían comprometido solemnemente a evitarlo y a pesar de que en el Congreso existía una mayoría de diputados de centro-izquierda alternativa a la del bloque de centro-derecha formado por el PP y Ciudadanos. Rajoy logró imponer entonces al PSOE la exclusión de cualquier acuerdo con los partidos independentistas. Eso impidió la formación de otra mayoría en el Congreso. El PP y Ciudadanos confían en que esa lógica siga operando el 22 de diciembre en Cataluña.

Lo que ahora está por ver, y se verá al día siguiente de las elecciones, es si algunos partidos son o no tan incompatibles entre sí como proclaman. Es decir, en un hemiciclo con 70 ó 72 escaños de izquierdas ¿el PSC podrá declararse más incompatible con ERC que con el PP y Ciudadanos? ¿Y la CUP, serían más incompatibles con Catalunya en Comú y el PSC que con el PDeCAT? Falta una semana para la votación. Es exigible que los cuatro partidos de izquierdas aclaren su posición y digan qué van a hacer con sus escaños.

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