El nombre más feo de la historia del rock
El grupo Mamá Ladilla nació en 1994 de la mano del músico madrileño Juan Abarca
Hace tiempo, el músico madrileño Juan Abarca reconocía: "Busqué un nombre asqueroso para mi banda porque, de alguna manera, quería evitar que nos volviéramos famosos y nos pincharan en las radios". Con esa premisa nacía Mamá Ladilla en 1994, cuando el movimiento indie pegaba con fuerza y España se plagaba de músicos que mimetizaban el pop anglosajón.
La banda de Abarca no encajaba demasiado en ese escenario: bebía del punk más ortodoxo, ese que escupe cosas desagradables (como lo describe su propio fundador), y sus letras destilaban un humor bilioso en el que lo escatológico se fundía con la denuncia social.
Pero eso no evitó que Mamá Ladilla, de configuración básica (guitarra, bajo y batería) y sin campaña promocional, se hiciera un hueco en el circuito nacional: desde entonces son habituales en festivales y salas, aunque son los pueblos, como repite su cantante, los que les permiten vivir de la banda, a veces más holgadamente, y otras, menos; algo meritorio, tal y como están las cosas.
La formación ha cambiado en estos 20 años, pero siempre con Abarca al timón, artífice de las letras y la música de discos como Directamente a la basura, Requesound, Analfabada o Coprofonía; más de una decena en total. Detrás de este músico incómodo empeñado en no tomarse demasiado en serio, hay un licenciado en la carrera de guitarra clásica y un concienzudo estudioso de jazz que, cuando el grupo le deja tiempo, imparte clases, igual que sus otros dos compañeros.
Recientemente han girado por Latinoamérica con relativo éxito, y ahora musican la obra de teatro ¡Arrea! en Madrid. En septiembre participarán en el aniversario de Gruta 77, sala underground capitalina por excelencia, y acaban de lanzar un disco en directo: Un bis y a la cama. ¿Qué otro nombre, si no?
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