Esas voces celestiales
El folclor británico certifica su espléndido estado de forma en el nuevo festival True Music
Habría apenas medio centenar de almas este sábado en Clamores, a la caída de la tarde, cuando el cantautor inglés Charlie Cunningham elevó la primera de sus plegarias folk. Será solo cuestión de tiempo, porque la tersa y exquisita sensibilidad de este lánguido muchacho de Bedfordshire parece tan evidente que no podrá pasarse por alto. Enarbola una voz doliente como la de Damien Rice y con un pellizco parecido en timbre al de Johnny Flynn, solo que él intercala abundantes acordes flamencos (utiliza una guitarra de construcción sevillana) y suele ser más renuente al estribillo. Es mejor contemplarle que tararearlo. Y luego cerrar los ojos para ir desgranando todas sus sutilezas: la caricia delicada de la percusión, un teclista muy ambiental y nada melódico, unas estructuras de tensión y emoción crecientes. While you are young o Minimum fueron no ya certezas, sino avales: canciones de inmaculado desarrollo y una irresistible vibración sentimental, una nueva constatación del magnífico momento que atraviesan las huestes acústicas en tierras británicas.
Cunningham se convirtió así en una de las grandes esperanzas futuras del True Music, el estupendo nuevo festival que entre el viernes y el sábado propició hasta 140 conciertos en 17 salas de la almendra central. En total, cerca de 12.000 espectadores entre los dos días, un par de centenares en la deliciosa irrupción de Bear’s Den, la ya imparable nueva sensación del folk-rock de las islas.
El prístino Andrew Davis y sus compinches acudieron esta vez a Clamores en formato acústico. Tres voces. Dos guitarras y un banjo. O, si se prefiere, dos barbas y un bigote. Y las armonías vocales más hermosas no ya de la noche, sino del mes y de una larguísima temporada en la ciudad. Con la banda al completo resultan más bombásticos, enfáticos y hasta cinematográficos; en esta formulación íntima se convierten, sencillamente, en adorables.
La comunión fue tal (y su sello se llama Communion; saben del tema) que en ocasiones cantaron alejados de los micrófonos, sin amplificación ni un miligramo de maquillaje. Bear’s Den son herederos evidentes de Mumford & Sons, sin la fama de sus mentores pero también alejados por ahora de los estúpidos prejuicios. Y su cuarto de hora final quedará para enmarcar, a partir de Above the clouds of Pompeii y ese momento mágico en que casi se para la canción para luego estallar.
Luego llegó Gabriel, a pecho descubierto entre el público, y un Agape final en el que los asistentes se desgañitaban con esa frase tan definitoria: “No quiero saber cómo soy sin ti”. Ojalá que al barbado Kevin Jones, la voz grave de Bear’s Dean y uno de los fundadores de Communion, le siga funcionando ese radar pasmoso para las voces celestiales. Las propias y las ajenas.
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