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Una región llena de bombas

El equipo de desactivación de explosivos de la Guardia Civil tiene una media de dos o tres salidas a la semana por artefactos abandonados

F. Javier Barroso

Cuando suena el teléfono del Equipo de Desactivación de Explosivos (Edex) de la Guardia Civil de Madrid, sus seis integrantes saben que les toca salir a puntos muy distantes de la región. Los artefactos de la Guerra Civil son los que más trabajo dan a este grupo de especialistas, que reciben a diario información de organismos nacionales e internacionales de las bombas y de las novedades en los materiales utilizados.

Bombas desactivadas por la Guardia Civil en la Comunidad de Madrid.
Bombas desactivadas por la Guardia Civil en la Comunidad de Madrid.

El trabajo de estos profesionales comienza por una formación como técnicos en desactivación de explosivos (Tedax). “Lo más importante es convencer a la mujer, que muchas veces no quiere. Después, se precisa mucha vocación y tener mucha sangre fría”, reconoce el responsable del equipo, el sargento primero Juan Domingo.

La región está plagada de bombas. Se concentran, lógicamente, en los puntos en los que se registraron batallas en la Guerra Civil. Se llevan la palma el eje formado por Brunete, Quijorna y Villanueva de la Cañada. Le siguen Arganda, Rivas, San Martín de la Vega y Morata de Tajuña. Por último, la sierra con Rascafría y Guadarrama. “Son bombas que tienen ya unos ochenta años pero que pueden explosionar sin ningún problema. Están formadas por trilita que puede estar activa si se ha permanecido estable y en buenas condiciones de almacenamiento”, reconoce el sargento.

Los artefactos los suelen encontrar paseantes, cuando hace buen tiempo, o en las construcciones, al horadar los terrenos. También hay aficionados que salen al campo con detectores de metales para buscar granadas y bombas abandonadas. Otras veces les toca intervenir cuando muere una persona mayor que las tenía almacenadas durante años. De hecho, el récord de la Comandancia de Madrid la tiene una bomba guardada en un sótano de Morata de Tajuña. Su peso, 290 kilos, suficientes para derribar medio municipio. Hallada en octubre de 2008, los integrantes del Edex la llevaron a una cantera donde la explosionaron. Las esquirlas se esparcieron en un radio de un kilómetro.

Granadas y bombas de mano.
Granadas y bombas de mano.

Lo importante es que la persona que la encuentre no la toque, que la deje en ese sitio, y que avise al 112 o al 062, afirma el mando. “Ya nos encargaremos de actuar nosotros con ella. Si se tienen que marchar, que señalicen la zona para que nos eviten rastrear metros y metros. A veces hemos estado hasta tres horas hasta que lo hemos encontrado”, recomienda Domingo. El protocolo indica que se desplace al lugar la patrulla más cercana y que compruebe si existe el artefacto. Su trabajo consistirá en proteger la zona de forma que nadie se acerque. “Cada incidencia es un mundo. Unas veces, la aislamos y la explosionamos en el mismo lugar. Otras veces, sobre todo en zonas habitadas, nos toca trasladarlas. Las envolvemos en una manta antiexplosiva y la llevamos a un área segura”, explica un agente del Edex. Lo que no suelen hacer nunca es desactivarla: “El riesgo no compensa ni histórica ni materialmente”.

El equipo de un tedax requiere una gran forma física. El traje pesa 27 kilos y el casco, otros cinco. Ponerse esta prenda ya es un reto. Se precisa un cuello fuerte y no moverse con rapidez para no marearse. Lleva una visera muy potente para evitar una posible onda expansiva.

El año pasado los agentes del Edex de Madrid tuvieron que neutralizar 73 explosivos en diferentes puntos de la región. Eso no significa que haya sido toda su actividad en 2016. Al revés, hacen una media de tres o cuatro salidas a la semana y comprueban zonas antes de grandes actos a los que concurren mucha gente o personalidades. Entre ellos, la vuelta ciclista o el circuito del Jarama entre otros muchos. “No solo tocamos temas de explosivos. Nuestra especialidad también implica riesgos radiactivo, nuclear, químico o biológico [NRBQ]“, explica el sargento primero. La mayor actividad se dio en la época de grandes obras, como el AVE.

Cajeros automáticos

También analizan los artefactos explosionados, como el usado en diciembre del año pasado para reventar un cajero en pleno centro de Majadahonda. Este sistema ya era utilizado en los países del este de Europa al principio de los años 2000 y poco a poco se ha introducido en el centro de Europa, a través de Italia, Alemania y Francia hasta llegar ahora a España.

“Nosotros recibimos información de las técnicas terroristas e información de organismos internacionales como Europol y el FBI, entre otros. Cuando se produce un delito con explosivos, ya tenemos conocimiento de si se ha empleado en otras zonas antes”, concluye Domingo.

Las bengalas, un problema añadido cuando caducan

Uno de los productos que más reciben los especialistas en desactivación de explosivos son las bengalas de las embarcaciones. Estos productos, que resultan bastante peligrosos, tienen una fecha de caducidad, tras lo cual quedan inservibles para su uso.

Los propietarios de los barcos, al comprarlas, pagan un impuesto para la hora de tener de deshacerse de ellas, pero muchos lo desconocen. Eso hace que muchas veces vayan con ellas a los cuarteles de la Guardia Civil o incluso lo dejen en la puerta, aprovechando el horario en que no están abiertos al público. “Todo esto no los remiten y nosotros nos encargamos de neutralizarlos”, reconoce el sargento primero, Juan Domingo.

Los agentes también tienen en su exposición los diferentes detonadores de las bombas que han desactivado en los últimos años. Muchos son auténticas obras de arte, que incluyen temporizadores, a veces muy rudimentarios.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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