Andalucía 92: historia de una ambición
La estrategia fue una amplia operación de desarrollo con motivo del V Centenario
A medida que va pasando el tiempo, más me reafirmo en la idea de que la década de los ochenta fue el gran periodo de la transformación política y social de Andalucía y España. No pretendo minusvalorar el periodo de la Transición (1975-1982), ni los posteriores (1992-2017). Muy al contrario, sin el éxito de la Transición, no hubiese sido posible la liberación del potencial de esfuerzo y creatividad que vendría después. Sin los posteriores años, no habríamos experimentado el ejercicio normal de la democracia, con sus alternancias, sus crisis, sus errores y el apasionante momento actual.
Lo que pretendo decir es que la Transición fue un tiempo de miedos y esperanzas, cuando el desenlace final del proceso no estaba claro y los esfuerzos fundamentales, centrados en lo político, iban dirigidos a crear las estructuras sobre las que construir nuestro futuro democrático. En ese periodo se creó la Constitución de 1978 y Andalucía libró la batalla política más trascendente de su historia, la consecución de la autonomía política en pie de igualdad con las nacionalidades históricas.
El triunfo de los socialistas, primero en Andalucía (mayo de 1982) y después en España (octubre del mismo año), supuso, en primer lugar, una respuesta contundente del pueblo en términos de cambio. Superando todos los miedos, otorgó amplias mayorías a los socialistas dando por finalizada la Transición. En segundo lugar, supuso la renovación de las élites políticas. Pasaban a ocupar los Gobiernos dirigentes de generaciones que se habían socializado contra el franquismo y con una enorme ambición modernizadora, la de situarnos en los estándares europeos y superar el viejo problema que denunciara Ortega y Gasset de que el problema era España y Europa la solución. La ambición era que España dejara de ser el problema.
En Andalucía esta ambición era aún mayor. La conciencia de subdesarrollo estaba arraigada, tanto en el ámbito intelectual, como nos dejaron escrito (Tuñón de Lara, José Cazorla y tantos otros) y en el popular, con la brutal corriente de emigración que se había producido en los sesenta y setenta y que de manera tan excelente plasmó en el conjunto de sus canciones Carlos Cano.
La estrategia de respuesta fue una amplia operación de desarrollo, sobre todo a partir de 1986, cuando se vio en la conmemoración del 92 una excelente oportunidad. A Sevilla se le concedió la organización de la Exposición Universal, Barcelona obtuvo los Juegos Olímpicos y el Gobierno consiguió para Madrid la capital cultural europea ese mismo año.
Centrándonos en Andalucía, el Gobierno de España, presidido por Felipe González, impulsó en torno a la Expo un ambicioso plan de comunicaciones. Las conexiones con la meseta fueron su prioridad. Así se transformó en autovía la N-IV entre las capitales andaluza y española, se comenzó la autovía de Sierra Nevada y se construyó el AVE Madrid-Sevilla, con estaciones ferroviarias en Córdoba y Sevilla. La decisión de comenzar la alta velocidad por el sur rompía la tradición española de que toda innovación en infraestructuras fuese siempre por el norte de España. La concentración de la inversión del Estado en la ciudad de Sevilla fue ingente. Sirva de ejemplo que se construyeron más puentes sobre el Guadalquivir que en los siglos anteriores.
El Gobierno andaluz, presidido por José Rodríguez de la Borbolla, del que tuve el privilegio de formar parte, diseñó su propia estrategia, complementaria a la del Estado, con el objetivo de irradiar los beneficios del 92 a toda la comunidad.
Consciente de la pluralidad territorial de Andalucía, con ciudades con una enorme personalidad histórica y económica, que veían la Expo de Sevilla como un peligro para el desequilibrio territorial por la alta concentración inversora que suponía, el Gobierno andaluz planteó el programa Andalucía 92 con el objetivo de que todas las capitales andaluzas viesen y viviesen la gran apuesta modernizadora en que habíamos convertido ese año. Este plan tuvo un complemento con las ciudades colombinas denominado Colón 92. Una estrategia que estuvo acorde con la que había sido la línea central del Gobierno andaluz: la vertebración de Andalucía. No es casual que su principal decisión en materia de infraestructuras fuese la construcción de un eje transversal, la autovía A-92, para cruzar de este a oeste la comunidad autónoma y articular a todas las capitales andaluzas.
El plan Andalucía 92 destinó 32.000 millones de pesetas (192 millones de euros en total y 24 por capital por el principio de igualación territorial) en cuatro años y con actuaciones acordadas entre los Ayuntamientos respectivos y la Junta de Andalucía. Estaba coordinado por la Consejería de Cultura, que yo dirigía, pero implicó a todo el Gobierno. El plan constaba de cuatro líneas de actuación: infraestructuras urbanas, equipamientos ciudadanos, rehabilitación monumental y conjuntos históricos y, finalmente, una actuación singular, un evento a celebrar en la ciudad en el mismo 92 que permitiese aprovechar el aluvión de viajeros.
Detallar todas las actuaciones del plan haría interminable este artículo, pero vale decir que de ese plan surgieron actuaciones de infraestructuras que transformaron las ciudades. Sirvan de ejemplo la rambla de Belén en Almería, los Palacios de Exposiciones y Congresos de Granada, Sevilla y Cádiz, la variante sur de Jaén, el paseo marítimo y los nuevos accesos de Huelva, el recinto ferial en Córdoba... Se revitalizaron o surgieron equipamientos culturales y deportivos.
Especial fue el esfuerzo por singularizar a cada ciudad con un evento importante que la hiciese protagonista del 92. Así surgieron las exposiciones de Picasso en Málaga (antecedente de lo que luego sería el museo Picasso) y la exposición de Al Ándalus en la Alhambra de Granada en colaboración con el Metropolitan de New York. Los acontecimientos deportivos del Mundo Vela 92 en la bahía de Cádiz, en el que se consiguió que compitieran todas las clases olímpicas o los Juegos Iberoamericanos de Atletismo en Sevilla.
Y por poco no ganamos la organización del Mundial de Esquí para el 93 en Sierra Nevada, aunque se conseguiría dos años después. Jaén protagonizó una excepcional exposición sobre el Renacimiento andaluz que impulsó la legítima aspiración de convertir a Úbeda y Baeza en Patrimonio Mundial pocos años después. Almería protagonizó Al Mediterránea 92 pero, sobre todo, se consolidó como el gran centro de la imagen de la mano del Centro Andaluz de Fotografía.
En definitiva, el 92 significó para Andalucía un enorme impulso modernizador. Gran parte de las empresas surgidas culminaron con éxito. La vida siguió y hoy tenemos nuevos y más difíciles retos que afrontar. Esperemos que seamos capaces de hacerlo con el mismo entusiasmo que entonces.
Javier Torres Vela es expresidente del Parlamento de Andalucía.
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