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TEATRO

Anna Magnani vive sus últimas horas en Madrid

El domicilio de la actriz Arantxa de Juan sirve de escenario para narrar un día en la vida de la gran intérprete italiana

Rocío García

Comienza en el dormitorio con una Anna Magnani, insomne y dolorida, para luego trasladarse al salón donde los espectadores serán testigos cercanos de las últimas horas de la impetuosa actriz italiana en su casa de Roma. En el centro de Madrid, con sus ruidos y sus luces, el bullicio de la gente al fondo, la actriz Arantxa de Juan ha abierto su propio domicilio para revivir allí los recuerdos de Anna Magnani, en el último día que pasó en su ático del Palacio Altieri, desde donde se dominaba toda su adorada Roma. De allí, con los periodistas acechando en las esquinas, salió el 31 de agosto de 1973 para no regresar nunca. Esta mujer, abandonada por sus padres y criada por su abuela materna, intérprete de Roma ciudad abierta, el gran símbolo del neorrealismo italiano, Mama Romma o La rosa tatuada, con la que consiguió el Oscar en 1956, falleció casi un mes después víctima de un cáncer de páncreas.

Con un aforo de 20 personas, las que caben en la vivienda de Arantxa de Juan, Magnani Aperta se va abriendo a los recuerdos más felices y tormentosos de esta actriz auténtica y valiente, un torbellino de emociones y de personalidad poderosa. Se lo va contando a una enfermera atónita (Virginia Lázaro-Martínez), contratada por su hijo para aliviarle los dolores con morfina. Así los espectadores asisten a los amores imposibles de la Magnani, conocida en Roma como Nanarella, al drama de su único hijo, un niño enfermo de polio que vivió ingresado en una clínica suiza cerca de doce años, o a las peleas, ya entonces, con los productores para conseguir el mismo salario que sus compañeros actores. “Marlon Brando y yo cobramos lo mismo”, celebraba la actriz de su experiencia en Piel de serpiente, de Sidney Lumet.

No hay nada de ficción en lo narrado en Magnani Aperta (wwwmagnaniaperta.com). La investigación de Arantxa de Juan ha sido exhaustiva. La lectura de biografías, viajes a Roma y entrevistas han jalonado buena parte de los últimos años de esta intérprete nacida en Rio de Janeiro en 1960, que se acercó a la figura de Anna Magnani en Nueva York gracias a la profesora de interpretación Susan Batson. Todo lo que se cuenta en la obra está sacado de la realidad, incluidos los espaguetis con tomate que ha cocinado De Juan y que la Magnani saborea en un encuentro complicado con su hijo adolescente. “Fue una mujer que amó y vivió intensamente. Medir su fuerza ha sido mi mayor reto en este espectáculo. La coherencia interna marcó todas las decisiones de su vida y, por supuesto, su cine. Frente al conocido como cine de los teléfonos blancos en Italia, todo elegancia y glamour, alejado de una realidad de posguerra, ella empieza a trabajar desde un lugar diferente. Representaba a la mujer del pueblo, las trabajadores de enorme corazón, aquellas que no se arredran por nada”, asegura Arantxa de Juan.

Su gran amor, Roberto Rossellini, aquel que la abandonó para largarse con Ingrid Bergman, nunca la olvidó. Fue él quien la recogió en su casa, aquel 31 de agosto de 1973, para llevarla al hospital donde murió. Esto también se cuenta en Magnani Aperta.

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