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La película más artística

CaixaForum expone los intercambios e influencias mutuas entre cine y arte desde los hermanos Lumière hasta el digital

José Ángel Montañés
En 1929 Luis Buñuel y Salvador Dalí estrenaron en París Un perro andaluz una de los intercambios entre cine y pintura.
En 1929 Luis Buñuel y Salvador Dalí estrenaron en París Un perro andaluz una de los intercambios entre cine y pintura.DAVID CAMPOS

En 1929 Luis Buñuel y Salvador Dalí estrenaron en París Un perro andaluz, una película financiada con las 25.000 pesetas que le había proporcionado la madre del director de cine que cambiaría la vida de estos dos artistas. La cinta, nacida de la confluencia de dos sueños, uno de Dalí en el que una hormigas pululaban sobre sus manos y otro de Buñuel, en el que con una navaja se seccionaba el ojo de una mujer, se convirtió por la forma premeditada en la que destroza las convenciones de la narrativa fílmica, en la película más destacada del surrealismo y les abrió las puertas de ese movimiento y de la gloria artística. El filme es una de las relaciones más claras que recoge Arte y Cine. 120 años de intercambios, la última exposición del año inaugurada en Caixaforum Barcelona en el que se explora cómo esos dos mundos se han observado, mirado e influido mutuamente, “como si fuera un partido de tenis”, según Jean-Luc Godard, cineasta, amante de la pintura, que está presente, y mucho, en la envolvente y sugerente muestra comisariada por el entusiasta Dominique Païni que considera al máximo representante de la nouvelle vague como “el picasso de las imágenes en movimiento”, una asimilación que tiene mucho que ver con la muestra.

Païni ha reunido casi 350 piezas variadas de un centenar de artistas, desde pinturas, grabados, carteles y, sobre todo, fragmentos de películas que transportan al visitante en un viaje, en forma de traveling, desde el siglo XIX hasta el siglo XXI. Desde el cine primitivo de los hermanos Lumière hasta las cintas digitales, pasando por Charles Chaplin y Picabia, que muestra parte de las ruedas de los decorados de la película Tiempos modernos (1936) que luego inspiraron al artista; el mismo Dalí y Alfred Hitchock que crearon la inolvidable escena onírica del protagonista de Recuerda (1945) y Godard con Andy Warhol y Yves Klein, con coincidencias como la última escena de Pierrot el loco (1965), en la que Ferdinand, interpretado por un joven Jean-Paul Belmondo, se maquilla el rostro de azul, del mismo tono que el icónico de Klein; entre otras muchas asociaciones. La mayoría de las piezas pertenecen a la Cinémathèque Française de París, institución de la que fue director Païni durante una década, pero también de centros como el Reina Sofía, la Fundación Gala-Salvador Dalí, el Macba, el Museo de Orsay, el Pompidou, el Museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación La Caixa, con las que Païni establece relaciones y asociaciones “de forma subjetiva”, que ayudan a modificar el punto de vista de películas y obras de arte.

El cine, como le pasó a la fotografía, se fijó y dependió de la pintura. Lo deja claro el comisario con las dos obras que reciben al visitante. En una, los Lumière filmaron en 1896 en Biarritz, Rocher de la Vièrge, una cinta de 59 segundos en la que capturaron el momento en el que las olas rompen sobre las rocas. Al lado, la obra de Claude Monet, La Costa salvaje, de 1886, en la que se adivina el mismo movimiento e impacto. “Los Lumière emplearon un minuto en una obra que le llevó días a Monet. Eso nos lleva al mundo moderno. En los Lumière está todo el cine, ellos inventaron el documental, filmando escenas que luego veremos en Scorsese, mientras que Meliè era un mago que hizo cine antiguo”, asegura el comisario que invita a no leer las cartelas en la primera visita a la muestra, sino dejarse llevar por las asociaciones de obras y cine. Ver y dejarse sorprender.

Charles Chaplin en un fotograma de 'Tiempos modernos'.
Charles Chaplin en un fotograma de 'Tiempos modernos'.

Los cubistas, con artistas como Fernand Léger, que abandonó la pintura para centrarse en el cine; el futurismo y el expresionismo alemán; los años veinte y treinta, donde la Metrópolis de Frizt Lang crea “personajes clónicos que hoy llenan las revistas de moda”. Artistas como Dalí siempre se sintieron próximos con el séptimo arte, trabajando aparte de con Buñuel y Hitchock, con Walt Disney y los hermanos Marx y como Harpo Marx “porque los dos eran unos obsesos sexuales”, según Païni.

El collage de tiras de películas de Paul Sharits.
El collage de tiras de películas de Paul Sharits.

A comienzos de los años cincuenta el cine se independiza, señala Païni, con ejemplos como el cine de Godard, al que se le dedica uno de los ámbitos de la muestra, o con Henri Georges Clouzot. La exposición muestra como al final es el arte contemporáneo el que acaba apropiándose de los códigos del cine, con ejemplos como el de la artista Cindy Sherman cuyas fotografías parecen protagonizadas por personajes cinematográficos y sacados de fotogramas de películas. En la última sala de la exposición, que permanecerá abierta hasta el 26 de marzo, el cine y su materia se convierten en protagonistas, con obras como la de Paul Sharits con un collage de tiras de películas, o El mar, de Ange Leccia en la que se proyecta la película con los diferentes soportes por los que se ha conservado. En la última, Condensación (2014), un sarcófago blanco creado por Tadzio contiene 80 DVD de películas de la historia del cine que se proyectan en una pantalla, en blanco. Para Païni “todo un símbolo del olvido en la que todas caerán. No hay mejor metáfora”.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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