Beckett dice adiós a Gràcia
Una obra sobre la destrucción del barrio despide la sala teatral, que inicia en julio una nueva etapa en la calle Pere IV
Nadie fue capaz de prevenir el desastre. Sin avisar, un extraño fenómeno devoró las calles, el bullicio de las terrazas, los edificios del barrio barcelonés de Gràcia. Atrás quedaron centenares de familias, colegios, restaurantes. En su lugar, emergió un gran agujero negro. En tan solo unos segundos vecinos que miraban tranquilamente la televisión, visitantes que jugaban con sus hijos en las plazas, turistas que tomaban café en un bar... todos fueron engullidos. Y se hizo el silencio.
La ficticia desaparición del barrio ocurrió ayer en el escenario de la Sala Beckett. El teatro acogió la representación de El centre de la terra, montaje de Gerard Guix y Montse Rodríguez protagonizado por adolescentes. La obra, de la que se realizaron dos pases con una gran afluencia de público no habitual de la Beckett (padres, amigos, profesores...), forma parte de la séptima edición de Creadors En Residència. Este es un programa del Institut de Cultura de Barcelona y del Consorci d'Educació de Barcelona en el que alumnos de institutos trabajan durante un año codo a codo con creadores y artistas.
En este caso participaron en la confección del atrezo, el texto, la dirección... explicó ayer Victor Muñoz, coordinador del proyecto. Los chicos y chicas de entre 15 y 16 años del Institut Moisès Broggi fabularon con la desaparición de Gràcia y en cómo se las arreglaban al ser supervivientes del desastre.
A pesar ser un montaje de ciencia ficción, el argumento contenía un presagio metafórico: Tras las representaciones el silencio y la oscuridad también se adueñaron del escenario de la Sala Beckett de la calle Alegre de Dalt. El teatro de Gràcia, referente de la dramaturgia catalana contemporánea, bajó ayer el telón para siempre. Con El centre de la terra, en un guiño a las nuevas generaciones, termina una etapa. El barrio pierde un equipamiento cultural, pero a finales de la próxima semana la Beckett se mudará definitivamente a la calle Pere IV de Poblenou con dos objetivos: Tender puentes entre los dramaturgos y la sociedad, y consolidarse como centro de acogida de autores emergentes a nivel internacional.
“Guardamos muchos recuerdos y anécdotas, pero sin tristeza porque nos mudamos para crecer”, explicaba ayer por la mañana Toni Casares, director artístico de la Sala Beckett. Hablaba entre polvo y trasiego de operarios centrados en avanzar en los trabajos de restauración del nuevo enclave, la antigua sede de la Cooperativa Pau i Justícia. En las instalaciones, de titularidad municipal, las administraciones públicas llevan invertidos tres millones de euros.
Con más de 2.600 metros cuadrados de superficie, los arquitectos Eva Prats y Ricardo Flores han intentado respetar al máximo la esencia del edificio. Durante los últimos años fue un gimnasio. Tras las obras la Beckett contará con dos salas de exhibición polivalentes de 100 y 200 butacas. De hecho, en una de las instalaciones ya hubo un teatro. “El trabajo de rehabilitación se ha basado en recuperar la memoria de la Cooperativa, en crear un espacio relajado en el que creadores, público, profesores y alumnos puedan relacionarse”, describió Casares. Todas las estancias están conectadas y se han aprovechado los materiales existentes en el lugar; muebles, puertas, azulejos... “Las baldosas blancas eran las de la pescadería, las verdes de la verdulería”, señaló Casares en las paredes del bar que se inaugurará en la primera planta. En las demás estancias, dominan los tonos rojizos.
Con aulas, camerinos con grandes tocadores y taquillas para que los espectadores guarden sus enseres, en la nueva Sala Beckett también habrá un Club de Autores de Teatro. “Será un lugar de encuentro. Además, desde aquí se puede espiar a la gente que viene al estreno de las obras”, desveló Casares abriendo unas ventanas que desembocan en la barra del bar.
La mudanza nace provocada por la especulación inmobiliaria (mantuvieron un litigio con Núñez y Navarro, propietarios de la sala de Gràcia, que ahora dispondrán del local), pero también por problemas de espacio y de acústica. A pesar del cambio, queda todo de la Beckett que fundó hace más de un cuarto de siglo el director y dramaturgo José Sanchis Sinisterra para dar rienda suelta a su teatro fronterizo. Fue en una época en la que “una compañía de teatro aún podía permitirse alquilar un local para exhibir sus obras”, enfatizó Casares, que hizo un cameo en El centre de la Terra.
Desde 1989, infinidad de autores y actores han crecido bajo su cobijo. Sus nombres pueblan el vestíbulo de la sala de Gràcia, en la que a modo de despedida estos meses se hizo un ciclo de 28 lecturas de obras emblemáticas: El gran teatre natural d'Oklahoma, escrita por Sinisterra a partir de materiales de Kafka; Combat, de Carles Batlle; La màquina d'aigua, de David Mamet dirigida por Àlex Rigola; Soterrani, de Josep Maria Benet i Jornet; o Animales Nocturnos, de Juan Mayorga. En 2006, además, dedicaron una temporada a estrenar autores catalanes contemporáneos. “Del teatro íntimo, más perplejo respecto a los problemas del mundo tras el desengaño del postfranquismo, se hizo un teatro más ambiguo, más polisémico. En los últimos años, en cambio, ha existido una mayor voluntad por concretar”, esgrimió Casares.
En julio el XI Obrador d'estiu, punto de encuentro para la nueva dramaturgia, ya se realizará en Poblenou. Las jornadas versarán sobre el poder y se inaugurarán con una conferencia del periodista Carles Capdevila. Los dramaturgos Marco Calvani, Neil LaBute y Marta Buchaca confeccionarán textos sobre la cuestión. El de Buchaca es un diálogo entre un alcalde entrante y uno saliente.
Casares quiere que la dramaturgia contemporánea deje atrás la precariedad, que la nueva Beckett, en calidad de fábrica de creación, se convierta en referencia internacional por el “mimo” profesado a los integrantes del sector. Y, sobre todo, desea que las artes escénicas más experimentales se nutran de otras disciplinas como la ciencia o la filosofía. “La autoría teatral contemporánea debe abrirse a la sociedad, donde falta que alguien construya diálogo. Reventamos una burbuja en la que quizás vivíamos”, concluyó Casares.
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