Una delicada cúpula del tiempo
La distancia entre un adulto y un niño es el principal elemento dramático de 'Dansa d'agost'
El tiempo es el principal elemento dramático de Dansa d'agost. Mejor dicho, la distancia en recuerdos entre un adulto y un niño de siete años, habitante privilegiado de una frágil Arcadia —asediada por los prejuicios y la penuria— en la Irlanda rural de 1936. Un príncipe sin bicicleta protegido por su madre y sus cuatro tías solteras, compitiendo por la atención de las mujeres con su exótico tío misionero, retornado de lejanas tierras africanas. El padre, una figura intermitente, mito derrocado, tan encantador como ausente. Él es —aunque le hayan librado de la losa de conocer su pecado— un "hijo del amor" en la muy católica y represiva Irlanda.
Un viaje de la memoria a un verano —siempre hay un momento en la infancia en que se pierde la eternidad— donde la vida toma otra velocidad: la del cambio y la pérdida. En Dancing at Lughnasa de Brian Friel nada es real, o lo es en la medida que la mente y su fábrica de recuerdos permiten que así sea. Hay que tener presente que el relato y sus personajes son ficciones guardadas como tesoros de una infancia que a pesar de todo y todos fue feliz. Por eso la tragedia que se cierne sobre este involuntario matriarcado es una intuición escurridiza que sólo el conocimiento del adulto sobre los hechos futuros sombrea y carga de nostalgia.
Ferran Utzet ha levantado una delicada burbuja del tiempo en la Biblioteca de Catalunya, sirviéndose del personaje de Michael (el adulto-niño) y el formidable Albert Triola —como el humo que insufla Pep Bou en sus evanescentes cúpulas— para inocular una serena melancolía a su dirección. Un estado de ánimo que exige su propio ritmo (sin prisas) y unas interpretaciones equilibradas entre la expresividad física y la quieta incandescencia de las emociones. Cuando una "nube" cubre el rostro de Mònica López, Marta Marco, Nora Navas y Carlota Olcina —grandioso cuarteto Mundy— o un golpe feliz lo ilumina, el espectador se transforma en un cazador atento de pasajeros sentimientos de efímera intensidad.
DANSA D'AGOST
De Brian Friel.
Dirección y traducción: Ferran Utzet.
Intérpretes: Màrcia Cisteró, Mònica López, Marta Marco, Òscar Muñoz. Biblioteca de Catalunya, 8 de marzo
A Màrcia Cisteró (la quinta hermana) quizá no le hacía falta acentuar su fragilidad psíquica con un exceso de composición gestual. Su retrato pierde misterio. Y la parte masculina (Ramon Vila y Òscar Muñoz) protagoniza sus propios momentos mágicos: Muñoz (Gerry) bailando con Olcina hasta que una luz dorada los envuelve en un breve despertar de su enamoramiento; Vila (padre Jack) perdiéndose embriagado en la danza de su cultura de adopción e invitando a Gerry a su círculo chamánico.
Si las emociones se resisten, siempre queda la última bala de un final espléndido que es una fantástica danza de la memoria, con Triola-Michael como maestro coreógrafo de lo que sobrevive de su perdida Arcadia. Tan sobrecogedor como la banda sonora del pasado de cualquier película de Terence Davies.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.