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ROCK Editors
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El drama no nos abandonará

Los de Birmingham hacen de la desmesura un arte ante una Riviera repleta y envuelta en la excitación

Lo único que no va de negro en la música de Editors es la camisa blanquísima de su cantante, Tom Smith, un auténtico acaparador de miradas que este martes impartió una clase magistral de carisma a su paso por La Riviera. La sala, llenísima y absolutamente enfervorecida, no dejó de alborotarse ante una banda que ha desarrollado una fórmula para la épica sin interrupción durante 110 minutos. Los de Birmingham son oscuros pero absolutamente enfáticos, teatrales, embaucadores. Y en esa ecuación resulta indispensable el concurso de Smith, un hombre que da paseos, se sienta al piano o empuña la guitarra, aletea los brazos y camina subiendo las piernas como un espectro, tal que si se adentrara en una habitación con docenas de juguetes esparcidos por el suelo.

El quinteto siempre supo jugar las bazas del efectismo y el desplante, del tormento y la tortura, pero en su muy reciente quinto álbum, In Dream, parece haber sublimado todas esas señas de identidad. El inaugural No Harm, que también sirve para abrir la velada, ya deja claro que el drama no nos abandonará: es hipnótica y sintetizada como una canción de los primeros Simple Minds, pero va ganando en volumen y empaque hasta convertirse en una oración en falsete. Y nada mejor que el falsete, en el ideario del espasmódico Smith, para retratar la congoja y llamar a la sublevación.

La noche fue rica en bajos martilleantes (Forgiveness), ritmos marciales y machacones (The Racing Rats), invitaciones al salto corto y rápido, tarareos de los riffs de guitarra (An End Has a Start) como solo se hace con el dichoso Seven Nation Army de los White Stripes. La iluminación alterna el neón crudo con la turbia bruma rojiza, por aquello de acentuar nuestras nebulosas de hombres enajenados y sometidos al baile robótico. La pieza más elocuente en ese sentido es Life Is a Fear, un ejemplo de que la suma de Joy Division y Echo & The Bunnymen ya se le queda corta a Editors. Ahora también debemos agregar la grandilocuencia de Muse (Salvation deja a Matt Bellamy como un baladista remilgado).

Incluso los chicos de U2 vienen a la cabeza cuando Tom Smith solventa magníficamente en solitario, guitarra y voz, la excelente Smokers Outside The Hospital Doors, o con esos recurrentes “Desire, desire” que jalonan A Ton of Love, uno de los mayores cataclismos durante el recital. Pero así son las cosas, a día de hoy, con nuestros Editores. Todo es excesivo, implacable, despepitado, y en ello radica tanto el peligro como el atractivo, el alboroto, la pura excitación. La sensación permanente es de hecatombe y urgencia, de guitarras lacerantes (Munich), cajas de ritmo desbocadas (Bricks And Mortar) y la desmesura como arma de seducción masiva.

Así las cosas, nada mejor que los siete minutos largos de Marching Orders para echar el telón. “Estas son las reglas que rompemos / Estas son las dudas a las que nos aferramos”, rumiaba el hombre de todos los énfasis al son de un epílogo casi tribal. Cuánta razón, Tom Smith. Cuánta razón.

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