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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La oportunidad de la CUP

¿Cuándo volverá a suceder que una parte sustancial de la derecha catalana vaya a estar a favor de una ruptura y un cambio de régimen?

Enric Company

En qué otra ocasión va a tener la CUP una posición de fuerza en la política catalana como la que le han dado las elecciones del 27-S? Nadie puede saberlo con certeza pero lo más probable es que a un partido situado a la izquierda de la izquierda no le dure mucho la centralidad que el excepcional alineamiento de los astros políticos le ha deparado en este otoño. ¿Cuánto tiempo va a durar que una fuerza de centroderecha como Convergència esté por la labor de intentar un rupturista cambio de régimen? ¿En qué otra coyuntura política es razonable pensar que Convergència necesite a la CUP y la requiera como aliada? ¿Es razonable concebir la creación de un Estado catalán más o menos soberano sin contar con la parte de la derecha que Convergència representa? ¿Alguien cree que el centroderecha catalán va a sumarse a un proceso de este tipo, o a algo que vagamente se le parezca, sin asegurarse el liderazgo y el control del Gobierno de la Generalitat? ¿No recuerdan los dirigentes de la CUP cómo Artur Mas condicionó en 2006 ante el presidente José Luís Rodríguez Zapatero su apoyo al proyecto de Estatuto de Autonomía a que el partido socialista le garantizara que Pasqual Maragall no sería de nuevo presidente de la Generalitat?

La situación en que, gracias al imprescindible apoyo del PP de Mariano Rajoy, Artur Mas y Convergència han colocado a Cataluña es muy excepcional y difícilmente va a repetirse. También es una rara excepción que solo puede durar muy poco la posición de único complemento disponible alcanzada por los diez escaños de la CUP para que Artur Mas alcance la presidencia de la Generalitat, para que su coalición pueda formar Gobierno y para que este pueda disponer después de estabilidad parlamentaria.

Para la CUP, la cuestión es: o ahora o vete a saber cuándo. O aprovechan esta oportunidad o ya puede despedirse de volver a tener otra similar en décadas. Es cierto que una parte probablemente muy importante del atractivo que la CUP tuvo para ciertos segmentos de población en la campaña electoral del 27-S consistía en ofrecer la certeza de que no harían presidente la Generalitat al candidato Artur Mas. Y que faltar a esta promesa convertiría de golpe a la CUP en un partido como otros. Pasaría de antisistema a uno más, con sus peculiaridades, pero a fin de cuentas deudor del realismo político tan denostado y recriminado por la propia CUP al resto de las izquierdas durante décadas. Es decir, en un partido que hace lo que puede, cuando puede y como le dejan.

La investidura de Artur Mas es la única opción que la CUP tiene para permanecer en el puente de mando

Eso puede disgustar mucho a quienes como ellos se han llenado la boca de proclamas contra Convergència y son los sucesores directos de aquellos que acusaban de traición a la izquierda que protagonizó los acuerdos de la Transición. Se comprende. Pero es lo que hay.

Visto con un cierto distanciamiento, el tipo de rechazo a Artur Mas que la CUP ha interpretado en el Parlament en las dos primeras sesiones de investidura parece un esfuerzo para terminar por hacerla luego posible sin que sea vista como una rendición. Es lógico que lo hagan así. Los noes a Mas que sus dirigentes prodigan desde la noche del 27-S son cada vez menos convincentes, sobre todo porque se contradicen con su reiterada afirmación de que “esto acabará bien”. Sea lo que sea para la CUP este “acabar bien”, lo cierto es que este planteamiento lleva inexorablemente a facilitar el pacto con Convergència. La investidura de Artur Mas es la única opción que la CUP tiene para permanecer en el puente de mando de la arriesgadísima operación en que el aspirante a la reelección ha metido a su partido. Y a Cataluña entera.

Nada hay como descubrir que uno es verdaderamente responsable, o co-responsable, de lo que sucede como para madurar. En la década de 1970 les tocó madurar a los comunistas y a los socialistas que se decían revolucionarios. El precio era ganar los 45 años del régimen de libertad y autonomía que ahora la mitad de ciudadanos catalanes creen agotado. La CUP corre también sus riesgos, claro, porque desde luego es muy improbable que prospere el intento de romper el statu quo español y crear un Estado catalán. Pero por otro lado, si no lo intentan ahora ¿cuándo van a poder intentarlo en mejores condiciones para ellos? ¿Cuándo volverá a suceder que una parte sustancial de la derecha catalana vaya a estar a favor de una ruptura y un cambio de régimen?

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