Distintos votos, muchas vidas
Discutamos de todo y aceptemos los conflictos que nos enfrentan, pero no apelemos al “voto de tu vida”, como hace Junts pel Si
La campaña se ha ido tornando áspera y desagradable a medida que las intuiciones, los prejuicios y las evidencias (que de todo hay) apuntan una gran y sólida movilización del voto a las candidaturas explícitamente independentistas, mientras que, en cambio, existen muchas dudas sobre el sentido final del voto en una parte nada despreciable del resto del electorado. Cualquier análisis un poco detallado de las encuestas del Centro de Investigación Sociológicas o de los barómetros del Centre d'Estudis d'Opinió apuntan a aspectos de la conducta electoral que se vienen observando desde hace años. Con la excepción de 2012, era costumbre que en las elecciones autonómicas catalanas votara menos gente que en las elecciones generales. Los perfiles de la gente que va menos a votar en las catalanas son personas con niveles educativos más bien bajos, con rentas familiares inferiores a la media, que viven en barrios populares y/o en ciudades de tamaño medio o grande, concentrados en las zonas metropolitanas, en general son más jóvenes y, en muchos casos, presentan perfiles lingüísticos más centrados en el uso del castellano como lengua primaria, lo que apuntaría a procesos de inmigración antiguos o recientes. No hay nada nuevo en todo esto. De hecho, ese tipo de caracterización corresponde muy notablemente con el perfil de abstencionista en cualquier elección. Lo único que ocurre es que en las elecciones autonómicas o, en menor medida, en las elecciones locales el porcentaje de abstencionistas aumentaba si lo comparábamos con el de las generales.
Incorporemos algunos datos. En Barcelona, en el 2006 y en el 2010, la distancia en el índice de participación entre los barrios de Marina o Torre Baró y los de Tres Torres o Galvany eran de más de 40 puntos. En el 2012 las diferencias se reducen ligeramente, ya que si bien en todas partes aumenta la participación (recordemos que fueron las elecciones posteriores a la gran movilización del 11S del 2012), crece proporcionalmente más la participación en barrios populares que en los más acomodados. Pero aún así, son siempre más de treinta puntos los que separan ambas realidades sociales. Son datos solo de Barcelona. Pero cualquiera que se asome a las ciudades de la conurbación metropolitana barcelonesa encontrará evidencias parecidas (Badía, Sant Adrià, distintos barrios de Badalona…), o en otras circunscripciones (Constantí, barrios como Bonavista o Campclar en Tarragona,…) con distancias quizás menos reseñables, pero igualmente significativas. Con toda esta argumentación trato de situar el debate en una zona menos emocional, de mayor normalidad, pero, al mismo tiempo, no conviene dejar de lado el tema.
¿Qué es lo que ha ocurrido para que ahora todo sean menciones a orígenes de unos u otros, a que se aluda constantemente a la “mayoría silenciosa” o se enfatice la conexión entre indecisión y niveles de renta inferiores. La respuesta es fácil. Estas no son elecciones normales. Se están poniendo en juego muchas cosas. La misma candidatura claramente hegemónica de Junts pel Si, caracteriza las elecciones del próximo domingo como “el voto de tu vida”. Esa apelación a la vida, supone situar las opciones electorales en la esfera de lo tangible y de lo intangible, incorporando no solo las condiciones materiales de la vida de cada quién, sino también el espacio de los sentimientos y las emociones, las encrucijadas de la identidad actual y futura de cada uno de los votantes. No nos engañemos. Esa interpelación a pensar el voto en clave vital no puede luego rebajarse a aspectos meramente racionales. Es por tanto normal que en un terreno que tiene mucho de emocional, haya nervios, tensiones y salidas fuera de tono. Si las campañas ya son terreno abonado para ello, esta mucho más.
Convendría por tanto, en esta semana que nos queda para (no) salir de dudas, que moderáramos los argumentos que tiendan a movilizar a los votantes indecisos situándolos en dilemas que profundicen surcos y fronteras que luego nos costará reducir o hacer más porosas. No creo en absoluto que el 27S sea el voto de mi vida. Es un voto de mi vida que añade un peldaño más, espero, en mejorar la vida de todos con los que convivo. No de unos o de otros. En el camino de luchar contra las desigualdades, pero reconociendo las diferencias. Discutamos de todo y aceptemos los conflictos que nos enfrentan, pero no situemos la confrontación en dilemas que luego resulten irresolubles.
Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB.
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