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“Seré un viejo muy llorón”

El gaditano El Barrio se convierte esta noche en el artista que más veces ha conseguido llenar el Palacio de los Deportes de Madrid, 15. Esta vez llega con su undécimo trabajo: ‘Hijo de Levante’

El músico gaditano El Barrio, llena hoy por segunda noche consecutiva el Palacio de los Deportes.
El músico gaditano El Barrio, llena hoy por segunda noche consecutiva el Palacio de los Deportes.

Como cualquier otro artista, José Luis Figuereo ha atravesado épocas en las que las musas le eran esquivas y ha encestado en la papelera muchas canciones a medio escribir: versos y acordes que por la noche parecían prometedores y a la mañana siguiente, con la lucidez de los primeros rayos, evidenciaban su mediocre condición.

Pero puede que pocos cantautores apliquen el control de calidad que este gaditano de 44 adopta disco a disco (y ya va por el undécimo). Cada vez que finaliza una maqueta, se marcha a la playa a escucharla con los cascos y comprobar qué le sucede. “Solo grabo canciones que me han hecho llorar”, desvela el hombre que firma sus trabajos como El Barrio. “Ando por la arena y miro si me provoca sensaciones de escalofrío o un pellizco en el estómago. Solo así sé que eso mismo le puede pasar también a un puñado de gente, quiyo”. Y sí, parece evidente que esas canciones concebidas entre lágrimas logran arañarle el corazón a muchos miles de personas. Con su recital de anoche y el de este sábado, El Barrio contabiliza un total de 15 llenos en el Palacio de los Deportes, cifra que supera con creces a Fito & Fitipaldis, Alejandro Sanz, Miguel Bosé u otros artistas más ilustres.

Ha superado con creces las marcas de Fito, Bosé o Alejandro Sanz

Son 232.500 espectadores los que han aplaudido desde el epicentro de la metrópoli a este gaditano de ojos menudos y dos grandes aretes en los lóbulos que, en cuanto se calza el sombrero, le canta a las grandezas y congojas del amor con inflexión aflamencada. Un ejemplo clamoroso de triunfo a través del boca a boca, del tuit a tuit.

Porque aún es hoy el día en que José Luis Figuereo Franco —Selu para su séquito de colaboradores y amigos— rara vez suena en la radio y no pisa los platós de televisión. “Durante los primeros años”, recuerda con un regusto todavía amargo, “nadie me prestaba la atención y yo le echaba la culpa a que soy feo y con sombrero. Pero pensaba: ¡quiyo, alguno de por aquí está subiendo como la espuma y tampoco es que sea muy guapo! Supongo que Dios miraba para otro lado, pero nunca se lo reproché…”.

No será la única ocasión en que El Barrio se refiera a las altas instancias celestiales, una referencia fundamental para su vida. “Me da miedo el futuro que les espere a mis hijas [de 11 y 3 años], este mundo en el que cada vez se consumen más drogas y los hombres destruyen el planeta y meten la mano en el saco por pura codicia. Solo caminando de la mano de Dios puedes ver las cosas de otra manera, y en eso me siento muy afortunado. Quiso Él ponerme en la vida de obrero, y yo siempre he apechugado con todo y le he echado cojones…”.

Chaval de extracción modesta y paradigma de hombre hecho a sí mismo, ni la popularidad ni la holgura en la cuenta bancaria han modificado los más sacrosantos hábitos de Figuereo, un tipo “de pasarse todo el día con el chándal puesto” que ensalza como grandes placeres mundanos “el pan integral con tomate, el colacao de la mañana y las papas fritas con huevos al mediodía”. Pero cuando Selu se calza el sombrero y, como buen Géminis, se transfigura en El Barrio, deja atrás su "aire comodón” para convertirse en un superhéroe a pie de acera, un ídolo cuyo rostro adorna medallones y se cincela con tinta indeleble en infinidad de bíceps y pectorales tatuados.

Porque los barrieros constituyen una legión inquebrantable y fetichista, como pudo comprobar el pasado 21 de octubre cualquiera que transitara entre Preciados y Callao: tales eran las dimensiones de la cola de compradores de Hijo del Levante, último trabajo de su ídolo, que esperaban un autógrafo de él. O los 40 acérrimos que habían pagado una entrada de 220 euros que, además de asistir a uno de sus dos conciertos, les permitía dar la mano al músico y asistir a un ensayo privado de seis canciones.

Solo aquella tarde, José Luis vendió y rubricó más de 1.000 ejemplares de su disco en los grandes almacenes. Esa conjugación de sencillez y sensibilidad, en las antípodas de cualquier sofisticación, le sirve como espejo a millares de chavalillos, novietas o padres de familia que sienten a El Barrio como uno de los suyos. Seguramente lo sea. Selu no sabe de crisis de los 40 (“lo único que noto es que no veo bien la letra shica”), pero confiesa “padecer de nostalgia”. Y relata: “Voy a ser un viejo muy llorón, de esos que se emocionan con la nieta hasta cantando El patio de mi casa. Es lo que tiene haber sido pobre y humilde, pero muy feliz”.

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