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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Peleas en la ‘aldea gala’

Rivas ha pasado de ser un ejemplo de urbanismo racional y sostenible promovido por IU a una ciudad donde las acusaciones de nepotismo y corrupción se cruzan cada día

Vicente G. Olaya

Rivas-Vaciamadrid siempre ha sido la joya de la corona de la gestión política y social de Izquierda Unida. Su orgullo. Es el municipio más poblado de los que dirige la coalición en España y un ejemplo de transformación urbana: de ser una minúscula población de 500 vecinos en los años ochenta, carente de dotaciones y rodeada de vertederos infectos, pasó a convertirse en una ciudad de 80.000 habitantes con unos buenos servicios públicos y una población joven y preparada —34 años de media, la más baja de la Comunidad— y con un porcentaje elevadísimo de universitarios.

Rivas, que acumula galardones medioambientales gracias a su gestión de los residuos y a una espectacular recuperación de zonas degradadas, siempre ha sido vista en la Comunidad de Madrid como la aldea gala de IU: el ejemplo urbano del que se sentían orgullosos sus afiliados, simpatizantes y vecinos.

Todo comenzó en 1991, cuando Eduardo Díaz se convirtió en el primer alcalde de IU en su historia y se inició una transformación urbana impresionante. De hecho, la localidad es, por renta per cápita, el séptimo municipio más rico de Madrid (2.765,5 euros de media). Todo ello partiendo de unas modestas barriadas (Covibar y Pablo Iglesias) que fueron levantadas por cooperativas ligadas a CC OO, UGT, el Partido Comunista y el PSOE.

Pero algo se quebró en mayo pasado, cuando el hasta entonces alcalde, José Masa, dimitió a causa de las presiones de su delfín, Pedro del Cura, y de buena parte de la agrupación local, que le acusaban a él y a sus próximos (la vieja guardia) de irregularidades, nunca probadas, en las cuentas de la Empresa Municipal de la Vivienda: un informe de la Cámara de Cuentas de los ejercicios 2010 y 2011 reflejaba un desajuste contable de 20,9 millones. Del Cura, que se desentendía del supuesto agujero, llevaba 11 años en el gobierno local, siete de ellos como portavoz. Masa, hombre modesto y austero y completamente retirado de la vida municipal, le pasó entristecido el mando provisional del Ayuntamiento a su amigo y concejal Fausto Fernández (también exalcalde), que, tras el acto oficial de toma de posesión de Del Cura, se negó a entregarle el bastón municipial en un gesto de desprecio. Lo dejó sobre la mesa.

A partir de ahí comenzaron las acusaciones contra los jóvenes que habían tomado el poder: no habría prisioneros. Y todo transmitido por los medios de comunicación y observado por unos vecinos estupefactos.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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