Alcalá se viste de cortos
Alcine es el certamen de cortos más importante de la Comunidad y continúa creciendo La puerta por la que han entrado en el largo multitud de cineastas celebra su edición 44
Las calles de Alcalá de Henares han sido testigo del descubrimiento de grandes talentos. Muchos directores de cine consagrados pasaron en su día por las pantallas del festival de cortos más longevo de la región, que desde ayer celebra su edición número 44 con una selección de 53 trabajos entre los más de 1.200 presentados. Si no hubiera sido por este trampolín, quizá las carreras de Alejandro Amenábar, Álex de la Iglesia, Fernando León de Aranoa o Alberto Rodríguez nunca hubieran despegado.
Pero, ¿cómo se llega a dirigir Tesis, La isla mínima o Princesas? La mayoría de los cineastas comenzaron con la cámara de sus padres cuando eran niños. Borja Cobeaga —co-guionista de Ocho apellidos vascos— solo tenía 10 años cuando grabó su primer corto. “Se llamaba Alto voltaje. Y era una película de acción. Una historia de secuestros, rescates y venganza con niños de voces aflautadas”, recuerda entre risas. “Fue algo natural. Nos juntábamos unos cuantos amigos y nos poníamos a rodar”.
“Solo hace falta una idea y un móvil. Con eso ya se puede hacer un corto”, asegura el director del festival, Luis Mariano González. En sus 16 años al frente del certamen ha visto como se ha multiplicado la producción de manera vertiginosa. Hace una década se recibía una media de “150 o 180” trabajos. Este año se han presentado más de 1.200 cortometrajes, casi 800 de otros países, de los cuales se han elegido 28 para la competición nacional y 25 para la europea.
El boom del cortometraje en España tiene su origen en los años noventa, cuando se produjo “el renacimiento” de un género que se consideraba inferior. Canal Plus empezó a comprar derechos, a dar premios y a hacer un programa específico de cortometrajes, que “le dio otra dimensión” a las producciones con un metraje inferior a los 30 minutos, según el director de Alcine. Las ayudas de las comunidades autónomas y sus distribuidoras, como la cacereña Agencia Freak, Promofest o Madrid en Corto, que cumple 10 años, también han resultado fundamentales para la promoción de nuevos cineastas.
Las primeras producciones, recuerda González, “se presentaban en Súper 8”, un formato que utiliza una película de ocho milímetros de ancho, pensado para el mercado doméstico. Luego, con la revolución digital, se dejó atrás “la parafernalia que conllevaba hacer cine en 35 milímetros” (aunque también “la magia del celuloide”) y la producción aumentó. Nacieron nuevos festivales y se consolidaron los que llevaban años tratando de subsistir. El de Alcalá de Henares/Comunidad de Madrid —más conocido como Alcine— empezó siendo un certamen local que nació a partir del cineclub Nebrija, para creadores de la zona y, poco a poco, se fue abriendo a toda la región y luego al resto de España y de Europa. “Hacer un corto es más sencillo y asequible ahora que hace una década”, opina el director. “Y cuanto mayor es la producción, por lógica, crece también el número de productos buenos”.
Surgió una generación de cineastas, entre los que González destaca a Alejandro Amenábar, Julio Medem o Isabel Coixet, a los que el mundo del corto, y en concreto este festival, les abrió las puertas del cine o de la televisión.
Ese fue el caso de Belén Macías, a la que contrató un productor para dirigir la serie Un lugar en el mundo después de ver su segundo corto, Mala Espina, que ganó el primer premio Ciudad de Alcalá en 2001. Ahora, más de una década después, la organización del festival le ha pedido que forme parte del jurado. Y, a pesar de que se encuentra en pleno proceso de promoción de Marsella —que se podrá ver en la sección Pantalla Abierta, dedicada a las óperas primas o segundos largometrajes, como es el caso de la directora tarraconense— “no podía” negarse. “El corto me lo dio todo”, reconoce la directora que descubrió a la actriz Adriana Ugarte cuando esta solo tenía 16 años. Los premios que ambas consiguieron en Alcine gracias a Mala Espina les dieron la oportunidad de hacerse profesionales, además de recuperar lo invertido e incluso “ganar algo de dinero”.
Aunque Macías no ha vuelto a dirigir un cortometraje, asegura que le “encantaría”. En su caso, fueron la carta de presentación para “dar el salto al largo”. Pero cada vez son más los directores, como Cobeaga o Alberto Rodríguez, que compatibilizan ambos géneros. “El formato es suficientemente amplio y rico como para que quepa el debutante que quiere aprender y aquellos que ya tenemos una carrera y volvemos al formato por puro gusto”, opina el director de Pagafantas, que ganó tres premios en Alcalá con Éramos pocos y en 2007 fue nominado al Óscar.
“Los cortos te ofrecen la posibilidad de experimentar” señala Rodríguez. “Cuando haces un largo tienes mucha más responsabilidad porque te juegas más dinero. No tienes margen de error”, explica el director de La isla mínima. Su primer corto en 35 milímetros fue uno de los finalistas a mejor corto de la década. Y el motivo por el que el productor con el que ha rodado sus seis películas se interesó por su trabajo. Hace unos meses volvió a sentarse para escribir un corto y confiesa que le costó “la vida”. “Te acostumbras a tener 90 minutos y luego resulta muy difícil condensar la historia en 15”. “Es como el cuento y la novela, cada género tiene sus características y te tienes que adaptar a ellas”, opina Rodríguez, que destaca la que, en su opinión, es la mayor carencia del cortometraje: “la ausencia absoluta de vida comercial”. “Es una pena que no se incentive de alguna forma la programación en salas, porque los cortometrajistas son la cantera”, defiende el cineasta que votó a favor del corto de Carlos Vermut, Maquetas, en la edición de 2009 del Notodofilmfest, en la que participó como jurado. “Estaba convencido de su talento”, reconoce después de perder la Concha de Oro en el último festival de san Sebastián frente a Vermut.
Con Alcalá empieza la temporada de festivales. Y son muchos los directores que intentan dar el pelotazo con su última producción. “Hace unos años subsistías mejor haciendo cortos que largos”, apunta Cobeaga que vivió la que, según dice, fue la época dorada del corto español. “En un fin de semana podías ganar 9.000 euros y viajar por todo el mundo de certamen en certamen”. Pero, ¿se puede vivir del corto? Rodríguez suelta una risotada. “Yo no conozco a nadie. Ya cuesta bastante vivir de los largos”.
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