“Mi humor es el de la colleja aireada, te llega sin que se note”
El humorista presenta 'Coloréitor', un libro para que los adultos se relajen coloreando sus dibujos
Oír hablar a Antonio Fraguas Forges (Madrid, 1942) es como leer una de sus viñetas. Chistes, humor, palabras clásicas del forgismo y referencias o citas que recuerda. Sus explicaciones mezclan reflexiones serias y meditadas con invenciones divertidas, pero todas ellas esconden un conocimiento crítico que nace de un constante interés por todo lo que le rodea. Como suele decir, da "collejas aireadas", llega el aire "sin que se note". Tras celebrar sus 50 años en las viñetas, y regresar a la televisión, el humorista publica ahora Coloréitor, un libro de pasatiempos para que los adultos coloreen sus caricaturas. "Es una fórmula antiestrés", anuncian sus páginas.
Pregunta. ¿Es parte del encanto del libro ese regreso a la niñez?
Respuesta. Es básico. Cuando tienes hijos, llega un momento que, desesperado ante la bronca que montan, les das un dibujo para que lo pinten. Yo lo he hecho con mis hijos y mis hijos con los nietos.
P. ¿Dibujaba de pequeño?
Llegamos a Marte y no somos capaces de hacer un molinillo de cafetería que no haga ruido
R. Tenía una profesora, con siete años, una señorita alemana, Froilen, que me daba alemán. Me enseñó a pintar cosas que utilicé y luego desistí. Dibujos como cómics. Coges un ocho, lo cortas por la mitad, y en medio pones una pestaña, y una coronilla y se convertía en un angelito. Me enseñó a contextualizar los iconos.
P. ¿Mantiene ese niño?
R. Yo tengo 11 años. Lo que dice el espejo y el carnet lo respeto, pero no conozco a nadie que se dedique a estos follones que lo haga bien y que no sea un niño. Yo soy el peor de todos.
P. Libro por los 50 años, estreno de Pecadores impequeibols, y ahora Coloréitor... No para.
R. Las redes sociales permiten que se conozca todo lo que haces, aunque siempre he sido muy currante. Decían mucho: "Forges en primera vez en televisión". Yo empecé en la tele a los 15 años, y esta será la sexta o séptima serie que hago. Ahora con las redes sociales tienes la ventaja de que te enteras de cómo piensa la gente que te sigue. Es muy emocionante.
P. ¿Hay más pecados capitales?
R. Hemos demostrado que la vieja escolástica que los nombraba está absolutamente obsoleta. Vamos a tener que seguir haciendo capítulos. Hay pecados modernos como la corrupción, que ya no es solo avaricia; o el ruido, protegido por una mafia. Son las dos y media de la mañana, y están ahí con la verbena y te dicen los policías municipales: "oiga que son las fiestas patronales, que es un día". Me dan ganas de decirles que, aunque la pena de muerte esté prohibida, voy a matar a este, pero solo un día, eh.
P. España es sinónimo de ruido...
R. Se puede hacer un cuento corto: Me desperté y no sabía dónde estaba. No veía nada. En la oscuridad oí un calienta leches, fiuu, un molinillo de café, brum, y los platos cayendo a una pila metálica. Ya sé, estaba en España. Era una cafetería. Llegamos a Marte y no somos capaces de hacer un molinillo de cafetería que no haga ruido.
P. ¿El libro ayuda a olvidar estos ruidos?
Magnetismo de San Mamés
P. Estando aquí, la pregunta es inevitable... ¿Qué le pasa al Athletic?
R. Lo explico rápidamente con una teoría física. Como bien sabes, la mayor cantidad de campos magnéticos pasan por Bilbao, como no podía ser de otra manera. San Mamés estaba orientado este oeste y los campos magnéticos pasaban por encima del campo, de portería a portería. Los jugadores sabían intuitivamente, porque Lezama que está igual orientado, colocar el balón en la otra portería. Ahora que lo han rotado, los campos magnéticos van por el medio, y, como todo el mundo sabe, los campos magnéticos son irrebasables. La solución: girar Lezama.
P. ¿De dónde viene la afición?
R. Desde que era pequeñito, porque practicaba una cosa que era el fair play. Si se pierde, se pierde, pero sin dar patadas, y si se gana, se hace tranquilamente. Se da unas vueltas a la gabarra. Pero San Mamés es uno de los escasos, si no el único, que cuando el equipo contrario mete un gol bueno, lo aplauden. A lo mejor no en el momento, pero sí cuando acaban. La última vez que estuve en San Mamés, que tuve la honra de ir con Iribar, el Barcelona nos metió 3-0. Acabó el partido y la gente aplaudió. Iribar decía que es el equipo con la afición con más vida interior. Ahora no quiero ir hasta que no cambien los signos magnéticos.
P. ¿Habría que regalarles el libro para que se relajaran?
R. Se lo voy a mandar. Solo tienen que pintar en rojo Ir a San Mamés siempre es distinto. Es otra cosa. Y la afición te la encuentras por todos los lados. Vas a un parque natural en Mojácar, y hay unos cortijos rojiblancos. [Con acento andaluz] "Esta es la peña del Bilbao que tenemos, en medio de la Sierra. Bajamos todos los de arriba". Y tienen camisetas de Zarra, guantes de Carmelo...
R. El psiquiatra y profesor de la Universidad de Nueva York Luis Rojas-Marcos, que escribe el prólogo, sostiene que es una terapia muy extendida, que viene de los tiempos Jung. Pero las terapias son como las modas de los pantalones. Se ponen, se quitan, unas vuelven... y ninguna funciona de todo. Hace tiempo empezaron a hacerlo en Reino Unido y Estados Unidos con unos cuadernos, y hace poco se hizo una edición de un libro similar en Francia y fue muy bien de ventas. Vendieron 40.000 libros, que ahora es muchísimo aunque antes si bajabas de los 400.000 no volvías a hacer un libro.
P. ¿Y cómo llegó a ellos?
R. Espasa me lo propuso. Yo facilité el material y con ellos dibujaron unos mandalas similares a los hindús. Si los ves girando la vista sobre todo su contenido, es como si rezaras. Luego los mezclé con pasatiempos como el sudoku difícil, que pregunta el año del descubrimiento de América y deja cuatro espacios.
P. ¿A quién regalaría el libro?
R. A los de la TDT party. A determinados eclesiásticos de la famosa ciudad complutense que no hace falta nombrar. A políticos que deben tener la obligación de comunicar cosas muy gordas y son incapaces de hacerlo y cuando lo hacen, meten la pata hasta el corvejón. Es un libro que si el estado tuviera una mínima preocupación social compraría todas las ediciones para regalarla a sus estructuras. Los veo haciéndolos todos en su coche oficial.
P. ¿Hemos llegado a un punto que es difícil diferenciar la realidad de las viñetas con temas como el ébola?
R. Un fenómeno complicado. Lo de tomar el pelo está bien, pero utilizar cabeceras de periódicos para poner mentiras... la gracia no tiene nada que ver con el humor. Alrededor del ébola han pasado muchas cosas que no se entienden. Luego, hay una comarca en Cataluña donde hay un brote de legionella, y no se hace la gestión para ver de dónde crean esos aerosoles putridos. Preguntas a la gente cuántos muertos ha habido y no lo saben.
P. ¿Roza el surrealismo?
R. He estado viendo televisión, y es un fandango. Hay una falta de responsabilidad. Si no sabes de lo que vas a hablar calla. Va a haber que poner en las embajadas españolas, igual que hay un agregado cultural o de armas, uno de lógico y sentido común. Y lo mismo ocurre en el caso del pederasta de Madrid. La estrategia de la defensa fue venderlo a las televisiones y Telecinco lo puso. Ahora puede ir a la calle, porque la rueda de reconocimiento no vale si no hay una prueba de ADN. Ya sabemos como se haría eso en España.
P. ¿Hay algo con lo que no se pueda bromear?
R. Se puede bromear con todo pero de una manera neuronal. Con inteligencia y humor. La tontería la dice cualquiera. Pero los buenos dicen algo más. Como ese que dice: "cuando en un país es necesario explicar todos los años cuáles son las 12 campanadas, que no se sepa un protocolo contra el ébola es lógico". La frase de "Aquí hay mucho capullo", en cambio, la dice cualquiera.
P. ¿Hay demasiado cuidado con la corrección política?
R. El otro día me montaron un pifostio con una viñeta sobre videojuego Destiny. Uno decía que era el producto cultural más caro de la historia, y el otro: "Ahora resulta que los videojuegos matamuch son productos culturales". Todo el área de videojuegos empezó a mandarme mensajes. Hay juegos sobre la vida de Newton que son una nueva forma de contar historia. Yo me refería a unos en concreto, pero ni se esfuerzan en leerlo.
[En la cafetería le interrumpen para estrecharle la mano, un hombre que dice que incluso calcaba sus dibujos]
P. ¿Sigue imponiendo ver sus dibujos en tazas, camisetas y que te paren para felicitarte?
R. Lo más bonito es ir en el metro y que te digan que te reconocen. Hay gente que con la mirada dice gracias, y otras veces dicen que no logran entender cómo puse lo que dijo su cuñado el día anterior. Yo no tengo ni idea pero ellos se creen que sí.
Si el estado tuviera una mínima preocupación social, compraría todas las ediciones para regalarla a sus estructuras
P. ¿Se siente humorista, viñetista, periodista...?
R. Suelo decir que periodista vago, pero los humoristas siempre nos reconocemos a primera vista. "Este es de la guerra". Hay mucha gente que, como no se ha puesto delante de un papel, no sabe que es humorista, pero lo es. Yo no sé pintar ni dibujar. Si lo hago yo todo el mundo puede.
P. ¿En EE UU hubieras sido de esos monologuistas de club en club?
R. Seguro. A mí lo que me gusta al hacer un guion, es el último tornillo. Hacer un gag que se plantea, se resuelve y al final le da otra vuelta.
P. ¿Se cuidan mejor los humoristas en otros países?
R. Mucho más. Aquí hay un grupo de gente que afortunadamente se les permite mucho. Hay dos genios fundamentales en este momento. Luis Piedrahita y Leo Harlem, que empezó en un bar de camarero. La gente iba allí para que le sirvieran. Les hacía un número con la ginebra. Tardaba cinco minutos y la gente se caía de la risa. En un momento dado, se le acercó un productor y dijo que lo tenía que hacer en la tele.
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