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El disco perdido de la movida

Se edita ‘Plástico‘, un álbum con 13 canciones inéditas grabadas en 1978 por un grupo efímero en el que confluyeron futuros componentes de Hombres G y Olé Olé con Eduardo Benavente, el mártir de la nueva ola

De izquierda a derecha Rafa Gutiérrez, Emilio Estecha, Eduardo Benavente, Carlos Sabrafén y Toti Arboles.
De izquierda a derecha Rafa Gutiérrez, Emilio Estecha, Eduardo Benavente, Carlos Sabrafén y Toti Arboles.

Agárrense, hubo un momento en que Hombres G, Olé Olé y Parálisis Permanente coincidieron. Un periodo en el que futuros componentes de grupos con formas antagónicas de entender la música, —el pop comercial frente al rock oscuro— coincidieron en una misma banda.

 Aquel grupo, la unión de unos quinceañeros madrileños en la segunda mitad de la década de 1970, se llamó Plástico. Y aunque se creía que había pasado a la historia sin dejar más huellas que un par de anécdotas no fue así. Plástico estuvo a punto de conseguir un contrato y registraron una maqueta en un estudio profesional.

Este disco hoy se publicaría. Y tiene mucho valor. Hace pensar en la cantidad de cosas que deben de estar en cajones.

Plástico era un grupo de barrio. Se formó gracias a esa artería del norte de la ciudad que es Arturo Soria. “Toti y Eduardo vivían en Pinar de Chamartín. Yo, en el otro extremo. En el centro estaban los locales de ensayo La Isla de Gaby, donde nos conocimos”, recuerda Rafa Gutiérrez. Con 54 años es guitarrista de Hombres G, un grupo con el que desde 1985 ha vendido varios millones de discos y recorrido el mundo. Pero todavía hoy recuerda el periodo que va de 1975 a 1980. Era menor de edad cuando formó parte de Plástico con los que en 1978 grabó 13 canciones que han permanecido inéditas hasta ahora. El próximo martes el sello madrileño Subterfuge las pondrá a la venta en formato CD y LP. Al disco lo ha titulado, simplemente, Plástico.

Plástico, en una foto sin fechar. De izquierda a derecha: Rafa Gutiérrez, Emilio Estecha, Eduardo Benavente, Carlos Sabrafén y Toti Arboles.
Plástico, en una foto sin fechar. De izquierda a derecha: Rafa Gutiérrez, Emilio Estecha, Eduardo Benavente, Carlos Sabrafén y Toti Arboles.

Es el último secreto de la nueva ola madrileña en ver la luz. “Hace algún tiempo, hablando con Rafa de los Hombres G, me comentó casi por casualidad que muy al principio, había estado en un grupo con Eduardo Benavente”, recuerda Carlos Galán, director de Subterfuge. “Me contó que sabía que se habían grabado canciones pero no tenía ni idea de dónde estaban”. Según conocía más datos, explica, su interés aumentaba. “Eduardo cantando; Toti Arboles a la batería. Era gente a la que siempre he tenido en mi altar musical. Rafa no guardaba nada, apenas recuerdos de ensayos y de un par de conciertos en patios de colegio de su barrio y me remitió a Luis Carlos Esteban, productor de un montón de discos históricos de la música española y una persona cuidadosa y con un archivo inmaculado. Gracias a él, aparecieron 13 canciones hasta hoy sepultadas y que rescatamos casi 40 años después”.

Yo tenía las cintas guardadas en casa y aunque musicalmente no tenga demasiado valor, porque éramos unos niños, creo que como documento tiene importancia”.

 El disco es el documento de algo ocurrido en un periodo fertil del rock madrileño: el que transcurre entre la muerte de Franco y el inicio de la Movida. Un momento de efervescencia en el que quinceañeros sin experiencia y con instrumentos prestados, podían dar la sensación de tener algo. Así se explica que fueran invitados a los estudios de EMI que entonces estaban cerca de la plaza de Oriente, y registrarán esta maqueta que fue ignorada por la compañía y ha sobrevivido 34 años gracias al teclista Luis Carlos Esteban. “Era la forma de hacerlo. Te citaban, registrabas unos temas con sus técnicos, señores muy serios que iban con bata, y si les gustaban te llamaban para ofrecerte un contrato. No volvimos a saber de aquello. Yo tenía las cintas guardadas en casa y aunque musicalmente no tenga demasiado valor, porque éramos unos niños, creo que como documento tiene importancia”, explica.

Eduardo Benavente cantando para Plástico
Eduardo Benavente cantando para Plástico

Carlos Galán discrepa de la valoración artística. “Lo que pasa es que viraron a sonidos más majestuosos. Luis Carlos fue por ejemplo el productor de El ángel exterminador de Carlos Berlanga, y las cosas más crudas no le gustan. Pero este disco hoy se publicaría. Y tiene mucho valor. Hace pensar en la cantidad de cosas que deben de estar en cajones. Y es la prueba de la evolución de Eduardo Benavente: grabó esto en 1978, murió en 1983. Y en medio le dio tiempo a hacer todo lo que hizo con lo que significó para la historia de la música de España”.

Porque Plástico fue eso que en el argot se llama grupo seminal, terrible denominación para bandas cuya importancia va más allá de su trayectoria. Grupos que sirvieron de semilleros de los que germinaron propuestas mucho más famosas. No solo Hombres G, que un cuarto de siglo después de su debut, siguen convocando a miles de personas. Quitando al guitarrista Carlos Sabrafén, que se hizo lutier, todos los componentes de Plástico tuvieron su momento de gloria. El bajista Emilio Estrecha y el teclista Luis Carlos Esteban con un grupo de tecno-pop llamado Olé Olé. Pero, sobre todo, documenta los primeros pasos de dos amigos inseparables de Pinar de Chamartín, Toti Arboles (batería) y Eduardo Benavente (voz).

Poco después de grabar estos temas abandonarían el grupo. Benavente entraría en Alaska y los Pegamoides. Después fundaría su propia banda, Parálisis Permanente, de la que Toti fue el batería, como después lo sería en Dinarama o La Frontera. En 1992 Toti Arboles fallecía de un infarto.

El acto, disco de paralisis Permanente
El acto, disco de paralisis Permanente

Años antes, en 1983, Eduardo Benavente moría en un accidente de tráfico. Solo tenía 20 años, pero ya era uno de los cantantes más carismáticos de la escena española. Hoy, su estética atormentada es reconocible en las calles de Madrid, su efigie eternamente joven adorna camisetas y el sonido de Parálisis Permanente asoma en canciones de decenas de nuevas bandas.

Hasta la publicación de este álbum, Plástico era una nota a pie de página del pop español. Solo dejaron un single con dos canciones, Nieva y Mil espejos, que, a pesar de ser una de las primeras grabaciones de la Movida, no es demasiado cotizado entre los coleccionistas.

Eduardo y Toti se vestían como los Tequila. Llevaban pantalones de raso rosa, melenas... una pinta brutal”.

Claro que en la formación que había registrado aquel sencillo cantaba un sustituto, Manuel Sánchez, que salía de Los Golfos, un grupo que había tenido un éxito con ¿Qué pasa contigo, tío? “Lo que yo tenía entendido es que es de los grupos previos a la Movida que tenían un puntito nuevaolero, fueron los primeros que publicaron algo. Era un poco anecdótico. Se sabía que era un rollo Tequila, pero no se había escuchado nada. Por eso es interesante rescatar las canciones”, dice Raúl Alonso, de lafonoteca.net, una web (y sello y promotora de conciertos) que siente especial devoción por esa era.

La gran aportación de este disco es que son las primeras canciones grabadas por Eduardo Benavente que se conocen. Y el Eduardo de 15 años era un fan de Tequila. Eso es lo que tenía en común con Rafa Gutiérrez. El hermano mayor del que luego sería guitarrista de Hombres G, era Felipe Lipe, el bajista de la banda de rock hispanoargentina que reinaba antes de la llegada de la movida. “El triunfo de Tequila fue algo alucinante. Mi hermano salía en programas que hasta entonces eran territorio para Camilo Sesto y gente así. La música que se hacía en Madrid era rock duro. Bandas como Bloque, Asfalto, Burning. Nos gustaba su sonido, tocaban y les seguíamos por las universidades y los colegios mayores, pero su imagen no nos gustaba. A nosotros nos gustaba la new wave. Ellos eran tipos feos y nosotros queríamos ligar”, recuerda Gutierrez. “Eduardo y Toti se vestían como los Tequila. Llevaban pantalones de raso rosa, melenas... una pinta brutal”.

El disco contiene canciones que no disimulan el deje tequilesco. Hay una balada sonrojante y guiños funk y hasta disco, pero su interpretación es punk de puro simple. En el Eduardo Benavente de 15 años con pantalones rosas acampanados estaba el germen de lo que estaba por llegar.

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