Aguirre no engaña
El Espanyol, con un juego desprovisto de alegrías pero eficaz, librillo de un técnico consecuente con sus ideas, iguala con Osasuna para certificar la permanencia en Primera
Sin presupuesto, sin cobrar al día, sin demasiado apoyo institucional y sin juego, Javier Aguirre absorbió críticas por doquier al tiempo que acrecentaba su mala uva, cera en los oídos para fiarse exclusivamente a su trabajo. Ahora, después del sobresalto final, porque se sumaba un punto de 18, resopla orgulloso al salvar de la quema al Espanyol, objetivo prioritario por más que los resultados invitaran en su día a fantasear con Europa. Aguirre, como el algodón, no engaña: se juega poco y se gana lo justo. Como ayer en Cornellà, que selló un empate que bien vale una salvación.
Lo sufrió Osasuna (exequipo de Aguirre), cerca de quedar descabalgado de Primera tras 14 años, su mejor racha igualada con la de 1980 a 1994. Todo un guirigay de temporada, con el relevo en el banquillo —Javi García suplió a Mendilibar—, perdida la política de fichajes exóticos por, en parte, la retirada de la subvención de 1,4 millones del Gobierno de Navarra, lejos de aportar perlas de Tajonar, emigrados Raúl García, Monreal y Azpilicueta entre otros. Le queda una carambola; ganar al Betis en la clausura de la Liga y aguardar al triunfo del Valladolid sobre el Getafe.
ESPANYOL, 1 – OSASUNA, 1
Espanyol: Casilla; Javi López, Colotto, Moreno, Fuentes (Capdevila, m. 88); Víctor Sánchez, David López; Stuani, Torje (Córdoba, m. 65), Simão (Abraham, m. 93); y Sergio García. No utilizados: Germán; Raúl Rodríguez, Sidnei y Álex Fernández.
Osasuna: Andrés; Bertrán, Arribas, Flaño, Damiá; Oier, Puñal, Lolo (Armenteros, m. 59), Roberto Torres (Lobato, m. 83); Acuña (De las Cuevas, m. 75) y Oriol Riera. No utilizados: Riesgo; Joan Oriol, Silva y Loties.
Goles: 1-0. M. 21. Colotto, a la salida de un saque de esquina. 1-1. M. 45. Acuña pone el pie tras una falta frontal.
Árbitro: Iglesias Villanueva. Mostró la cartulina amarilla a Flaño.
Cornellà-El Prat. 21.950 espectadores.
Sin pausa para el toque, pretendió el Espanyol llegar al área rival con pases del mejor quarterback de la NFL. Y de eso no tiene el equipo blanquiazul, por más que David López pusiera un balón delicioso a la carrera de Torje, que se entretuvo en el remate. Pero sí cuenta con Stuani, imán para los ovnis, para esos balones aéreos que nadie quiere, arma para la prolongación. Ese es el fútbol que agradece Torje —en el ostracismo durante el curso por decisión técnica—, veneno en carrera. Le faltó, en cualquier caso, acabar las jugadas. Cosa que sí hizo Javi López en una acción que recordó a Cafú, toda vez que lanzó un caño, una pisadita, un quiebro y un centro que Andrés no acertó a acunar. Por lo que Sergio Daniel el travieso García puso la cabeza para que luego Arribas evitara el festejo periquito. Circunstancia que remendó Colotto en el siguiente córner, que puso la bota desde el segundo palo y en pie a Cornellà.
No varió de planes Osasuna con el gol rival, atornillado en su campo para lanzar contras supersónicas que se quedaban en agua de borrajas, siempre atentos a la barrida Víctor Sánchez y David López. Un corte de digestión asumible para los rojillos, que tiraron de bazucas, con disparos desviados de Roberto Torres y Puñal. Pero fue la estrategia su mejor aliado; en una falta frontal, Puñal descompuso al Espanyol al picar el esférico. Y ahí, hambriento porque no había marcado gol alguno en la Liga, se tiró Acuña para poner la punta del pie y pillar a contrapié y en falso a Casilla.
Sabedor de que con el empate bastaba, rebajó sus pretensiones el Espanyol, menos estiradas las líneas y más abrigado en casa. Tiempo para la tortícolis del aficionado, de lado a lado el balón, sin tres pases seguidos ni fútbol que degustar. Nada nuevo para el equipo blanquiazul, cómodo con la tacañería, satisfecho con la imprecisión, conforme con los continuos cortocircuitos del fútbol. Jugó a lo mismo Osasuna, sin complejos ni ambición, limitado porque da lo que tiene.
Lo mismo ocurre con Aguirre, que exprime su idea hasta el final, tan carente de alegría como efectiva por definición. Es, con probabilidad, el adiós del técnico a Cornellà, pero también la continuidad del Espanyol en Primera. Un éxito que no impidió al aficionado reclamar la dimisión de la directiva, descontento como está por un curso de lo más desabrido.
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