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El gran geómetra de la carpa

Johann Le Guillerm, estrella del nuevo circo, recala en el Mercat de les Flors

Jacinto Antón
Johann Le Guillerm en su espectáculo 'Secret'.
Johann Le Guillerm en su espectáculo 'Secret'.CIRQUE ICI

Es imposible estar preparado para lo que sucede a partir del momento en que se apagan las luces de la carpa y comienza su función Johann Le Guillerm, uno de los grandes nombres del circo actual. La fantasía, la poesía, el misterio, la maravilla de feria, el fenómeno y el riesgo se enseñorean de la hora y media de representación de Secret, de Cirque Ici, en realidad prácticamente un one man show de ese artista inmenso, extravagante y en verdad inclasificable en cualquier categoría de las artes. ¿Es Le Guillerm —cuyo espectáculo recala en el Mercat de les Flors de Barcelona del 11 al 21 de abril en el ciclo de circo bautizado Cir d'ara mateix—, un equilibrista, un maestro de la pantomima, un bailarín, un marionetista animador y amaestrador de objetos, un mago, un genial ingeniero, un artesano loco, un chamán, un payaso, o uno de nosotros, un anti-héroe enfrentado a un cosmos caótico al que trata de someter con sus manos y su mente? Sea lo que sea —y quizá lo es todo— es también un hacedor de portentos, capaz de domesticar un avión de papel y obligarlo a regresar una y otra vez a su mano, de hacer caer una estrella lentamente en medio de la pista, de conjurar secretos arcanos, de domeñar máquinas imposibles, de insuflar vida a una jirafa construida con varillas, de invocar un tornado y desaparecer él mismo en un torbellino de polvo. Entre el asombro y la hilaridad, el salvajismo y la ternura, la brutalidad y la precisión, la materia y el espíritu, el ángel y el demonio, los desafíos reales e irrisorios, vive ese grandioso geómetra de la carpa. ¡Oh Le Guillerm!

La otra noche en los predios del Théâtre Haras (Scène National) de Annecy, unas antiguas caballerizas del ejército a la sombra blanca de los Alpes, en la pequeña carpa del Cirque Ici instalada en los jardines bañados en una fragancia de cedro y rodeada por las esculturas del propio artista, si lograbas apartar un instante la mirada de lo que hacía Le Guillerm y observabas al público enfrente todos reflejaban tu misma cara de asombro, con la boca abierta en una enorme "o". El artista aparece en la pista con el torso desnudo, su característico peinado de rapado con trenza (una estética “medieval-punk”) y empujando una de sus grandes y desconcertantes estructuras móviles hechas de piezas de madera articuladas. Hace pensar en un habitual de la Bauhaus (la escuela de arquitectura y diseño de Martin Gropius, pero también la cadena de bricolaje), en un Sísifo moderno condenado a arrastrar esforzada e infructuosamente su carga hasta los límites de la cordura.

Se mueve Le Guillerm con una gestualidad hipnótica —hay un magnífico trabajo corporal: fíjense en los dedos, que retuerce como Nosferatu—; y exhala el aire con fuerza en una frase de voz característica (en el espectáculo no hay texto alguno) que denota esfuerzo, ánimo y a la vez un mensaje secreto, un suspiro grotowskiano o un obsesivo signo de identidad como el de los grandes clowns, Rivel, Popov, Grock.

Le Guillerm, que calza unos icónicos zapatones en punta, surfea peligrosamente sobre su estructura, en una imposible ola de madera móvil. En el siguiente número, aparece con un largo guardapolvos y polainas (un aire del caballista Bartabas à pied) y, rodeado de unas candelas que han surgido moviéndose por sí mismas —en un homenaje a la magia lumínica de los viejos escenarios—, realiza pequeñas acciones absurdas o indescifrables pero fascinantes. Luego traza extraños símbolos cabalísticos, los borra como en trance, arrojando la imagen de un alquimista enajenado. A continuación baila aferrado a un pañuelo. Se va y vuelve sosteniendo una pértiga flexible con la que ejecuta raros ejercicios. Sigue domando un grueso alambre metálico al que obliga a moverse solo, jugando con equilibrios: hechicero de la materia.

Vida de circo

Nacido en 1969 en Pruille-le-Chétif de padre escultor y madre ceramista, Le Guillerm entra en 1985 a formar parte de la primera promoción de la Escuela nacional superior de las artes del circo de Châlons-en-Champagne, establecida para renovar el género. Se educa como funambulista con Enny Clennel, de Diables Blancs, y como clown con Ctibor Turba. De 1986 a 1989 efectúa un stage con los circos Moreno-Bormann y Roncalli. En 1990 se une al estentóreo Archaos, cuyo director le califica de "pequeño Mozart del circo". En 1991 participa, invitado por Igor, ex circo Aligre y cofundador de Zingaro, en la creación de la célebre Volière Dromesko. En 1994 crea Cirque ici y su montaje Où ça. En 1996 recibe el Grand Prix nacional de circo. Tras viajar por todo el mundo, en 2001 se embarca en el proyecto Attraction, en el seno del cual monta Secret.

Hace una nueva entrada Le Guillerm montado en una máquina que parece salida del tablero de dibujo de Leonardo Da Vinci o de una secuencia de Aquellos chalados con sus locos cacharros. Atraviesa el escenario y regresa para comenzar a levantar minuciosamente una estructura con largos palos de dos metros, la eleva, se encarama a ella y luego la destruye furiosamente.

En el tramo principal del espectáculo Le Guillerm es un visionario de las formas, un constructor que entiende y domina el espíritu de la materia. Las estructuras que alza y derriba, por las que trepa y de las que se cuelga, se convierten en edificios, barcos, animales gigantes. El público sigue asombrado ese gigantesco juego de palillos —un mágico mikado— y luego la esforzada construcción con tablones de un alto andamiaje que el artista va asegurando con cuerdas. La estructura puede ser una escalera al cielo, un zigurat o un cadalso y Le Guillerm trabaja en ella con el peligro de un derrumbe o de que una viga le caiga en la cabeza, mientras le observamos con el corazón en un puño. El viaje con el artista concluye y aún te estás pellizcando de asombro.

Luego, en la carpa ya vacía, conversando con Le Guillerm —un hombre reservado, de ojos azules de expresión ausente y que a veces parece tan ajeno al mundo como en la pista— es difícil arrancarle explicaciones. Dice que se considera "un artista de circo" en busca de caminos nuevos para alejarse de la vulgarización; que está más ligado a los objetos y a la investigación que a las técnicas circenses tradicionales; que no hace cálculos sino que se fía a la experimentación, y que nunca se ha caído. Del personaje de Secret afirma que es "mi lado oscuro". Y dice Le Guillerm del circo: "El hombre viene a ver al hombre y quizá a asombrarse de serlo".

Circo de ahora mismo

Le Guillerm es la guinda del interesantísimo ciclo de circo bautizado Circ d'ara mateix que se ha sacado de la manga el director del Mercat de les Flors, Francesc Casadesús,,y que se desarrolla a lo largo de todo el mes con la idea de mostrar lo más interesante del circo contemporáneo. "Queremos dar visibilidad al nuevo circo y hemos configurado un programa potente", recalca "con esa gran apuesta que es Le Guillerm, al que era un sueño traer a Barcelona dado su prestigio y numerosos compromisos internacionales". Uno de los objetivos del ciclo es crear público y animar a los teatros a programar circo. "No son espectáculos familiares sino circo de creación, que no se ha mostrado nunca en Barcelona con esta contundencia". Es un tipo de circo sin animales y con muchos solos, y en los que se trasciende la estructura de números tradicional para ofrecer una dramaturgia completa. Cie. Non Nova, Escarlata Circus, Los Galindos, Joan Català, o la Escuela de Circo Rogelio Rivel, figuran en la programación, así como una muestra de piezas de circo presentada por la feria de circo Trapezi.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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