La falla Fénix
Una comisión evita el cierre al regalarle un artista el monumento
La falla Guillem Sorolla Recaredo cumplió el año pasado su 125 aniversario. En la semana fallera, agobiada por los problemas económicos y la falta de falleros, la comisión anunció que se disolvía. Pero como ocurre con el Ave Fénix, tres días más tarde apareció la esperanza que les ha permitido resurgir de sus cenizas: un artista fallero que les regalaba el monumento y apuntaba a toda su familia. La falla Fénix celebra así este año sus fiestas con ánimos renovados, decenas de falleros nuevos y la convicción de que van a seguir abiertos 125 años más.
Organizar una fiesta como las fallas requiere de mucho dinero y trabajo. Las comisiones grandes atraen más a los nuevos falleros que las pequeñas de barrio y la crisis había puesto la puntilla a la desesperación de los escasos 40 miembros de Guillem Sorolla-Recaredo. “Era triste intentar salvar la falla durante tantos años. En 2006 pegamos un bajón muy importante porque fallecieron varios falleros, otros se fueron... Al final decidimos aguantar hasta el 125 aniversario y después cerrar", explica Josep Nebot, el secretario.
El casal de Guillem Sorolla-Recaredo prepara la fiesta con ilusión renovada
Tras anunciar su disolución, mucha gente se interesó por ellos. “Me llamó un día un abogado y me ofreció que un grupo de notarios, abogados y empresarios se haría cargo de la falla a cambio de que nos apartáramos de la organización. Podíamos seguir perteneciendo a la falla pero ellos se harían cargo. Decían que no debíamos cerrar porque ahora es difícil abrir una falla nueva y así ellos ya tenían el censo y nadie les iba a decir que no”, relata. Ante las dudas sobre las pretensiones de este grupo, Nebot siguió recibiendo ofertas.
“Vinieron otros que querían cambiar el funcionamiento. Este grupo no venía a imponer. Nos trajeron un escrito con sus ideas para ver qué nos parecía. No querían tener fallera mayor y que si la teníamos no fuera lo más importante. Se debatiría si salir a la ofrenda o no, por el tema religioso... Algo así como la falla Arrancapins pero valencianista. Pero claro, nosotros no entendíamos una falla sin tener fallera mayor, sin ir a la ofrenda, sin tener junta directiva...”, cuenta. El 18 de marzo de 2013 apareció la propuesta definitiva, la de Ángel Tarín.
“El año pasado, mi mujer y yo fuimos a dar un paseo para ver las fallas que yo había plantado y entramos en un bar a tomar café. Allí vi en el periódico que esta falla desaparecía. ¡Una falla de 125 años! Justo el día anterior había visto su monumento y pensé incluso que lo habían hecho los falleros. A estas fallas es a las que hay que ayudar: están a punto de cerrar, no tienen ni para fiesta ni nada y, sin embargo, se gastan 3.500 euros en el monumento. ¡Estos son la esencia de las fallas de verdad!”, cuenta Ángel Tarín, artista fallero desde que hace cinco años perdiera su empleo como agente comercial.
Un grupo de abogados y notarios les ofreció quedarse con la falla
“Me fui al casal y pregunté cuál era el problema. Me dijeron que había pocos falleros y que no les llegaba el dinero. Entonces les dije: Yo os hago la falla del año que viene [2014] y os la regalo. Y encima apuntáis a mi mujer, a mi hija y a mi yerno”, explica. Pero puede resultar extraño que alguien gaste miles de euros en una falla que no conoce y podría pensarse que hay algún interés en su decisión. “¡Si son cuatro gatos! Con el dinero que se ahorran en el monumento han comprado una televisión. ¿Qué voy a buscar yo en esa falla? Yo no tengo un duro. Pongo mi trabajo, y estoy acabando ahora mi falla y echando 20 horas. Soy un artista modesto. No es por dinero. Com diuen en valencià, és per collons”, zanja.
El desembarco de Tarín y su familia paró la fuga de falleros y atrajo a personas que hacía años que ya no eran de la comisión. Además, negociaron una rebaja de 100 en el alquiler del casal. Guillem Sorolla-Recaredo sigue siendo una comisión modesta, pero sus 59 falleros han hecho que la falla resurja de sus cenizas.
“Hemos recuperado actos simples que antes no hacíamos porque éramos muy poca gente. Hacía años que no íbamos a la crida porque éramos seis. No sacábamos ni el estandarte. Este año hemos hecho hasta un grupo de teatro. ¡La última vez que tuvimos uno yo era un niño!”, se alegra Nebot. Convivir con los nuevos falleros no supone ningún problema. “Entre nosotros acordamos que si venía gente nueva había que dejar que propusieran cosas. Si, por ejemplo, ofrecen hacer una fiesta de disfraces hay que intentar hacerla. Es como volver a empezar”.
La falla ha recuperado actos simples que habían dejado de hacer por ser pocos falleros
Los nuevos falleros lo corroboran. “He recuperado la ilusión fallera. Levaba muchos años fuera de este mundo por las luchas intestinas de fallas más numerosas y esta no tiene nada que ver. Me gusta mucho porque en esta falla todos son familia, primos, hijos... Es lo que era la esencia antigua de la falla. Me quedé perplejo en la primera junta cuando dijeron: ¿Quién quiere ser presidente este año?”, detalla Copérnico Belenguer, yerno del artista fallero.
Aunque aún no se plantean qué harán el próximo año, quieren continuar. “Esto no ha sido un acto puntual de ‘voy a salvarles y el año que viene que se apañen”, dice Ángel Tarín. Con los falleros ilusionados y un artista dispuesto a arrimar el hombro, Tarín asegura que la falla durará: “Tengo un nieto al que han nombrado la mascota de la falla. Ese tiene que cumplir los 150 años en la falla”.
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