El doble frente de Ximo Puig
Los valencianos necesitan ilusión, pero más aún respuestas concretas a problemas reales
Desde que los socialistas valencianos perdieran todo el poder institucional en 1995 ninguno de sus dirigentes había conseguido el respaldo interno y externo que ha logrado Ximo Puig. Las primarias celebradas por el PSPV el pasado domingo deberían ser trascendentales para este partido y para la política valenciana. La importante participación registrada en esta iniciativa, inédita en España, revela el interés que existe por la cosa pública, pese al descrédito que arrastran sus representantes. En este sentido, la responsabilidad del secretario general y ahora candidato a la presidencia de la Generalitat de los socialistas es doble. No solo tiene que dar respuesta a las necesidades de una sociedad que, como él mismo denuncia, está cada más empobrecida, es más desigual y con índices de paro insoportables; sino que tiene la obligación de procurar una regeneración democrática que devuelva a los ciudadanos su protagonismo para devolverles la confianza en un sistema cada vez más puesto en cuestión.
Su tarea no va a ser fácil, ni cómoda. Pero si algo han demostrado estas primarias es la existencia de un amplio sector de los ciudadanos que aún confían en una alternativa progresista. Ximo Puig dijo ayer que su partido había abierto las ventanas a la sociedad a riesgo de que nadie entrara y la sorpresa —la suya y la de muchos— es la cantidad de gente que ha aceptado la invitación. Estas elecciones han demostrado que hay vida socialista más allá del partido. Una buena noticia para quienes no comparten el proyecto del PP y tal vez no tanto para aquellos que consideran propiedad privada unas siglas y una ideología. Ximo Puig debería tomar nota para no repetir errores tan habituales en su organización, algunos de los cuales se volvieron a evidenciar en la tarde-noche del domingo en la sede central del PSPV en Valencia.
El líder del PSPV haría bien en adoptar alguna de las medidas que defendió Gaspar en la campaña
El líder de los socialistas tiene ante sí dos retos inaplazables. El primero y más importante, dar respuesta a las inquietudes de una sociedad desesperanzada por la crisis económica, harta de los casos de corrupción que han destruido la imagen de la Comunidad Valenciana y cansada de 20 años de gobierno del PP. Una sociedad que necesita ilusionarse con un proyecto; pero mucho más que eso precisa de respuestas concretas a problemas reales. Los no-debates de estas primarias no han ayudado a clarificar el programa de los socialistas para acabar con la deuda pública, el paro o la desigualdad; aunque Ximo Puig se ha acercado más a estas realidades que su oponente Toni Gaspar.
Es verdad que el líder de los socialistas valencianos se ha esforzado más que ninguno de sus antecesores en el cargo en construir un discurso político capaz de influir en el debate español desde la Comunidad Valenciana. Su visión federalista y valencianista, concretada en la frase “estamos hartos de ofrendar nuevas glorias a España” —una herejía en tiempos no tan lejanos— merece atención. Como su alianza con la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, o las relaciones con Pere Navarro, máximo responsable de los socialistas catalanes. Una red de contactos fundamental para el desarrollo de la eurorregión del Mediterráneo absolutamente necesaria para los intereses empresariales y sociales de la Comunidad Valenciana.
El amplio respaldo obtenido en unas primarias, cuyo éxito ha sido posible pese a las dudas y reticencias de la dirección federal del PSOE, coloca a Puig en una posición de fuerza ante los retos de un futuro que, inexorablemente, pasa por el resultado que el PSOE obtenga en la Comunidad Valenciana en las próximas elecciones europeas. Tanto él como el presidente de la Generalitat y del PP, Alberto Fabra, se juegan mucho en estos comicios. No solo porque una extrapolación de los resultados pueda dar la mayoría a una coalición de izquierdas en las Cortes Valencianos, poniendo así fin a un ciclo de 20 años de poder de los populares, como porque el PSPV pueda situarse en una posición que desplace al PP como partido más votado.
Las europeas son el escenario en el que se la juegan Fabra y Puig. El talón de Aquiles de los socialistas está en las grandes ciudades. Valencia, Alicante, Elche, Castellón y localidades medias como Gandia, Sagunto o Torrent van a ser decisivas en las autonómicas de 2015.
Este es el frente interno del secretario general del PSPV. Las escenas que se vivieron en Blanqueríes revelan hasta qué puntos algunos de los miembros de la ejecutiva que dirige no han entendido para nada el mensaje de las primarias. Es lógica que la alegría de quienes se saben vencedores se manifieste, pero no a costa de compañeros suyos. La marginación de Toni Gaspar, que quería ser el primero en reconocer su derrota y felicitar al ganador, pero que fue relegado en beneficio del secretario de Organización, Alfred Boix, dice poco de un aparato que aún cree que el partido es suyo y que solo ellos lo pueden dirigir.
Ximo Puig haría bien en seguir manteniendo abiertas las ventanas de la organización y haría mejor si adoptase alguna de las propuestas de su oponente como la reducción de mandatos o la renuncia al aforamiento cuando se trate de asuntos ajenos a los debatidos en el Parlamento valenciano. Si se trata de acercar la política a los ciudadanos que, en definitiva, son sus protagonistas, hay muchas cosas que se deben de estudiar, desde la reforma electoral hasta la reducción de niveles de la administración. Si, además, logra controlar el sectarismo de sus pares, los dinosaurios serán historia.
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