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Fallece Carlos París, pensador marxista y presidente del Ateneo de Madrid

El pasado verano inició su cuarto mandato al frente de la entidad cultural más veterana de la ciudad, muy afectada por la crisis

Carlos París, en octubre de 1997, cuando fue elegido por primera vez presidente del Ateneo.
Carlos París, en octubre de 1997, cuando fue elegido por primera vez presidente del Ateneo.morgana vargas llosa

El pensador Carlos París (Bilbao, 1925) ha muerto hoy viernes 31 de enero en una clínica madrileña, aquejado de una neumonía. En su cuarto mandato por elección, presidía el Ateneo Artístico, Científico y Literario de Madrid, la institución cultural más veterana de la ciudad y una de las decanas de España. En la sede de la calle del Prado 21, será colocado un pliego de firmas para rubricar las condolencias y este domingo quedará instalada su capilla ardiente.

De natural observador y talante reflexivo, caracterizado según sus allegados por una singular serenidad introspectiva, Carlos París supo simultanear tal atributo con actitudes batalladoras, aventureras y literarias propulsadas por un vigoroso impulso hacia el saber, señaladamente el filosófico. Tal empuje, según manifestaba recientemente a este diario con una sonrisa, “comenzó cuando, siendo niño en Valladolid, en el colegio de religiosos donde estudiaba, me encomendaron escribir una redacción; el sacerdote comentó lo escrito por un compañero de quien dijo que su redacción era la de un poeta y de la mía aseguró que se trataba más bien la de un filósofo”. Y añadía: “A partir de entonces, comenzaron a llamarme así, “el filósofo”; aquel apodo orientó mi afición por las cosas del conocimiento”. Carlos París se definía a sí mismo como “un animal teórico para el que la filosofía es, ha sido y será el ejercicio más puro del pensamiento”.

Una tríada de jóvenes pensadores

Nacido en Bilbao en una familia con tres hijas mayores y un varón, su padre fue empleado del Banco Hispano Americano -“que nunca se hizo rico”, apuntaba- y su madre, una mujer con valores religiosos muy enraizados. Alumno de distintos colegios religiosos de La Rioja y Valladolid, cuando contaba apenas con 16 años, la muerte de su padre la acarreó una crisis existencial con derivaciones religiosas. La guerra civil la pasó en Valladolid y al finalizar la contienda, ya en Madrid, comenzó la carrera de Filosofía y Letras. Desde el arranque de sus estudios universitarios trabó amistad con dos personas desde entonces muy vinculadas a su vida: Miguel Sánchez Ferlosio, hijo del efímero ministro de Franco, Rafael Sánchez-Mazas –éste se sentó en el Gabinete apenas unas horas- y con Francisco Pérez Navarro. Fruto de aquella amistad fue el trueque mutuo de saberes y sensibilidades entre unos y otros ya que Miguel se orientaba hacia los estudios de la Lógica Formal, Navarro hacia los de las Ciencias empíricas y Carlos París hacia la Filosofía, aunque él simultaneó su vocación filosófica con un interés permanente por las cuestiones científico-técnicas, lo cual le encaminaría hacia la Filosofía de la Ciencia y, más adelante, hacia la Filosofía Moral y la Ecología.

Era la época de la difusión de la teoría de la relatividad y de las leyes de la termodinámica, del surgimiento de la microfísica, de un aluvión de conocimientos científicos que encandilaron la imaginación creadora de los tres jóvenes pensadores. Con Sánchez Ferlosio, Carlos París dirigiría en 1953 la revista “Theoría”. De sus maestros recordó sobre todo a Santiago Montero Alonso, por su empuje intelectual, y a un sacerdote, el padre Mindán, a quien definía como “persona propiciadora, que volcaba su sabiduría y su afecto sobre sus alumnos”. Sin embargo, París tildaba los estudios de Filosofía bajo el franquismo como “desastrosos”. Y matizaba: “Era el reino de la Escolástica”, se lamentaba a propósito del sesgo dogmático con el que se impartían tales disciplinas desde las cátedras franquistas. En Madrid Carlos París culminó pronto sus estudios y obtuvo por oposición una plaza como adjunto a la cátedra de Fundamentos de Filosofía en la Universidad de Santiago de Compostela.

Aviador en Santiago, minero en Palencia

Allí, su pasión por la ciencia y la técnica le hizo pergeñar la idea de hacerse aviador, propósito que consiguió que en el aeropuerto de Santiago de Compostela, donde obtuvo su carnet de piloto civil: en una pared de su casa de la madrileña calle de Magdalena, una caricatura suya en la que aparece subido a una avioneta azul recuerda aquella pequeña gesta del que ha sido, con certeza, el único filósofo español con el título de aviador. Bajo aquel impulso experimentador, decidió consagrar un verano completo al trabajo en las minas de hulla de la localidad norteña de Barruelo de Santullán, donde entró en contacto directo con las condiciones de trabajo que escarnecían la vida de los mineros bajo el régimen franquista, cuya toma de conciencia estallaría en el comienzo de la década de 1960 con potentes movimientos huelguísticos, duramente reprimidos por la policía y seguidos de gravosos juicios.

Compromiso marxista

Ya a través de sus estudios, Carlos París había comenzado a madurar las convicciones sociales y políticas que, desde entonces, en clave marxista, mantendría hasta su muerte. Durante algunos años formó parte del Comité Central del Partido Comunista de España, donde se desempeñó en tareas de dirección de la lucha cultural y del trabajo intelectual.

“Permaneció entregado a una causa siempre fiel a sus ideales comunistas, que nunca negó y defendió en las peores circunstancias”, dice de él el pensador José Luis Abellán, catedrático de Historia del Pensamiento Español, que asegura hallarse muy afectado y que le precedió en la presidencia del Ateneo de Madrid. “Ha sido un hombre muy inteligente y leal: en él coexistía, junto a sus poderosas convicciones políticas marxistas, una vocación crítica y un sustrato humanístico que, en el desarrollo de algunos de sus escritos, entraban en contradicción con alguna de aquellas”, señala Abellán.

Los departamentos de Filosofía de las universidades de Valencia y, por fin, la Autónoma de Madrid, donde llegaría también a impartir clases a alumnos de la Facultad de Económicas de la Universidad Autónoma, establecida en su origen en un palacete del Retiro de Madrid, serían sus consecutivos destinos.

Casado con una mujer que murió a los 27 años de manera repentina, Carlos París volvió a casarse con Emy Bouza, con la que aseguraba haber sido muy feliz. Pero la tragedia volvió a cebarse con él: Emy fue una de las víctimas del incendio del Hotel Corona de Aragón, acaecido en Zaragoza en 1979. La emoción surgía en su semblante cuando evocaba la ternura con la que sus cuatro hijos le envolvieron para mitigar su dolor. “Cuando ya pensaba que mi vida afectiva había terminado, conocí a Lidia Falcón, me enamoré de ella y vivimos juntos desde hace más de veinte años” comentaba risueño. Falcón, letrada, escritora y periodista, es una de las líderes políticas feministas de mayor nombradía en España, donde fue pionera en la defensa activa, en la calle y en los foros, de los derechos de las mujeres.

Carlos París, crítico comprometido contra la carrera nuclear, el belicismo y el imperialismo, amigo de Nicaragua y de los países del Tercer Mundo, ha desarrollado su pensamiento en numerosos libros y ensayos, también en la novela, caracterizados todos ellos, en su diversidad, por una “búsqueda incesante de respuestas a las grandes preguntas sobre el ser humano, su entorno social y su destino”, afirmaba. Fruto prioritario de su atención fueron las herramientas naturales, tecnológicas y científicas de las cuales la Humanidad se ha dotado para organizar la vida y todas sus construcciones teóricas se vieron signadas por un involucramiento profundo en la lucha por la verdad, que su práctica vital le permitieron comprobar que, según afirmaba, “resultan inseparable del combate por la justicia y la igualdad: son estos los ideales que quisiera contribuir a estimular desde el Ateneo de Madrid”, señalaba al iniciar su ahora truncado por la muerte cuarto mandato, rubricado con su discurso inaugural, en octubre de 2013, titulado “En la época de la mentira”, recuerda Francisco del Barrio, presidente de la Asociación Ágora y Secretario Tercero del Ateneo madrileño.

La dirección interina del Ateneo será asumida por el Vicepresidente primero, Pedro López Arribas, letrado de la Seguridad Social, hasta una nueva e inmediata convocatoria electoral.

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