La thermomix de Toni Cantó
Su nuevo campo de acción se sitúa dentro de esta modalidad interpretativa que se conoce como el prêt-à-porter ideológico
Es conocido de todos las propiedades de la thermomix, este artefacto que tritura, emulsiona, mezcla, cocina toda clase de ingredientes variados a gusto del consumidor. El “discurso político” -un eufemismo como otro cualquiera- del diputado Toni Cantó, no sé porqué, siempre me deja con sabor de puchero Thermomix.
Mente preclara y cabeza visible de UPyD, su soflama política parece haberse cocinado al baño María en una demostración casera de thermomix para principiantes. Vamos, una especie de potaje para afligidos del franquismo, indignados de fin de semana y apolíticos de toda la vida, desafectos de la clase parlamentaria y anticatalanistas de toda condición social, raza y sexo que vertebran la gran nación española.
Nueva reedición del “Una, grande y libre”, eso sí, envuelto en rosa shocking, aquella tonalidad que se sacó de la manga la diseñadora Elsa Schiaparelli y que le pone un toque chic y de fantasía a la política más rancia y castiza. Como se diría en un sainete autóctono “ni carn ni peix, que es lo mismo que autoproclamarse ni de izquierdas ni de derechas y que en la boca de los ideólogos de UPyD, suena tan honesto y trascendente como cuando Karina cantaba “no somos ni Romeo ni Julieta”.
Desgraciadamente su paso a la contienda política nos ha dejado tan huérfanos y entristecidos a los amantes de las artes escénicas como en su día la desaparición fulminante a causa de un ataque de uremia de la insigne trágica María Guerrero. Su nuevo campo de acción se sitúa dentro de esta modalidad interpretativa que se conoce como el prêt-à-porter ideológico. La alfombra roja -y feria de las vanidades- de la comedia parlamentaria. Como exmodelo, afortunadamente, el diputado Cantó ya cuenta con una intensa experiencia a la hora de desfilar por el hemiciclo.
Abanderado de esta nueva ola de patriotismo uniformista que se llena la boca de constitucionalismo como se la podía llenar de patatas bravas o de calamares a la romana, ahí lo tienes debatiendo o polemizando como el que no quiere la cosa, sobre las preferentes, la opresión capitalista del Bundesbank, la discriminación positiva, la violencia de género, los nuevos movimientos ciudadanos, las bondades de las corridas de toros, el sistema educativo catalán o el deshielo de los polos. Vamos, con la misma profesionalidad y conocimiento de causa que conducía el programa de cámara indiscreta Mira, mira de Canal 9 y por el que cobraba -ahora que cada día asistimos a un striptease de las cuentas del canal autonómico- la envidiable cantidad de 134.000 euros. Y apunto este detalle secundario, porque fue sin duda el dato revelador que le hizo abrir los ojos al futuro diputado del despilfarro que suponían las televisiones autonómicas.
Su presidenta, Rosa Díez, la gran caudilla magenta, me la imagino cayéndole la baba cada vez que escucha, como aquellos padres antes los primeros balbuceos de sus hijos, las verdades como puño que salen de la boca de su alumno. Con la misma convicción que las predicciones de un vidente de AstroCanal TV. Nada nuevo bajo el sol que más calienta. La política española ha contado desde siempre con encantadores de serpientes, dispuestos a tocar la flauta oportunista donde haga falta. Modelo del político sin pelos en la lengua, como el taxista tempranero o el tertuliano de barra de bar, no hay cuestión que se le resista, aunque no tenga la más puñetera idea y si hay que quejarse, yo el primero. Aquí de lo que se trata es de marcar paquete mediático y señalar a la corrupta y decadente clase política. Izquierda, izquierda, derecha, derecha, delante, detrás, UP y D (versión puesta al día de La Yenka).
Mientras tanto, yo proclamo mi virginidad ideológica y que me quiten lo bailao que diría su presidenta que tiene más patas de gallo en política que presentes de indicativos en una frase de Belén Esteban. Y la thermomix que vaya cocinando su densa salsa a base de titulares populistas y twitters descerebrados.
Como el protagonista de El enfermo imaginario de Molière que no sabía que hablaba en prosa, el señor Cantó todavía no ha descubierto que su discurso tampoco se diferencia tanto del de la secretaria Cospedal, de los ex ministros Pepe Bono y Alfonso Guerra o de Gonzalo Fernández de la Mora, aquel ministro franquista que anunciaba el crepúsculo de las ideologías. Lo mejor de cada patio. Unión, Populismo y Demagogia. (UP yD). Eso sí, en versión guay-que-mola. Rosa shocking.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.