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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Fabra se pega un tiro en el pie

La decisión de cerrar RTVV pesará, y no de cualquier manera, en el futuro del presidente

Alberto Fabra ya tiene su patrimonio y su legado. Desde que llegó a la presidencia de la Generalitat, nunca ha dejado de lamentarse por la herencia recibida de su antecesor, Francisco Camps. Ahora ya tiene la suya. Los corifeos del presidente recurrían siempre al mismo mantra cuando de justificar sus decisiones más impopulares se trataba: “No le quedaba otra, no sabes con lo que se ha encontrado”. El periodista ponía cara de comprensión. Cómo no iba a entender la difícil situación en la que estaba el exalcalde de Castellón si llevaba años denunciándola. Lo único que le extrañaba era que Fabra no se hubiera enterado de nada o de muy poco de lo que hacía su conmilitón. Pero el tiempo pasa, Camps ya es historia y Fabra se está labrando a pulso su futuro en el que pesará, y no de cualquier manera, su decisión de cerrar Ràdio Televisió Valenciana (RTVV)

¿Por qué lo hizo? Poner en la calle a cerca de 1.700 trabajadores y cerrar un servicio público, por escasos que fueran sus usuarios, ha sido una osadía. Su pobre argumentación contraponiendo derechos (“si quieres tener derecho a una escuela —no aclaró si pública, concertada o privada—, renuncia a tu derecho a tener una televisión pública”) no dejó de ser un eslogan demagógico y tan falso como las lágrimas de cocodrilo que él y miembros de su Gobierno derramaron al mostrarse como víctimas de una situación indeseada e indeseable. Por qué lo hicieron, pues. Desde luego no por un problema financiero. Es cierto que la Comunidad Valenciana está intervenida de hecho por el ministerio de Hacienda; pero no tanto como para que Cristóbal Montoro le diga a Fabra en qué se tiene que gastar el dinero. El presidente es el que tiene la última palabra y decide cuáles son sus prioridades.

Desde un punto de vista ideológico es sabida la aversión de la derecha hacia el sector público. En su ADN está la reducción del peso del Estado en beneficio de la empresa privada que es mucho más eficaz y tremendamente más económica. Si, además, en el reparto de la tarta de las licencias de TDT que Camps concedió a sus amigos resulta que las únicas que tienen cobertura en toda la Comunidad Valenciana pertenecen a dos grupos de comunicación conservadores, miel sobre hojuelas. Se prescinde de la televisión pública que es cara, engorrosa (siempre hay que hacer algo en valenciano, que es un idioma de cuatro desgraciados) y que apenas se ve y se deja vía libre a la iniciativa privada.

Si este hubiera sido el razonamiento ideológico del presidente, yo no estaría de acuerdo; pero comprendería su decisión. Pero lo poco que se conoce del razonamiento que le llevó a tomar una medida tan trascendental no casa con que fuera meditada, reflexionada y/o consensuada con su equipo. Al contrario, todo apunta a improvisación, ocurrencia, precipitación y a una reacción más propia de una crisis de ira de un tímido, que a la de un político sensato y reflexivo. Más aún, hay quien ve un punto de frivolidad en esa determinación. Se cuenta que una alto cargo de Presidencia explicó la clausura con el siguiente argumento: “Canal 9 no se ve en Castellón, no gusta en Alicante y para los pocos que la ven en Valencia no vale la pena mantenerla”. Tanta profundidad en los análisis de los colaboradores del presidente asusta porque nos obliga a pensar en manos de quienes está la Generalitat.

La Comunidad Valenciana, desgraciadamente, apenas es poco más que un ente administrativo. La conciencia de pertenecer a un pueblo que tiene intereses comunes por los que vale la pena pelear es muy baja y RTVV, al menos, permitía una conexión entre las diferentes sensibilidades de esa sociedad. La ruptura de esos escasos lazos, entre los que se encontraba un sistema financiero ya desaparecido, contribuye al debilitamiento de nuestra ya frágil personalidad. Si no fuera porque cada vez estoy más convencido de que Fabra y su Gobierno no son conscientes de qué es y para qué sirve el Estado de las autonomías, pensaría que toda su política está encaminada a reducir el autogobierno valenciano a la inanidad política. En los hechos así es; pero me cuesta creer que sus decisiones respondan a un criterio propio. Más bien se limitan a trasladar el argumentario más reaccionario de su partido sin tener demasiado en cuenta sus consecuencias. Pensar otra cosa, supondría que el actual Consell tiene algún proyecto político. Cosa que no se ve por lugar alguno. Es imposible suponer que quien no cree en la Comunidad Valenciana pueda tener algún plan por pobre que este sea.

Pero que la conciencia de pertenecer a un proyecto común sea frágil no significa que aquella no exista. El cierre de Canal 9 es un error político estratégico de primera magnitud. Fabra se ha pegado un tiro en su pie y en el de todos los valencianos. Ha menospreciado a multitud de sectores de la sociedad civil que encontraban en RTVV un lugar donde hacerse visibles. Y eso vale desde la pelota valenciana hasta las fallas, por no hablar del valenciano al que con su osadía ha despreciado más de lo que lo hace esta derecha folclórica y analfabeta en su propio idioma.

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