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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Russafa Escènica, ganó el talento

La calidad de vida nos llega también de los enclaves culturales, aquellos que fomentan la participación e invitan a la creatividad

Hace unas semanas el profesor Pau Raussel subrayaba la necesidad de redefinir las políticas culturales, y así convertirlas en el eje central de las acciones para salir de la crisis. Somos muchos los que creemos en esa iniciativa y pensamos que “la cultura es la luz al final del túnel”. Sin embargo, resulta lamentable que desde el gobierno de la ciudad de Valencia ahoguen cada día más al sector: Se potencian programaciones incoherentes de elevado presupuesto, desatendiendo a los creadores, productores o gestores e impidiendo, además, su accesibilidad a toda la ciudadanía (recordemos la subida del 21% de IVA). Ese es el modelo de gestión que define al PP. Y es por ello que, en medio de esta situación, el éxito del Russafa Escènica nos aporta (coincidiendo con el lema de este año) una dosis de “Felicidad”.

El resultado de esta tercera edición ha sido posible gracias a una masiva respuesta de la ciudadanía (a través de donaciones y micro mecenazgo), ya que el respaldo institucional se ha centrado en una escasa participación de Interarts. Sin embargo, no debemos olvidar que los cimientos para construir este festival nacen desde las compañías teatrales que aceptan presentar sus trabajos en unas condiciones laborales inciertas. En este sentido, tal y como se comentó en los debates que integraban las actividades paralelas, la cuestión no consiste en ser más o menos talentoso, sino en disponer de un contexto. Y podríamos añadir: marco de acción, confianza institucional, conciencia social… Tanto la calidad artística, como la consolidación de una buena gestión y la sólida implicación de un barrio, están sobre la mesa. Estos serían los tres ejes que han convertido al festival en un referente para la vida cultural de la ciudad. Pero falta un cuarto eje, que implique una mayor sensibilización hacia el sector artístico en Valencia. Por esta razón, antes de ver reportajes o monográficos en revistas internacionales destacando la fórmula de este festival (como ha ocurrido otras ocasiones), tenemos que reclamar la firme apuesta de las administraciones hacia la cultura en Valencia como una industria generadora de empleo, y hacia sus espacios representativos, que definen nuestra historia y nuestra identidad.

Por otra parte, el resultado de Russafa Escènica, también ha sido un impulso para el barrio. Las excavadoras y el levantamiento de sus calles, no han impedido que el festival recibiera casi 10.000 asistentes a las funciones, ni que Russafa afiance aquello que Richard Florida escribió en su libro Las ciudades creativas, impulsoras de las tres T (tecnología, talento y tolerancia). Porque, en definitiva, la calidad de vida nos llega también de los enclaves culturales, aquellos que fomentan la participación e invitan a la creatividad. Cuando la confianza ciudadana y el tejido social apuestan por este tipo de iniciativas, incluso fuera de los códigos habituales (peluquerías, mercados, casas privadas), no podemos sustentar argumentos que justifiquen programaciones, medidas y recortes que incumplan nuestro derecho a construir una ciudad más creativa y moderna.

Maite Ibáñez es secretaria de Cultura de la Ejecutiva Comarcal de Valencia del PSPV-PSOE.

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