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“Lamento no haberme dado cuenta de lo que pasaba”

Compañeras del celador de Olot declaran que Joan Vila decía estar “harto de viejos” en su última etapa en el centro

Joan Vila, ayer en la sesión del juicio por el asesinato de 11 ancianos.
Joan Vila, ayer en la sesión del juicio por el asesinato de 11 ancianos.

Una de las cuidadoras de la residencia La Caritat de Olot, Carmen Esquerrà, lamentó ayer en público no haberse percatado de lo que hacía su compañero Joan Vila, el celador que acabó con la vida de 11 ancianos suministrándoles una mezcla de barbitúricos, lejía o líquido desincrustante. “¿Qué sintió cuando se enteró?”, le preguntó el fiscal, Enrique Barata, en el juicio sobre el caso. “Me supo mal no haberme dado cuenta para poder avisar”, se sinceró la mujer, ante la mirada de los miembros del jurado popular y a un metro escaso de Joan Vila, que permaneció cabizbajo y absorto durante la mayor parte de la sesión.

Varias empleadas del geriátrico explicaron que el celador les reconoció que estaba “harto de viejos” en su última etapa en la residencia y que quería cambiar de trabajo, antes de confesar los crímenes al ser detenido en octubre de 2010. “Sí lo dijo, pero es algo que a veces todas decimos”, matizó Montserrat Coromina.

Algunas cuidadoras asistieron a las víctimas del celador en sus últimos momentos. Assumpció Masoliver relató cómo Paquita Gironès le “cogió muy fuerte la mano” cuando se la encontraron agonizando tras ingerir un líquido corrosivo que le hizo beber Vila. “Era como si no quisiera que la dejara allí”, explicó. Masoliver se sorprendió, igual que sus compañeras, cuando se enteró de la deriva homicida de Vila. “Confiaba en él”, dijo ayer.

Completar la versión

Las compañeras del celador, que desfilaron por la sala de la Audiencia de Girona, han detallado las circunstancias en que Vila ejecutó los crímenes. El día anterior al de Joan Canal, de 94 años, Vila comentó a varias empleadas: “Se está despidiendo de todo el mundo. Es como si oliera a muerte”. Esa noche, Canal “llamó al timbre más de lo habitual”, relató una de las empleadas. El hombre falleció al día siguiente por la tarde por un cóctel de pastillas que Vila le hizo tragar. Según varias trabajadoras, ese día el celador “olía a alcohol”.

En otra ocasión, Vila se negó a subir a la habitación de otra de sus víctimas (Montserrat Guillamet, de 88 años), cuando esta agonizaba. “Dijo que ya había tenido bastante con la última”, contó ayer Elena Garcia. Se refería a lo sucedido cuatro días antes, cuando acabó con la vida de Sabina Masllorens, de 87 años, haciéndole beber lejía.

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