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Víctor Sánchez está en su sitio

Tras muchos vaivenes, el futbolista festeja jugar de mediocentro y echar raíces en el Espanyol

Jordi Quixano
Víctor Sánchez, en el momento del gol ante el Athletic.
Víctor Sánchez, en el momento del gol ante el Athletic.JUAN FLOR (DIARIO AS)

El checheno Bulan Chagaev, seguido de sus dos guardaespaldas, que escondían las pistolas bajo las gabardinas, se sentó en el vestuario del Neuchatel suizo, club que dirigía a golpe de antojos, hasta el punto de que tras el primer partido expulsó al entrenador y al área deportiva, también al portero. Chagaev inició una perorata en ruso traducida por el intérprete... hasta que entró el entonces técnico Joaquín Caparrós. “Lo que tengas que decirles, me lo dices a mí”, le espetó. Palabras que agitaron al magnate, que se encaró con Caparrós. Fueron separados por los guardaespaldas. “Ese fue el peor momento”, recuerda Víctor Sánchez (Terrassa, 1987), “porque allí nada era normal y sufría porque tengo hijo y mujer. Era un bajón continuo. Pero de eso me di cuenta al desvincularme del club [expulsado por la Liga suiza] y llegar a casa”: hogar en Sant Cugat estrenado en diciembre, un mes antes de firmar por el Espanyol, que hoy se mide con el Betis (21.00). “Aquí estoy cómodo en el vestuario, en la ciudad, en el estadio y sobre el campo”. Está en su sitio. Pero ha costado.

Verdú: “Va al choque, tiene desplazamiento del balón, le sobra técnica... es muy completo”

Fichado por el Barça en 2005, tras formarse en el Jabac Can Jofresa y curtirse en el Europa, resultó capital en el equipo de Pep Guardiola que ascendió a Segunda B en 2008. Jugó siempre, pero plasmó la singularidad de la polivalencia. “Nunca dudé de que era mediocentro, pero menos de portero, estuve en todas las posiciones posibles”, rememora; “no era cómodo porque no acabas de acostumbrarte a moverte un día por dentro, el otro por fuera; en un sitio te reclaman pase, en otro regate… Y en el primer equipo \[ascendió al curso siguiente\], donde la competición es tan exigente, es muy complicado ser polivalente”. El resultado: “No estuve al nivel que se pedía o que podía y perdí la oportunidad”. Por lo que empezó su travesía nómada. “No hagáis negocio con la cesión. Víctor se merece por calidad humana y futbolística estar en Primera”, aconsejó Guardiola a la dirección deportiva. “Como a todos, le buscamos la mejor oferta”, dicen desde el club; “pero Víctor es cumplidor y muy buen tío, y se merece todo lo bueno que le pase”.

Cedido al Xerez en 2009, pasó un año y regresó al Barça para probar en el Getafe otro curso. “Con las cesiones siempre estás intranquilo [el Barça no dio opción de compra a los clubes], por más que te adaptes a los sitios e intentes dar lo mejor. No sabes qué pasará con tu futuro”, cuenta Víctor. Finalmente, en 2011, rescindió contrato con el Barcelona y se marchó al infierno de Neuchatel. Todo lo contrario a lo que se encontró en el Espanyol. Con los informes del club azulgrana sobre el futbolista que le llegaron de extranjis, el entonces director deportivo Ramón Planes lo tuvo claro: “A coste cero, técnico, polivalente, táctico y con la certeza de que daría un rendimiento bueno, no había dudas”. Víctor tenía ofertas —la mayoría del extranjero—, pero se decantó por el Espanyol.

Titular como mediocentro, juega bajo esa teoría que le subrayó Guardiola —“haz lo fácil y no lo imposible”— y ordena al equipo. “Es el que manda junto a los centrales”, señala Javi López. “Pero a veces me piden que hable más porque me despisto”, responde Víctor. “Su liderazgo es con el balón, con su juego”, expone Héctor Moreno. Abunda Verdú: “Es muy completo, tiene desplazamiento del balón, va al choque, le sobra técnica...”. Hasta marca goles, lo que le quitó un peso de encima —no marcaba desde 2010 con el Getafe—, pero acentuó las bromas sobre él. “¡Goleador!” o “¡La portería está ahí!” son frases que escuchaba habitualmente. Una anécdota con Capdevila explica la guasa. Resulta que la mañana antes del duelo con el Athletic, Capdevila se levantó de la cama —comparte habitación con Víctor— y dio un par de pasos para alzar el brazo. “¿Qué haces, bufón?”, le preguntó. “Ven, ven, te voy a enseñar cómo se celebra un gol, que hoy te toca”, le respondió. Horas después, el 4 hizo diana y tras los abrazos del grupo, los compañeros de cuarto lo festejaron como habían ensayado. “Sí, me hacen muchas bromas y las aceptó bien”, señala Víctor. Quizá porque está en casa, en su sitio.

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