Los nuevos ‘nini’
Historias cortas de seis jóvenes que coinciden en el atraco de una caja fuerte a lo largo de diálogos y monólogos autónomos
Historias cortas de seis jóvenes en monólogos autónomos y diálogos que se entrecruzan a lo largo de un año siguiendo sus estaciones, de la nieve del invierno al mar de todos los veranos. Una camarera de hotel, una estudiante de Filosofía, un músico que pasea perros, un fugitivo que ha robado a su madre, un guapo que vive de su físico y el hermano mayor de este coinciden, cada uno desde su desesperada situación, en el atraco de una caja fuerte. Y es que los que no trabajan o estudian, buscan y se mueven, pero ni tienen esperanza en el presente ni creen en el futuro. Son los nuevos nini. No es que pasen de todo, sino más bien que todo lo que les rodea pasa de ellos.
Menos ambicioso, por su proyección, que Els jugadors, que contaba con un elenco de lujo, lo último de Pau Miró es más arriesgado. Un refugi indie tiene en su puesta en escena un algo deliberado de taller de alumnos que ha ido evolucionando a lo largo de las sesiones.
UN REFUGI INDIE
Texto y dirección: Pau Miró Intérpretes: Isaac Alcayde, Joan Solé, Andrea Trepat, Peter Vives, Marta Ossó, Jordi Llovet Escenografía: Sílvia Delagneau
Sala Beckett, 12 de diciembre
Estilizado artificio
Entre nuestros protagonistas hay un poco de todo: los hay que van a la deriva, una de ellas incluso con ilusión (destaca la desinhibida estudiante de Marta Ossó), otros parecen tener las ideas más claras, como el hermano mayor (Isaac Alcayde) que los embauca a todos. Los textos son de un estilizado artificio, buscan lo cotidiano y natural desde la metáfora, y también se balancean entre la ironía y el melindre pero, justo antes de caer en un terreno demasiado ñoño, una réplica inesperada o un tema musical (de Neil Young o Bowie) decanta el conjunto hacia un nuevo equilibrio.
Un refugi indie, título que hace referencia a la protección de las reservas de indios y a la música independiente presente en el montaje, es un mosaico de vidas anodinas que tiene sus momentos. Hay escenas muy bien resueltas, por la rapidez y sencillez del planteamiento, como la del funeral de la madre del músico, un tipo introvertido y el más coherente (estupendo Joan Solé). Hay destellos de dignidad, incluso de belleza, en la sordidez del contexto, como el permitir que a este músico lo pille la policía por no querer dejar una canción a medias. Hay un videoclip al final que lo resume todo. Y hay sinceridad en la propuesta y en su desarrollo.
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