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La madre Tierra en 40 disparos

Matadero expone una selección de fotos de los 30 años de peripecias del aventurero madrileño Sebastián Álvaro

José Marcos
Una de las profundas grietas del monte Scott en la Antártida.
Una de las profundas grietas del monte Scott en la Antártida.Sebastián Álvaro

En la era de la inmediatez y del fast all que lo impregna todo, aún quedan reductos donde la reflexión y la soledad son las únicas compañeras de viaje. Ese es el mensaje que impregna la obra de Sebastián Álvaro, la esencia de las instantáneas que el aventurero madrileño de 62 años ha elegido como embajadoras de los lugares que le han conmovido el alma. Treinta años largos de expediciones, con las últimas fronteras del planeta en el objetivo, resumidas en 40 imágenes que se pueden contemplar hasta el 13 de diciembre en Matadero.

“Me conocen más por mis documentales, pero lo que más me ha gustado siempre es la fotografía... Y no ha sido fácil seleccionarlas para una ocasión tan especial. Para empezar, porque tengo un millón de fotografías en casa de más de 200 expediciones por los confines del globo. Y es probable que tenga muchas más, porque en esa cifra no incluyo ni las diapositivas ni los negativos en color y en blanco y negro”, apunta Álvaro, que añade que el proyecto surgió “hace cinco o seis años”, cuando decidió “poner orden” en un archivo que bien vale un imperio. Digitalizar una ínfima parte de un contenido tan especial ha llevado más de tres meses.

Las estampas que se exponen en Matadero hipnotizan con sus colores y secretos de otras latitudes al curioso, que se sumerge en un viaje donde la madre Tierra sigue indómita. Libre. Sin domesticar. “Las fotografías reflejan la relación del hombre con la grandiosidad que le rodea; de ahí que en la mayoría de imágenes la protagonista sea la naturaleza, no nosotros, que aparecemos pequeños, microscópicos en la comparación”, cuenta el creador de Al filo de lo imposible, que en 30 años de andanzas, media vida, ha visto mucho, pero que mucho mundo. Un mundo, además, desconocido para la gran mayoría en estos tiempos del turismo de masas. De los souvenirs que, tras ir y volver al otro lado del mundo en dos semanas, veni vidi vici, lucen en las neveras como trofeos de caza.

“He estado en los dos polos, en lo más recóndito del Amazonas, he recorrido Islandia cuando no iba nadie, y el Tíbet en moto, y he practicado espeleobuceo en los cenotes del Yucatán... ¡He cruzado el desierto de Taklamakán, con dunas de 100 metros de altura! ¡He estado en el Everest solo, sin nadie a mi alrededor, no como ahora, que te puedes encontrar allí a 300 personas!”, recita en una enumeración inabarcable. Normal que el nombre elegido para la muestra sea El mundo en el fin del mundo. “Este es un viaje sentimental, con el que invito a quien lo quiera a acceder a mis emociones, a conocer lo que he sido y lo que soy”, plantea mientras elucubra volver al Himalaya en apenas unas semanas.

Las emociones bullen especialmente en dos ilustraciones. Dos fotografías en las que la medida del ser humano no es la de una hormiga. “En casi todas, los hombres son solo puntitos, naderías subiendo el monte Scott en la Antártida, ascendiendo una cumbre perdida... Pero hay dos imágenes que de alguna manera son un homenaje. Como aquella en la que se ve a Miriam García...”. La alpinista murió sepultada por un alud en el monte Meru, en India, en 1990. “La exposición está dedicada a todos los amigos que, como Miriam, he perdido en estos 30 años, nada menos que 25 amigos”, recuerda Álvaro, al que la aventura le viene de sangre: uno de sus ancestros, con el que comparte nombre y apellidos, fue uno de los padres fundadores de Campamento, de Aluche, hace 120 años. “En reconocimiento, unas de las calles principales se llama precisamente Sebastián Álvaro”, cuenta orgulloso. Tanto como cuando recalca que no cree que haya muchos privilegiados que hayan escalado ochomiles o atravesado el oceáno de arena líbico. “Doy gracias a Dios por haber vivido en el tiempo en que todavía era posible la aventura... Aunque hoy en día, la aventura todavía es posible. Pero hay que ir a buscarla”, se despide. El 18 de enero volverá al Karakórum. Allá donde se inició en 1981. “Entonces era técnico de TVE, de informativos... Y me cambió la vida”.

El mundo en el fin del mundo. Sala Primavera de la Casa del Reloj (Matadero). Hasta el 13 de diciembre. De lunes a sábado, de 9.00 a 21.00. Domingos, de 9.00 a 15.00. Entrada gratuita.

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Sobre la firma

José Marcos
Redactor de Nacional desde 2015, especializado en PSOE y Gobierno. Previamente informó del Gobierno regional y casos de corrupción en Madrid, tras ocho años en Deportes. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Trabajó en Starmedia, Onda Imefe y el semanario La Clave.

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