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TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vértigo

El Tantaranta acoge la obra de Victoria Szpunberg bajo la dirección de Glòria Balañà

En Boys Don’t Cry, Victoria Szpunberg se sitúa en el punto de vista masculino para experimentar la relación de los hombres con el poder. Y lo hace a través de dos amigos que se reencuentran veintitantos años después de que los temas de The Cure (como el que da título a la obra) y otros de los ochenta constituyeran la banda sonora de unas fiestas que se abrían al futuro.

BOYS DON’T CRY

>Texto: Victoria Szpunberg. Dirección: Glòria Balañà. Tantarantana, Barcelona. Hasta el 18 de noviembre.

Este ya es presente y el reencuentro es, en realidad, un enfrentamiento de posiciones opuestas: la del artista, que no ha querido nunca hacerle la rosca al poder pero se sabe fracasado; la del triunfador, que ejerce el poder político, tiene poder económico y se ha casado con la chica.

La cita se desarrolla de entrada dentro de los parámetros de lo razonable; los dos amigos se ponen al día y se tantean en lo que parece una situación algo tensa, pero perfectamente normal; hasta que de repente lo raro, lo improbable, incluso lo monstruoso irrumpen en el realismo expuesto como una grieta que se va agrandando y que pone en peligro la estabilidad de los tres. Y es que, al rato, la mujer del político entra en escena para sumarse a una velada que avanza a base de recuerdos y de huidas hacia delante, saltos literales al vacío desde el abismo de la madurez. La pieza de Szpunberg fluye con naturalidad entre el plano de lo real y el otro, de carácter metafórico.

La dirección está en todo momento al servicio del texto. Escenográficamente, el equilibrio entre los dos planos queda bien resuelto. A este equilibrio y esta naturalidad aportan mucho los intérpretes. Buen trabajo el de todos, especialmente el de los protagonistas: grande, Francesc Garrido como el artista, y buen contrapunto, el de Armand Villén.

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