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Música y vajilla de Kioto

De Pozuelo a El Escorial, tomar el té o saborear un caldo ‘self-service’ desde el samovar de plata Recomendaciones de la protagonista de ‘Cinco horas con Mario’, en el teatro Arlequín

Natalia Millán, actriz, cantante y bailarina, fotografiada frente al Centro Cultural Conde Duque de Madrid.
Natalia Millán, actriz, cantante y bailarina, fotografiada frente al Centro Cultural Conde Duque de Madrid.ÁLVARO GARCÍA

1. Bikram Hot Yoga. Un buen plan consiste en una sesión de yoga a 42 grados en una sala acristalada rodeada de sauces y abetos. Y si superas el primer impulso de salir corriendo a darte una ducha fría, acabas encontrándole el gusto y enganchándote, doy fe (Vía de las dos Castillas, 9. Pozuelo).

2. Casa de Campo. Un buen paseo en la parte cercana a Pozuelo, aunque el arroyo Meaques ya no fluye como antes, pues ahora riega un campo de golf y no sé qué ha pasado con los patos y los galápagos. Afortunadamente siguen el Puente de la Culebra, una joyita barroca encargada por Carlos III a Sabatini, y los árboles ribereños que han sobrevivido a talas crueles. Si resisten las zarzas se pueden recoger moras.

3. Taberna Yamaoka. Aprovechando el veranillo de San Miguel, el menú de degustación al aire libre resulta delicioso hasta para alguien que, como yo, no adora precisamente la cocina japonesa. Helado de sésamo negro y pastel de té verde incluidos. A veces también hay actuaciones de jazz. Si hace frío, el interior, decorado por el dueño japonés y artista plástico, es muy acogedor. Al que le guste la vajilla, que pregunte allí, que la hacen por encargo igual que en Kioto pero a la vuelta de la esquina (Pozas, 31. El Escorial).

4. Tai. Aquí asistí a mis primeras clases de interpretación (San Mateo, 2), y compré mis primeros textos teatrales en La Avispa (San Mateo, 30), que no sé adónde voló, quizá se la comieron esas salamandras que nunca se mueven de Mejía Lequerica, 1.

Largo recorrido

Natalia Millán (Madrid, 1969) tiene un largo recorrido: canto, danza en el Ballet Nacional, cine, musicales (My fair Lady o Mata Hari), en la Compañía Nacional de Teatro Clásico (con Marsillach) y ahora en televisión Amar en tiempos revueltos.

5. El Jardín Secreto. Un sitio que queda de mis recuerdos por Malasaña, donde iba a ver una actuación en el desaparecido Elígeme o a ver arrancarse y cantar una de José Afonso con Luis Pastor... O escuchar en El Limón a un barbudo genial, un tal Sabina... Ahora me pido un té y una tarta y dulcemente me pregunto qué será del Conde Duque (San Bernardino, 22).

6. Calle Libertad. Karen Taft sigue en el 15 y Libertad 8, en el 8. Menos mal. Y soy incapaz de resistirme a unas tortillas de Quitlacoche en La Panza es lo Primero en el 33. Puedes encontrar un par de zapatos en los muestrarios de Augusto Figueroa y echar una miradita a los cincuenta en la tienda La Pepa (Gravina, 12). El mercado de San Antón, mucho mejor ahora.

7. Fundación Juan March. Un privilegio en plena crisis: los conciertos de música de cámara con entrada libre hasta completar aforo. Nunca faltan acordes impresionistas, los que más me emocionan. En la sala de exposiciones, delante de un Rothko por primera vez, viví un shock estético que aún me dura (Castelló, 77).

8. Plaza de Santa Ana. Seguro que me encuentro con alguien. Si veo a Echanove en un banco frente al Español, me sentaré a su lado a compartir éxtasis contemplativo. Si nos dura toda la noche, sugeriré ver amanecer reflejado en los miradores del Hotel Victoria, un auténtico alucine... o eso recuerdo de un primero de Año, a los 18.

9. La Violeta. Sigo por Príncipe. Ya no está el Dorín, ni vivo en el 15, ni abren la Comedia. Así que corro a la Plaza de Canalejas 6, porque en La Violeta no han dejado de vender caramelos desde 1915, y me compro violetas escarchadas y sirope de violeta y mostaza y vinagre de violetas...

10. Lhardy. Hay un consomé que levantaría a Mario. Self-service desde el samovar de plata. Venía de pequeña con mi madre y dan los únicos callos comparables a los que ella prepara. (Carrera de San Jerónimo 8).

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