Fernando Ónega, una voz para el equilibrio
Se podría decir que representa como nadie el tópico del gallego en la escalera: nunca se sabe si es socialista o más de derechas que Rajoy
Hace algún tiempo leí un currículo de Fernando Ónega, escrito por él mismo, que resumía así su biografía: “Gallego y periodista, aunque no sé por qué orden”. Que es gallego lo sabe todo el mundo: conserva el acento de su pueblo, a pesar de llevar medio siglo en Madrid; no hace otra cosa que hablar de su origen lucense; y destila galleguidad en cada una de sus frases, en cada uno de sus gestos, en cada uno de sus gustos y en su actitud personal. Una vez oí cómo le criticaban en un programa de televisión por responder “a la gallega”, y él replicó: “Gracias por llamarme inteligente”.
Es que de Fernando se podría decir que representa como nadie el tópico del gallego en la escalera: nunca se sabe si es socialista o más de derechas que Rajoy. Yo mismo se lo he dicho después de algún espacio de 59 segundos: “Has estado muy diplomático”. Creo, sin embargo, que debe ser un motivo de orgullo: en un país donde se practica un periodismo tan ideológico, desde posiciones tan partidistas y radicales, con tantas opiniones previsibles, el analista ideal es aquel cuya ideología no condiciona sus criterios. Fernando juzga si los hechos son acertados o equivocados y le importa un pimiento la persona o partido que hay detrás. Por eso tanta gente lo identifica con la independencia. Por eso es un superviviente.
Sí, Fernando Ónega es uno de los supervivientes de una generación gloriosa del periodismo español: la que supo captar las ansias de cambio en este país y convertir las páginas de la prensa en el primer parlamento constituyente de la España del posfranquismo. No fue un luchador que haya sido encarcelado por sus ideas, pero su labor hizo que Francisco Umbral dejara escrito: “Detrás de la transición española está la pluma de Fernando Ónega”. Redactó discursos de dirigentes, aportó templanza en las situaciones más tensas, tendió puentes entre enemigos históricos y muchos estudiosos reconocen que su tono, sobre todo en la radio, contribuyó de forma notable a la convivencia. Lo sigue haciendo. Por eso es un analista de referencia.
Peldaños
Mosteiro-Pol (Lugo), 1947. A los 13 años publicó su primer trabajo en ‘La Noche’ de Santiago. Con 15 años colabora con ‘El Progreso’.
Director de Prensa de la Presidencia del Gobierno con Adolfo Suárez.
En prensa escrita, dirigió el diario ‘Ya’ y fue columnista en los diarios ‘Arriba’, ‘Pueblo’, ‘La Vanguardia’, ‘El Mundo’ y ‘La Voz de Galicia’.
En radio, dirigió los Servicios Informativos de la SER y de la COPE y ha sido dos veces director general de Onda Cero.
En televisión dirigió los programas ‘Entre hoy y mañana’ de Tele 5, Noticias 2 y Noticias 3 en Antena 3 y colabora habitualmente en ‘Las mañanas de la 1’ y ‘El Debate’.
Medalla Castelao, Amar a Lugo e Hijo Predilecto de Pol y Adoptivo de Lalín.
Por lo demás, creo que es un buen tipo. Se le puede comprar un coche usado. Personalmente, nunca se me ha ocurrido ni se me ocurrirá llamarle para animar una cena, pero sí le llamo desde lejanos países para que me ayude a interpretar una noticia de nuestra nación. No me sorprende verle callado en reuniones, porque sé que su gran cualidad es saber escuchar. Y siempre lo imagino rumiando lo que oye para resolver una discusión con una frase lapidaria que parece un aforismo de Castelao.
Resalto su capacidad multimedia: hay días de la semana que hace tres crónicas radiofónicas, escribe dos artículos de prensa y participa en dos programas de la tele. ¿De dónde saca tiempo, temas, capacidad para no repetirse y, sobre todo, para no contradecirse? Alguna vez se lo he preguntado y se limitó a decirme que España es el paraíso del comentarista. Él lo hace con oficio, distancia galaica y un punto de ironía, retranca y desconfianza. A veces no coincido con sus diagnósticos, y él lo sabe, pero es para mí un punto de conexión con España. Y, por supuesto, con Galicia, a terra do meu pai.
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