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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Incendios y prevención

"La triste realidad es que nuestros bosques se queman porque es inevitable que ocurra de vez en cuando."

Ante la catástrofe que suponen los incendios de los últimos días es comprensible la rabia y desolación de todos. También es inevitable que aparezcan todos los tópicos al uso (los montes están "sucios" y no se limpian, no hay suficientes medios para atajar los fuegos…). Sólo ha faltado a la cita, porque los tiempos ya no son los de antes, la vieja sospecha que achacaba el origen de cualquier incendio a los intereses de quienes quieren urbanizar monte. Junto a todo ello se ha desencadenado, además, el inevitable debate político (que hemos vivido ya otras veces) donde la oposición responsabiliza al Gobierno por las insuficientes medidas de prevención.

Lo cierto es que los grandes incendios forestales suelen aparecer en circunstancias casi idénticas: días de poniente muy intenso en veranos que siguen a primaveras particularmente secas. Dada la composición de las masas forestales que han ido ocupando el territorio valenciano a lo largo del último siglo, a medida que los usos agrarios del suelo han ido desapareciendo de gran parte del mismo, estas condiciones dan lugar a desastres como los de estos días. El hecho de que partes de estos bosques sean además intensamente utilizados para otros usos (recreativos, con mucha edificación residencial diseminada…) o se encuentren rodeados de zonas periurbanas densamente pobladas añade dificultades a una política de prevención eficaz.

El caso es que tenemos los incendios que tenemos porque vivimos en una zona donde es inevitable que periódicamente las condiciones externas faciliten mucho que se produzcan (de hecho no pocos expertos en gestión forestal consideran natural e incluso regenerador que así sea y llegan a recomendar no intervenir posteriormente con repoblaciones) y, además, porque los usos que damos al suelo y a nuestra masa forestal son los que son. Un aspecto este último sorprendente es increíblemente silenciado cada vez que nos enfrentamos a estas desgracias Esos bosques jóvenes aparecidos como consecuencia del retroceso de la agricultura de secano tampoco son ya empleados como lo eran antaño para esos usos de los que se dice que limpiaban. La cuestión es que pretender que la Administración pública haya de realizar ese esfuerzo es, además de inasumible económicamente, una agresión ambiental evidente que traduce una concepción del monte como una especie de parque temático natural que ha de ser mantenido y aseado desde la ciudad para solaz y regocijo (dominguero y ocasional) de los urbanitas que somos casi todos.

No se suele casi nunca prestar atención, en cambio, a ciertos usos ilegales o alegales, de tipo recreativo y residencial, que someten a gran presión a nuestras áreas boscosas y las sobrecargan en sus lindes con muchos usuarios con poca formación ambiental. Las decenas de miles de casetas o urbanizaciones alegales que soporta nuestro territorio en medio de un sorprendente acuerdo social que convalida todos estos excesos de años pasados y recompensa a quienes se han tomado la ley a chirigota son inevitablemente el origen de muchas imprudencias.

La triste realidad es que nuestros bosques se queman porque es inevitable que ocurra de vez en cuando. Y lo hacen con más frecuencia y de modo más trágico del que sería normal porque, además, maltratamos nuestro medio rural de forma incansable.

Blog de Andrés Boix

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