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Les Useres regresa al siglo XIV con Els Pelegrins

La procesión penitencial recorre 35 kilómetros hasta Sant Joan de Penyagolosa

'Pelegrins' de Les Useres
'Pelegrins' de Les UseresÁNGEL SÁNCHEZ

Pocos municipios pueden vanagloriarse de tener una tradición que se remonta al siglo XIV y que ha venido celebrándose desde entonces sin sufrir ningún cambio relevante. Hoy, como cada último viernes del mes de abril, Els Pelegrins de Les Useres (un pequeño municipio castellonense de unos mil habitantes) han iniciado la procesión penitencial en la que recorren 35 kilómetros para llegar al anochecer al santuario de Sant Joan de Penyagolosa. “Allí rogarán por la paz, la salud y la lluvia”, explica la exalcaldesa, Delia Valero.

La cita ha hecho madrugar a todo el pueblo y a centenares de vecinos que llegan desde todos los puntos de la provincia para presenciar y participar en esta singular tradición. “Es la primera vez que vengo y la verdad es que cala hondo cuando lo ves, es muy emotivo”, dice Juan Antonio, un vecino de Vila-real mientras ve como los peregrinos comienzan ya a subir y a desaparecer por el sendero montañoso. En su recorrido de todo un día pasarán por los pueblos de Llucena, Xodos y Vistabella.

La jornada ha comenzado con una primera misa a las seis de la mañana y otra una hora después. A esas horas los vecinos de Les Useres ultimaban la ‘alfombra’ de hiedra y pétalos de flores por la que los trece protagonistas (un guía y doce peregrinos, todos vecinos del pueblo) caminan descalzos desde la salida de la iglesia, lo que ocurría pasados pocos minutos de las ocho. Un pausado repicar de campanas que anunciaba el inicio de la marcha hizo callar a todos los que se agolpaban en las calles de Les Useres.

Tras la salida de los sacerdotes, de los vecinos que integran la procesión, los cantores y los clavarios, llegó el turno de Els Peregrins. Primero el guía, que representa a Jesús, y después, uno a uno, los doce peregrinos que representan a los apóstoles. En ese momento, en el pueblo ya sólo se escuchaba los cantos medievales que entonan los cantores, el golpe de los bastones de los peregrinos, las campanas y el ruido de los disparos fotográficos. Lejos queda el tiempo en el que la casi nula asistencia y la falta de interés de los vecinos por continuar la tradición casi la hizo desaparecer. “Ahora todos quieren ser pelegrí”, dice Delia.

Los peregrinos han sido elegidos un mes antes por estricto orden de casa. El más joven tiene 22 años (hay que tener mínimo 21) y el mayor 57. “Cuando te toca tienes que aceptar porque si no pueden pasar años hasta que te vuelva a tocar”, explica un vecino. Desde que son elegidos tienen que dejarse crecer la barba.

Ataviados con un austero hábito (llamado vesta) adornado con crucifijos, un sombrero y un bastón han iniciado la marcha en el más estricto silencio. Sobre las nueve de la mañana han enfilado la subida por el monte, ya calzados, hasta el santuario de San Joan de Penyagolosa, con mil metros de desnivel y a 35 kilómetros de distancia. Les acompaña la comitiva de los cantores, clavarios, un sacerdote y un representante municipal, así como las 19 caballerías que portan el avituallamiento durante los dos días que dura la peregrinación penitencial. Tras ellos, decenas de vecinos que les siguen a distancia. “Venimos todos los años y les acompañamos durante una parte del camino”, afirman dos jóvenes de Benicàssim.

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El sábado por la mañana retomarán, de nuevo a pie, el camino de vuelta a Les Useres.

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