Cien corredores por un luchador
Un enfermo de ELA recorre el maratón de Madrid con amigos y familiares y llega a la meta en cuatro horas
Patrick Korir ganó ayer el maratón de Madrid en un tiempo de dos horas, doce minutos y siete segundos. Todo un mérito. Pero no fue el único campeón. Aunque Carlos García Espada cruzó la meta dos horas después que el corredor keniano, ganó por partida doble. Este enfermo de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) consiguió que muchos de sus compañeros de trabajo terminaran por primera vez un maratón y, además demostró a sus dos hijos pequeños que, a pesar de la enfermedad, su padre seguía siendo un luchador.
A primera hora de la mañana los familiares de García Espada, de 37 años, preparan al corredor en el paseo de Recoletos. A su lado, dos de sus mejores amigos: Manuel Domínguez, que conducirá la silla de ruedas durante toda la carrera y Pedro de San Antonio, que tampoco se separará de él. El termómetro no sube de los siete grados y hay que abrigarlo bien. Irene, su actual pareja, le cubre el cuello con una manta. Sandra, su hermana, le coloca las vendas para sujetarle los brazos. Poco a poco llegan los primeros corredores que lo acompañarán durante los 42 kilómetros del trayecto. Aunque García Espada seleccionó semanas antes a 15 amigos para que conformaran oficialmente el Team (equipo, en inglés) Espada con un par, decenas de compañeros se han ido incorporando a la carrera hasta llegar al centenar. “Nadie de la consultora de la que Carlos es socio quería perderse la carrera y todos han participado, ya fuera para animar o correr”, explica una compañera de la empresa.
Nueve de la mañana. Suena el pistoletazo de salida en la plaza de Colón. El Team Espada con un par, situado en la cola de la fila, sale diez minutos después para no entorpecer el paso de los 18.000 corredores restantes. Sandra e Irene harán el recorrido en coche y esperarán al equipo en los puntos de relevo, cada 11 kilómetros del recorrido para ofrecerles todo tipo de ayuda: bebidas isotónicas, mantas, material de emergencias, camisetas, etc. Junto a ellas, un fisioterapeuta y la cuidadora de Carlos. Las lágrimas se entremezclan con las sonrisas a cada instante. “Mi hermano es un luchador nato. Siempre ha querido ser el campeón en todo y aceptó encantado la propuesta de Manu Domínguez para participar en la carrera a pesar de tener un 82% de discapacidad”, comenta Sandra, de 29 años.
García Espada, natural de Coslada, era el mentor de Domínguez en la consultora Everis antes de que en 2007 le diagnosticaran ELA, una enfermedad terminal que acaba con las neuronas motoras y que paraliza la movilidad de todos los músculos. En la Comunidad de Madrid padecen esta cruel enfermedad unas 800 personas, según la Asociación Española de Esclerosis Lateral Amiotrófica ADELA. En España hay unos 3.000 casos registrados. “Yo ayudé a Manu en su carrera profesional y ahora será él quien me ayude a mí”, explicaba este ingeniero informático dos días antes de la maratón.
En los primeros relevos del recorrido los rostros de los corredores no denotan cansancio y las paradas duran apenas unos minutos. Aunque García Espada es el primero que apremia al resto de corredores, tiene el rostro serio. Piensa en la ausencia de Izan y Cloe, sus dos hijos, de seis y tres años. Lo que no sabe es que los niños estarán en la meta esperándolo con su exmujer.
El equipo tardó solo cuatro horas pese a que habían calculado cinco
“La parte más complicada del trayecto es la bajada en la estación Príncipe Pío hasta la Casa de Campo. El suelo está empedrado y el cuello de García Espada se resiente”, explica Pedro de San Antonio. La subida por la cuesta del Moyano, último tramo de la maratón se hace interminable. Domínguez, el conductor, pesa unos 70 kilos; García Espada, 60 y la silla, 12. No importa, la motivación de este corredor profesional y el ánimo de la gente le da las fuerzas necesarias para llegar hasta el final. Cuatro horas y treinta segundos después, el Team Espada llega a la meta, en el parque del Retiro. “Han hecho el recorrido en un tiempo récord. Habíamos estimado unas cinco horas”, explica Sandra, emocionada y muy orgullosa de su hermano mayor. Una vez más, Carlos ha conseguido superar otro reto. “¿Para cuándo la próxima maratón?”, le grita uno de los amigos. “En octubre en Nueva York”, contesta ante la atenta mirada de Santiago, su padre que contiene la emoción en cada aliento.
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